La capital, sobre todo, es una urbe asociada con la historia
de la piratería, pues es aquí donde se presentaron numerosos ataques por parte
de los piratas provenientes de Europa, que encontraban un lugar adecuado para
saquear. Tal circunstancia la convirtió en reforzada y protegida por castillos,
fortalezas y baterías, equipados de cañones de bajo, medio y largo alcance
contra las naves enemigas.
Uno de estos ataques es el llevado a cabo el sábado, 18 de
julio de 1553, por el pirata francés François Le Clerc (¿?-1563), apodado Jambe
de Bois, y conocido por los españoles como Pata de Palo. El pirata se presentó
con sus naves por la parte norte de la capital y por lo que hoy es el barranco
de Las Nieves, penetrando en ella con unos setecientos hombres, los cuales
roban sus tesoros, hacen prisioneros e incendian casas y templos por doquier.
Estos sucesos llegan hasta los últimos rincones de la isla.
Tras su victoria, el garafiano marchó hacia el Real Convento
franciscano de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción a darle las gracias a
Dios, pero lamentablemente un monje al verlo, lo confunde con un francés,
arrojándole desde lo alto del campanario una teja u objeto punzante, dándole en
la cabeza mortalmente.
348 años después, el ayuntamiento de esta ciudad se dignó
dale el nombre de nuestro héroe a la calle Los Molinos. Este gesto tuvo una
respuesta inmediata por el pueblo de Garafía, que a través del homónimo
respondió con una nota de gratitud, fechada el 2 de marzo de 1901, que dice:
“Garafía, 11 de febrero de 1901.
Muy distinguido Sr. nuestro: Faltaríamos a los deberes que el
patriotismo y la gratitud nos imponen, si dejáramos de aplaudir como palmeros,
y agradecer como vecinos de Garafía, el acuerdo tomado por ese Excelentísimo Ayuntamiento
de poner el nombre del invicto Baltasar Martín, hijo de este pueblo, a una de
las calles de esa población; acuerdo justísimo que, al honrar la memoria del
heroico garafiano que supo valientemente castigar la osadía de los piratas
franceses que invadieron esa ciudad el 21 de julio de 1553, perpetúa a la par
el recuerdo de tan memorable suceso, página gloriosa de la brillante historia
de nuestra querida Palma. Sirvan pues, estas líneas de entusiasta felicitación
al Excelentísimo Ayuntamiento por el acto de justicia que con ese acuerdo ha
realizado”.
Más allá de la historia y grandeza que gira alrededor de su
nombre, no se puede negar que esta mágica, angosta y desnivelada vía con sus
antiguas casas parece transportarnos en el tiempo. Esto sucede cuando
recorremos su entorno con calzadas empedradas y estrechas, con viviendas que se
arrastran calle abajo en un río de luz y color.
Parece inmutable con su fisonomía peculiar, que la hace
llamativa, no nos deja de sorprender por lo que uno se encuentra y la historia
que emana de cada piedra.
Caminar por ella es una experiencia inolvidable. Avanzar escuchando el sonido de tus pasos, roto por el tañer de las campanas de san Francisco, el santo de Asís, o de algún coche que pasa, cuando llueve y llega la noche, contemplando como la luz de las farolas se refleja en su suelo y la inmensidad de la misma al quedarse desierta, es un éxtasis.
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