Santa Cruz de La Palma ‘respira historia’ y como su
entramado urbanístico y arquitectónico actual es fruto de una estrategia
defensiva contra los piratas y corsarios de ultramar.
Existe un paréntesis en la evolución del devenir de La Palma
en el que esta se detiene y comienza una nueva etapa. La isla y en especial su
capital, fueron saqueadas por corsarios, piratas y moriscos a lo largo y ancho
del tiempo. Aquellos saqueadores, nefastos emisarios, eran en mayor parte
antiguos militares de gran prestigio que al ir acabando las guerras, debían
buscarse un futuro.
Dicho pirata cursó en la Armada francesa como capitán y en
1551 fue nombrado Caballero por Enrique II. Casó con Marie Rouxel, señora de
Crasville, y solo se le conoce una hija, Catherine.
En 1549, pierde su pierna izquierda en la batalla de
Guernesay, actual Normandía, contra los ingleses y de ahí su apodo.
En 1553, ataca la ciudad palmera junto a los lugartenientes
Robert Blondel y Jacques de Sores, este último responsable de dar muerte a los
Mártires de Tazacorte, desembarcando por las explanadas, hoy plaza de San
Fernando.
La Palma ha sido centro de atención por unos y otros, sin
mirar la procedencia de los mismos, quienes pretendían ejercer su poder en la
isla atraídos por su prosperidad manifiesta en un floreciente comercio a nivel
nacional e internacional, vino y azúcar, productos codiciados por su calidad y
de excelentes fuentes de riquezas. La conquista castellana, que no fue fácil,
en los siglos posteriores se convirtió en paso obligatorio hacia las Indias
Occidentales, con el hallazgo del almirante genovés Cristóbal Colón (ca.
1451-1506), el 12 de octubre de 1492, descubrimiento de América, dio a conocer
a la Corona de Castilla sus conocimientos de navegante, cartógrafo, virrey y
gobernador general.
Y, la segunda, se refiere al pirata inglés vicealmirante
Francis Drake (1540-1596), que, además, fue explorador, comerciante de esclavos
y político.
Atacó a Santa Cruz de La Palma el 13 de noviembre de 1585,
amaneciendo por Puntallana con 30 velas, siendo 20 de ellas de gran envergadura
y las demás de poca monta entre lanchas u otras. Una vez enfilado en la zona de
la bahía del puerto capitalino y observando la imposibilidad de éxito, se
marchó a nuevas aventuras.
El corso* daba beneficios tales, que la corte y los
ministros de los estados interesados en él adquirían participaciones en
compañías comerciales fundadas con el objetivo de explotarlo. Así, Isabel I de
Tudor (1533-1603), Inglaterra, en los registros de asociación que financiaba
las empresas de Drake. Los corsarios de mayor envergadura llegaban a detentar
los más altos grados de la marina en sus respectivos países y en este concepto
participaron en empresas bélicas regulares. El referido vicealmirante de la
flota británica, que derrotó a la Armada Invencible, española, o actuaron
complementariamente a estas últimas. En España se promulgó un reglamento de
corso en 1776, para hacer frente a la piratería enemiga.
*corso/a:
Campaña marítima que se hace al comercio enemigo, siguiendo las leyes de la
guerra. Campaña que hacían por el mar los buques mercantes con patente de su
gobierno para perseguir a los piratas o a las embarcaciones enemigas.
Francia, al igual que Inglaterra y las provincias unidas,
fomentó la proliferación corsaria que se produjo en la carrera de Indias, desde
la segunda mitad del XVI y que mantuvieron en un estado endémico de guerra
marítima irregular al monopolio español en Sudamérica, captura de galeones del
tesoro, incursiones en puertos coloniales…
Figurantes, perfectamente ataviados de época, dieron vida a
uno de los episodios más conocidos de la historia de La Palma, en 1553, y en
cuya defensa se levantó el pueblo capitaneado por la figura de Baltasar Martín,
vecino de la villa de Garafía, en unos hechos ocurridos hace 470 años.
Esta vez, se utilizó 4 puntos concretos, que fueron el Barco
de la Virgen y las plazas de San Francisco, España y Santo Domingo. En términos
generales se intenta por parte de los amenazados palmeros tender una emboscada
para contrarrestar el ataque corsario, un intento que se ve frustrado, cuentan
las crónicas, por el secuestro de Melchora de Socarrás, esposa del regidor
Pedro de Estupiñán, que se negó abandonar la zona afectada. Con tintes
dramáticos y patrióticos, momentos de miedo y lucha por los robos y actos de
pillaje por parte de los intrusos a los nobles.
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