Programa 2000
Una de tantas
veces que, divagando entre mis proyectos, paseaba por los aledaños de tu
morada, fui testigo de un hecho sorprendente…
Aquella noche un
resplandor inusitado traspasaba los umbrales de San Telmo, y asombrados, los
vecinos veían como sus blancas fachadas se tornaban de un color más vivo que
las claras del nuevo día…
De pronto, el silencio fue roto por
repicar de campanas que, con sones de alborozo, guiaban el faenar de los
barquitos de la bahía; las recoletas plazas, las bulliciosas barriadas, y hasta
los cipreses del camposanto se preguntaban qué era aquello que sobresaltaba de
tal manera la paz de un barrio acostumbrado a vivir en el sopor de tiempos
pretéritos, de hombres de mar, y artesanos del buen hacer… fue entonces cuando,
desde lo más alto del lugar, una voz exclamó:
“Engalana tus
calles, San Telmo orgulloso… muestra tu alegría emocionado, que entre acordes
musicales, y cornetas de ilusión ya sale de su ermita la Vecina más querida de
este barrio, la que con su semblante arranca las penas del alma y siembra
esperanzas de amor. Aquella que es Nave de la Iglesia y Dulce Madre del Mesías,
la que entre nubes de tul te guía, bajo el nombre de La Luz…”.
A partir de ese
preciso instante, la vida del barrio se detuvo, y un galeón se abrió paso por
sus calles anunciando que, precedida del Santo Patrón, Nuestra Señora de La Luz
comenzaba su discurrir procesional por entre los ilusionados corazones de sus
vecinos.
Un año más, había
llegado septiembre a las calles de San Telmo… (Domingo José Cabrera
Benítez).
EL DÍA: jueves, 7 de
septiembre de 2000
“El barrio de
San Telmo y su Fiesta de septiembre”: Con la mirada perdida a un océano,
que me cautiva y me llena de nostalgia, y al susurro de la brisa fresca que va
y viene al vaivén de las olas, se acrecienta en mí el deseo de hablar de la
devoción de San Telmo a su Virgen de La Luz y a su Patrón.
Con un acento
único se desvela la emoción de una gente para liberarse de la laboriosidad
cotidiana y tomar un breve respiro en un paréntesis, no menos importante, que
les transporta a una dimensión esperada con ansiedad para sentirse
protagonistas durante unos días.
Los cohetes
estallan en aplausos pirotécnicos y las campanas esparcen el júbilo
incontenible, que rompe el más profundo de los silencios petrificados en la faz
del viento y, también, el prolongado parangón en sus gargantas metálicas.
Además se retorna
a la fúlgida armonía, con el suave aleteo del corazón y bajo la bóveda celeste
para llenarse las calles de luces, cirios, cánticos y rezos.
Como agitado batir
de alas, en esos momentos vividos, mi afán se enriquecía del resonar de melodías
en torno a un barrio devoto y fiel guardián de su Fe y de sus imágenes.
Frente a la bahía
se divisa la ermita, al igual que la proa del bello galeón, que sirve de andas
procesionales de la imagen de San Telmo, y es el pórtico de un barrio costero y
mariano.
La ciudad de Santa
Cruz de La Palma muestra la serenidad de un trozo de sus entrañas, que con
maestría y con cierta peculiaridad se alza en pétreo coloso.
Siento la añoranza
al recordar los años de mi infancia y juventud transcurridos en los aledaños
del risco y que, aún, transformo en lánguidas contemplaciones por no vivir en
él, desde hace algún tiempo.
De pronto, un 8 de
septiembre, el barrio de San Telmo despierta de su letargo y por arte de magia
el jolgorio se traduce en arte popular.
La Virgen de La
Luz, talla de madera policromada y de vestir, atribuida a Juan Manuel de Silva
Vizcaíno (siglo XVIII), es paseada en un baldaquino, que realza la belleza de
una imagen recién restaurada, y es la devoción del barrio.
Asimismo, a través
de las calles engalanadas, es acompañada por la imagen de San Telmo,
policromada y de vestir, de autor anónimo (siglo XVIII), restaurada un año
antes que la de la Virgen, en un artístico galeón (siglo XVII), de Bernardo
Manuel de Silva, restaurado en el taller de restauración del Excmo. Cabildo
Insular de La Palma.
La mirada, sin
límite, a un mar de luceros de quienes poseen unos ojos marineros es la única
forma perfecta de amor. Es un lenguaje roto entre distintas maneras de ver las
cosas y concebir un mundo abierto a la unión de una fe y de un constante latido
de trinquetes y sirenas, de jarcias y timones…
Escribo, sin lugar
a dudas, sobre el inagotable hálito de un barrio en transmitir una huella de
amor.
