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domingo, 16 de enero de 2022

ERRE CON ERRE CON EL CORONAVIRUS

    Llevamos dos años y medio, aproximadamente, con la misma letanía de erre con erre con la pandemia y no encontramos una solución definitiva para acabar con este mal, que nos está haciendo bastante daño, sino todo lo contrario y cada vez se empeora la situación de forma alarmante. A todos nos han transformado los hábitos de manera distinta de como lo hacíamos antes del confinamiento, con medidas rigurosas de seguridad para evitar el contagio y pérdida de salud. Pensar en solucionar la salida del COVID-19, se nos hace un poco fastidioso conseguirlo cuesta arriba, se hace eterno a la par que angustioso. Guardando las distancias y las medidas de higiene, como suma prestancia a los consejos dictados por las autoridades sanitarias, tanto nacionales, como regionales y municipales, podemos avanzar muchísimo en tal ardua tarea. Resumiendo, el contenido redactado, no sabemos lo que nos deparará la muy temida, pero real última ola, que no es, según parece, una mutación del virus, sino una asociación definida en los cánones epidemiológicos. Las autoridades de Chipre han detectado hasta 25 casos de la infección con una versión combinada de las variantes delta y ómicron del coronavirus SARS-CoV-2: Deltacron.

                              Las supersticiones se quedan a un lado, después de padecer lo que hemos tenido suerte de vivir y es, que la ambigüedad de la reflexión nos lleva a eso, a una salud mental y emocional total, tocada para aquellos que sobrevivimos a la pandemia. Da igual que hayamos mantenido distanciamiento social, da igual que nos hayamos lavado las manos y quitado los zapatos antes de entrar a casa, da igual el confinamiento voluntario frente a los pronósticos de nuevas oleadas. Da lo mismo que nos hayamos cuidado. El virus ha llegado a nosotros, sin apenas tocarnos.

            Me aventuro a denunciar a los muchos desaprensivos, que no usan las mascarillas, la distancia recomendada y otras normas de seguridad en lugares públicos, abiertos y cerrados, como en la calle, terrazas, espectáculos, reuniones heterogenias… para la no propagación del coronavirus. Seamos sensatos y hagamos uso de las fases de vacunación, conforme a las tres dosis. Pretendo ser positivo, páginas en las que evadirse, con las que soñar, las que planear todo aquello que vamos a hacer en cuanto el mundo se estabilice y, por fin, nos deje respirar.

                              Lo comentado anteriormente, que surge de desgarros en mi alma, me gustaría que se convierta de algún modo en nuestro mayor anhelo. Ahora, los medios de enlace nos comunican que debemos ser precavidos y apoyarnos en circunstancias como estas.

                              No permitamos ser indiferentes. La mascarilla llévala contigo a todas partes, como nuestra pequeña aportación hacia la normalidad, que no vivimos aislados de la súbita peligrosidad del contagio. Deseamos obtener el objetivo trazado desde hace bastantes meses de tensión.

     Ha habido demasiadas bajas, traducidas en contagios y muertes, siendo optimista y poseyendo esperanza miramos hacia el frente de un futuro prometedor. Son pensamientos, consuelos y promesas.

               Buscando la normalidad y sonriendo de la idea suscitada, mis prioridades ya son otras. Lo importante es lo colectivo, público, calidad del aire… Creíamos que no podríamos cambiar nada, pero se ha realizado sin sobresalto y sin contar con nosotros. No sé quién seré mañana, pero hoy pienso protegido, sin olvidar los buenos momentos y todo lo que aprendimos.

                              Probablemente, hasta mitad de enero seguiremos con un número muy alto de contagios. Modulado por el efecto de las vacunas, que sigue siendo eficaces, y la incipiente llegada de la variante ómicron, más transmisible. Ha cogido a todos desprevenidos.

                              Nadie esperaba que llegara una variante con esta capacidad transmisora. Una variante que procede de múltiples mutaciones. La velocidad de contagio es la que está posibilitando que la mayoría de los países estén sufriendo unas incidencias brutales, que no se vea acompañadas por muchos casos graves, ni tantos fallecimientos.

          Hay gente todavía sin recibir la primera dosis, otros sin la dosis de refuerzo, hay más de un 65% de la población menor de 11 años sin vacunar. Hay que seguir insistiendo en el uso de la mascarilla, la higiene, mantener la distancia física y, sobre todo, la ventilación de las habitaciones. Son cuatro elementos clave, sea cual sea la variante del coronavirus. La vacuna no está evitando los contagios y que contagies, pero consigue algo prodigioso, evitar la cara amarga de las UCI y los fallecimientos. Si padezco la enfermedad, esta será de manera muy leve o asintomática.

                              Pensamos que no haya que revacunar como ya propone Israel y, sólo, a la población vulnerable. Si se sigue evitando las formas graves de la enfermedad estamos en condiciones de controlar la pandemia.

                              El virus sigue campando a sus anchas debido a que los países desarrollados nos hemos mirado el ombligo, hemos tratado de proteger lo nuestro, pero de esta pandemia debemos salir todos juntos. Hoy, los países desarrollados acaparan el 60% de las vacunas, lo que incrementa la brecha insoportable entre pueblos ricos y pobres.

        “Antes ya se decía que el uso de la mascarilla en el exterior era necesario si no se mantenía o no se respetaba la distancia social, pero con el relajamiento, algunos incumplían. Los que vivimos o trabajamos en núcleos urbanos sabemos que es difícil mantener la distancia y llevamos puesta, siempre, la penosa mascarilla del color que sea, bien la quirúrgica o la FFP2 NR. El discurso debe de ser común y sensato y, quizás, no se ha dado de forma coherente a la ciudadanía. Podemos modificar la evidencia científica, pero las decisiones hay que explicarlas claramente”. Son palabras dichas por Amós José García Rojas (1956), jefe de Sección de Epidemiología del SCS (Servicio Canario de la Salud), después de exponer mis opiniones personales, desde la primera línea.

                              Y, también, en el discurso de Fin de Año, pronunciado en La Palma, Ángel Víctor Torres Pérez (1966), presidente del Gobierno de Canarias, recogido por la Prensa local, transmitió un mensaje a los canarios con todo optimismo y cautela, que transcribimos tal como viene escrito: “Hizo referencia a la situación de la pandemia de Canarias y confió en que el archipiélago se sobrepondrá con la capacidad de resistencia y la responsabilidad que el pueblo canario siempre ha demostrado. Estoy seguro de que, como hicimos con las cinco oleadas anteriores, superaremos esta. Y quiero reconocer, no me cansaré nunca de hacerlo, el empeño de todo el personal sanitario, gracias por su magnífico trabajo.

          Valoró la ejemplar respuesta del pueblo canario en el cumplimiento de las normas y la vacunación, nuestra más poderosa aliada, e indicó que, con los elevados datos de contagios de las últimas semanas, si no fuera porque la inmensa mayoría ha ido a vacunarse, ahora se estaría hablando de más muertes, más restricciones y más problemas económicos. Por eso animó a quienes no se han vacunado a que lo hagan por ellos, por ellas o por los seres a quienes aman, que afronten la realidad y que confíen en la ciencia. El único dato empírico es que, lo que mata es el virus, lo que salva vidas es la vacuna.

                              […] Se mostró optimista ante el año que empieza, en el que espera poder vencer definitivamente a la COVID, para conseguir con esfuerzo un archipiélago mejor”.

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