Llevamos dos años y medio, aproximadamente, con la misma
letanía de erre con erre con la pandemia y no encontramos una solución
definitiva para acabar con este mal, que nos está haciendo bastante daño, sino
todo lo contrario y cada vez se empeora la situación de forma alarmante. A
todos nos han transformado los hábitos de manera distinta de como lo hacíamos
antes del confinamiento, con medidas rigurosas de seguridad para evitar el
contagio y pérdida de salud. Pensar en solucionar la salida del COVID-19, se
nos hace un poco fastidioso conseguirlo cuesta arriba, se hace eterno a la par
que angustioso. Guardando las distancias y las medidas de higiene, como suma
prestancia a los consejos dictados por las autoridades sanitarias, tanto
nacionales, como regionales y municipales, podemos avanzar muchísimo en tal
ardua tarea. Resumiendo, el contenido redactado, no sabemos lo que nos deparará
la muy temida, pero real última ola, que no es, según parece, una mutación del
virus, sino una asociación definida en los cánones epidemiológicos. Las autoridades de Chipre han detectado hasta 25 casos de la infección con una versión combinada de las variantes delta y ómicron del coronavirus SARS-CoV-2: Deltacron.
Las supersticiones se quedan a un lado, después de padecer lo
que hemos tenido suerte de vivir y es, que la ambigüedad de la reflexión nos
lleva a eso, a una salud mental y emocional total, tocada para aquellos que
sobrevivimos a la pandemia. Da igual que hayamos mantenido distanciamiento
social, da igual que nos hayamos lavado las manos y quitado los zapatos antes
de entrar a casa, da igual el confinamiento voluntario frente a los pronósticos
de nuevas oleadas. Da lo mismo que nos hayamos cuidado. El virus ha llegado a
nosotros, sin apenas tocarnos.
Me aventuro a denunciar a los muchos desaprensivos, que no
usan las mascarillas, la distancia recomendada y otras normas de seguridad en
lugares públicos, abiertos y cerrados, como en la calle, terrazas,
espectáculos, reuniones heterogenias… para la no propagación del coronavirus.
Seamos sensatos y hagamos uso de las fases de vacunación, conforme a las tres
dosis. Pretendo ser positivo, páginas en las que evadirse, con las que soñar,
las que planear todo aquello que vamos a hacer en cuanto el mundo se estabilice
y, por fin, nos deje respirar.
Lo comentado anteriormente, que surge de desgarros en mi alma,
me gustaría que se convierta de algún modo en nuestro mayor anhelo. Ahora, los
medios de enlace nos comunican que debemos ser precavidos y apoyarnos en
circunstancias como estas.
No permitamos ser indiferentes. La mascarilla llévala contigo
a todas partes, como nuestra pequeña aportación hacia la normalidad, que no
vivimos aislados de la súbita peligrosidad del contagio. Deseamos obtener el
objetivo trazado desde hace bastantes meses de tensión.
Ha habido demasiadas bajas, traducidas en contagios y
muertes, siendo optimista y poseyendo esperanza miramos hacia el frente de un
futuro prometedor. Son pensamientos, consuelos y promesas.
Buscando la normalidad y sonriendo de la idea suscitada, mis
prioridades ya son otras. Lo importante es lo colectivo, público, calidad del
aire… Creíamos que no podríamos cambiar nada, pero se ha realizado sin
sobresalto y sin contar con nosotros. No sé quién seré mañana, pero hoy pienso
protegido, sin olvidar los buenos momentos y todo lo que aprendimos.
Probablemente, hasta mitad de enero seguiremos con un número
muy alto de contagios. Modulado por el efecto de las vacunas, que sigue siendo
eficaces, y la incipiente llegada de la variante ómicron, más transmisible. Ha
cogido a todos desprevenidos.
Nadie esperaba que llegara una variante con esta capacidad
transmisora. Una variante que procede de múltiples mutaciones. La velocidad de
contagio es la que está posibilitando que la mayoría de los países estén
sufriendo unas incidencias brutales, que no se vea acompañadas por muchos casos
graves, ni tantos fallecimientos.
Hay gente todavía sin recibir la primera dosis, otros sin la
dosis de refuerzo, hay más de un 65% de la población menor de 11 años sin
vacunar. Hay que seguir insistiendo en el uso de la mascarilla, la higiene,
mantener la distancia física y, sobre todo, la ventilación de las habitaciones.
Son cuatro elementos clave, sea cual sea la variante del coronavirus. La vacuna
no está evitando los contagios y que contagies, pero consigue algo prodigioso,
evitar la cara amarga de las UCI y los fallecimientos. Si padezco la
enfermedad, esta será de manera muy leve o asintomática.
Pensamos que no haya que revacunar como ya propone Israel y,
sólo, a la población vulnerable. Si se sigue evitando las formas graves de la
enfermedad estamos en condiciones de controlar la pandemia.
El virus sigue campando a sus anchas debido a que los países
desarrollados nos hemos mirado el ombligo, hemos tratado de proteger lo
nuestro, pero de esta pandemia debemos salir todos juntos. Hoy, los países
desarrollados acaparan el 60% de las vacunas, lo que incrementa la brecha
insoportable entre pueblos ricos y pobres.
“Antes ya se decía que el uso de la mascarilla en el exterior
era necesario si no se mantenía o no se respetaba la distancia social, pero con
el relajamiento, algunos incumplían. Los que vivimos o trabajamos en núcleos
urbanos sabemos que es difícil mantener la distancia y llevamos puesta,
siempre, la penosa mascarilla del color que sea, bien la quirúrgica o la FFP2
NR. El discurso debe de ser común y sensato y, quizás, no se ha dado de forma
coherente a la ciudadanía. Podemos modificar la evidencia científica, pero las
decisiones hay que explicarlas claramente”. Son palabras dichas por Amós José García
Rojas (1956), jefe de Sección de Epidemiología del SCS (Servicio Canario de la Salud), después de exponer mis opiniones personales, desde la primera línea.
Y, también, en el discurso de Fin de Año, pronunciado en La
Palma, Ángel Víctor Torres Pérez (1966), presidente del Gobierno de Canarias,
recogido por la Prensa local, transmitió un mensaje a los canarios con todo
optimismo y cautela, que transcribimos tal como viene escrito: “Hizo referencia
a la situación de la pandemia de Canarias y confió en que el archipiélago se sobrepondrá
con la capacidad de resistencia y la responsabilidad que el pueblo canario
siempre ha demostrado. Estoy seguro de que, como hicimos con las cinco oleadas
anteriores, superaremos esta. Y quiero reconocer, no me cansaré nunca de
hacerlo, el empeño de todo el personal sanitario, gracias por su magnífico
trabajo.
Valoró la ejemplar respuesta del pueblo canario en el
cumplimiento de las normas y la vacunación, nuestra más poderosa aliada, e
indicó que, con los elevados datos de contagios de las últimas semanas, si no
fuera porque la inmensa mayoría ha ido a vacunarse, ahora se estaría hablando
de más muertes, más restricciones y más problemas económicos. Por eso animó a
quienes no se han vacunado a que lo hagan por ellos, por ellas o por los seres
a quienes aman, que afronten la realidad y que confíen en la ciencia. El único
dato empírico es que, lo que mata es el virus, lo que salva vidas es la vacuna.
[…] Se mostró optimista ante el año que empieza, en el que
espera poder vencer definitivamente a la COVID, para conseguir con esfuerzo un
archipiélago mejor”.
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