La verdad, no es
otra, que descifrar en ese día de la Onomástica que grande es ser testigo del
testimonio cierto que aún no he acertado a transcribir, como tantas otras
cosas.
La proximidad de
la mar es el encuentro de dos manifestaciones muy simples y desnudas que se
funden.
Comprendo que corto es el
tiempo para saber, que no es bastante el testimonio transmitido por mí, como
testigo.
La Virgen de La
Luz, junto a San Telmo, y el mar se hallan unidos de las manos en los lazos de
amor fraternal, que es un fragmento de la mística unión entre la Madre y los
hombres de la mar. (Domingo Cabrera Pérez).
Programa 2001
“Cuatro varales”:
Son pocos los que sienten la llamada de María al paso de su bendita imagen por
nuestras calles y plazas, ya que entre el gentío, el ronco pregón de los
tambores y la algarabía del barrio sumergido en fiestas, hay que estar prestos
a captar el mudo diálogo que se establece desde su baldaquino hasta los
recónditos confines de nuestra alma. Sin embargo, a cada paso de la procesión
la Virgen de La Luz nos dirige palabras de consuelo y aliento que nos
reconfortan en los momentos difíciles, y que sólo Ella conoce.
Cuando el
cansancio ha huido por los oscuros caminos de la noche, y su mirada nos
envuelve en un hálito de pureza virginal, un año más su sonrisa parece
decirnos:
“Soy María de La
Luz, su Madre, Señora de este lugar, y guardiana de la fe de mis hijos. Desde
un altar contemplo la majestad del puerto y la sencillez de mi barrio,
compendio de ilusiones y esperanzas en un mañana prometedor de venturas y
alegrías. Es por eso que conozco bien sus pesares y afanes, y cada mes de
septiembre, desde hace ya muchos lustros, salgo a colmar de amor divino sus
calles.
Escucha… confía…
alégrate… cada volador que surca la espesura de la noche es una saeta clavada
directamente en la tristeza del emigrante, convirtiéndola en añoranzas que lo
harán regresar a nuestro lado; cada bengala, una luminaria de fe que alumbra
vuestro sombrío caminar por el lodazal de los egoísmos humanos, y cada
“descanso” una oportunidad para la reflexión y el sosiego. Las flores que
desparramadas a mis pies festejan mi gloria constituyen una alfombra de
plegarias contenidas en este largo año de espera, y que yo deposito ante la
bondad de mi Hijo.
Sé que faltan
muchos buenos vecinos de otras fiestas, pero también sé que se han preocupado
de engalanar sus almas con la dicha de los justos, y de ese modo hacer brillar
aún más la noche más bella de este barrio”.
La Virgen pasa
ante nuestras puertas y balcones, y una vez vividas las fiestas patronales
podremos decir sin lugar a dudas que, al igual que los mástiles del Galeón
sostienen las velas de la embarcación dominica y la inocente espadaña muestra
orgullosa sus campanas al viento, es en estas jornadas gozosas de sabor mariano
cuando la fe, la Devoción, el Cariño y la Gratitud de
mi pueblo se convierten en los cuatro varales que sostienen el cielo de oro y
rosas bajo el cual resplandece la Estrella más hermosa de mi viejo San Telmo… (Domingo
José Cabrera Benítez).
EL DÍA: sábado, 8 de
septiembre de 2001
“Inflamados de
amor”: Como el fulgor del relámpago, brilla en mí el ansia de narrar la
tradición de un barrio que con devoción celebra la onomástica de su Virgen
Ntra. Sra. de La Luz y su patrón San Telmo.
Las calles con sabor ancestral, renovadas
por el tinte del tiempo, comparten el aroma del incienso y el murmullo del
rezo.
La alegría de su
gente, que es el sincero saludo de su corazón, se mezcla en el apoteósico
aplauso pirotécnico.
La Madre y su
Guía, cual luceros relucientes en una noche iluminada por la fe, parecen ser
reverenciados por las demás estrellas del firmamento, que es la bóveda que
envuelve el abrazo marinero del barrio.
Traduciendo los
sentimientos transmitidos revivimos los recuerdos de una infancia transcurrida
en los aledaños del templo, en torno a la memoria de los antepasados que
rememoramos en silencio año tras año.
A la esperanza que irradia María se une el
fervor de unos hijos que en septiembre mágico e inolvidable embellecen los más
recónditos rincones para recrearse en la mirada de la Estrella de la mañana.
Para gloria de
Dios y de su Reina concebida sin mancha original, el sublime marinero (San
Telmo) va marcando la ruta hacia el arrepentimiento y el idílico amor,
resplandor de navegantes.
El continuado acto
de fe, esperanza y amor, de adoración y reparación constituyen la esencia de
unos moradores laboriosos en constante renovación.
En el barrio de
San Telmo se conjuga lo viejo, mostrando lo pintoresco y patrimonial, y lo
nuevo con espíritu de modernidad y crecimiento de la ciudad, reflejando el
temple de los pilares que sostienen la idiosincrasia de una realidad
socioeconómica, cultural y religiosa en la reciente andadura por el tercer
milenio.
El gran día de
María y de San Telmo está lleno de gracias y de bendiciones divinas para el
barrio y sus vecinos y que, humildemente, pronunciando el nombre de Ella nos
consolará en la hora de la muerte, que muy dulce es para sus devotos durante la
vida.
Al igual que San
Bernardo, contemplando a su buena Madre, enamorados diremos: “¡Oh excelsa, oh
piadosa, oh digna de toda alabanza Santísima Virgen María, tu nombre es tan
dulce y amable, que no se puede nombrar sin que el que lo nombra no se inflame
de amor a ti y a Dios; y sólo con pensar en él, los que te aman se sienten más
consolados y más inflamados en ansias de amarte!” (Las Glorias de María. San
Alfonso María de Liborio). (Domingo Cabrera Pérez).
EL DÍA: sábado, 7 de
septiembre de 2002
“San Telmo y su fiesta”: Un año más
estamos ya a las puertas del día de la Virgen de La Luz y San Telmo. Con
cientos de convecinos esparcidos por lugares distintos al nuestro. Es, sin
duda, el acontecimiento central del barrio para hallarnos unidos, ofreciendo el
único sentido a la vida de cada uno de sus hijos. Sin otras pretensiones que
sea una ocasión siempre rica para la meditación, la contemplación y la
celebración.
Llega el mes de
septiembre y con él se enciende el fervor de los vecinos para celebrar su anual
fiesta con devoción popular, que contagia e invita al reencuentro de viejas
tradiciones con las innovaciones que la pauta del tiempo nos impone. El
ambiente familiar y sosegado de esta zona de la ciudad, tan peculiar, cuando se
va acercando la celebración de la Natividad de María, se transforma en
bullanguero, revelando el sentimiento alegre y laborioso con el religioso y
ancestral.
La gente con fe y
con ese ímpetu de manifestar su creencia y confianza renovará una vez más su
amor a las bellas y valiosas imágenes de la Virgen y de San Telmo con su galeón
de incalculable representación artística de la época. Desde siempre, el barrio
ha sabido expresar su propia herencia, dotándola de un carácter especial y
singular. Participa con sensibilidad y convicción en su patrimonio religioso
más importante.
La fiesta de Ntra.
Sra. de La Luz y del santo Patrón es tiempo de esperanza para dar testimonio
constante de su solidaridad y preocupación por las causas sociales, y afrontar
con humanidad la vida cotidiana. El Tanquito, calle de San Telmo, el Cabo,
Timibúcar, el Galión, calle Navarra… nos habla de un pasado y nos relata la
identidad del sector en el tiempo, que se proyecta hacia un futuro divulgador
dentro de un marco abierto y dinámico.
En medio de tan
digna mención sobresale la ermita con su especial encanto, que se adorna en el
interior para mostrar la armonía de la construcción y el marco incomparable de
la onomástica. Y en el exterior, se patentiza la algarabía de los concurrentes
con los acordes de la banda de música, cornetas y tambores y los fuegos
artificiales que son una magnífica y explosiva exhibición.
Un sencillo gesto
personal compartido en muchas horas durante años es el mejor regalo que le
podemos dar a María, Madre de gracia, Madre de misericordia, que saciará
nuestra sed espiritual y colmará de bendiciones nuestro arrepentimiento. Y, por
último, implorar a Dios Omnipotente, Uno y Trino, para que alcancemos más
fácilmente sus gracias siguiendo el ejemplo de la vida de oración y de
penitencia de su siervo San Telmo, quien recibió los dones celestiales desde su
tierna infancia, llegando a transmitir una huella de amor a los hombres de la
mar. (Domingo Cabrera Pérez).
Programa 2003
“Recuerdos de
un pasado memorable”: Constituye una gran satisfacción para mí poder contar
con el apoyo del frágil recuerdo de mi contumaz memoria para hablar de un
pasado memorable del barrio de San Telmo, ligado a la veneración de las
imágenes de Nuestra Señora de La Luz y de su Patrón.
Su Fiesta de
septiembre es un acontecer repleto de entusiasmo, trabajo, colaboración y de
tantas manifestaciones por sus calles y rincones, quedándonos atónitos ante el
derroche de muchos sacrificios convertidos en auténticos vítores a la Madre de
Dios.
Sin olvidar ser
parte integrante del pasado y presente vigente vinculado a la pauta del tiempo,
nos adentramos en la historia de un antaño que ha dejado un rico legado.
Imprescindibles y
de gran interés son los testimonios transmitidos de los mayordomos habidos en
la ermita, a partir del umbral de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros
días, como don Gabriel Gómez, doña Josefa (Morita), doña Lola de Las Casas
Pérez… y otros más que, aún, perviven como fuente inexcusable.
La colectividad
nos reclama extraer los nombres de don Félix Hernández Rodríguez, inolvidable
párroco de El Salvador; don Felipe López, que con su quehacer musical estrenó
su Loa a la Virgen de La Luz (1966); don
Manuel Pérez Páiz y los innumerables colaboradores, todavía vivos o difuntos
como los anteriores, que hicieron posible el esplendor del evento anual
relacionado con la intensa actividad ciudadana, teniendo una relevante
importancia en algunos aspectos fundamentales del enclave.
El jolgorio y la algarabía forman un
lazo entre los sentimientos y la devoción para que el gentío disfrute y
contemple el apego de los convecinos durante el recorrido procesional en una
noche mágica, siendo elogiable la labor de las familias y de los estimables
incondicionales, artífices de tal realidad, con un afán desinteresado y
emprendedor. (Domingo Cabrera Pérez).
Programa 2004
“La Fiesta de
La Luz”: A los sones de los acordes de cornetas y tambores amanece un
barrio, como si se despertara de un letargo. Algo que surge del silencio
adormecido por el acontecer diario de uno al otro septiembre. El cielo se viste
de gala en una fecha, única y singular, de las celebraciones marianas. A todos
contagia por la explosión de color y sonido, que se transforma en perlas y
diamantes, en ágatas y rubíes, en esmeraldas y olivinos… Desprende la esencia
de la pólvora para enlazarse con el fragante mensaje de las rosas y claveles.
La algarabía se
contagia con el encantador marco de balcones, ventanas, plazas, rincones y
calles engalanadas con la humana intención de los mortales. Suspiros llenos de
sentimientos por la Virgen, Reina y Señora, y por su santo Patrón, San Telmo.
La onomástica es una proclamación
de fe en medio de un inmenso trasiego de fervor y de identidad. La elevación al
cielo de las plegarias gira en torno al amor de María, nuestra Madre, en su
advocación de La Luz.
Cuando nuestros
corazones sirven de guía para encontrarnos con las tradiciones, valorando
extraordinariamente lo que poseemos, la calma reina entre los sufrimientos y
cuantas adversidades tengamos en la vida. Lo mismo sucede en el ánimo de los
moradores del entorno de la ermita al llegar los festejos. El latir acompasado
se apresura a contemplar las bellas reliquias desfilando por sus estrechas y
remozadas calles. (Domingo Cabrera Pérez).
Programa 2005
“Resplandor y fe”:
Llegar a septiembre es hallarnos obligados a cumplir la cita con las fiestas
del barrio de San Telmo. Nos encontramos comprometidos a la alegría y devoción
de unas bellas imágenes que recorren las estrechas y tortuosas calles del
entorno en busca de sus esperanzados creyentes.
Ntra. Sra. de La
Luz es más que un símbolo de devoción y espiritual. Constituye el resplandor de
la confesión cristiana avalada con el calor de una herencia católica y de un
esfuerzo consciente a una labor sin recompensa. Sólo, tiene la gratitud eterna
de un Dios Omnipotente, Uno y Trino a los que aman a su Santísima Madre.
En el cielo se
dibujan multicolores siluetas al paso del Patrón y de la Virgen para hacer
realidad los sueños ilusionados del recuerdo a un pasado y a un presente en
armonía a la fiel tradición de los vecinos de un extremo al otro de este sector
ciudadano: El Cabo, Timibúcar, Tanquito, Navarra, Tres de Mayo, Galión,… En la
memoria se encuentran los nombres de aquellos difuntos y ausentes para
ayudarnos a sostener los varales del virginal baldaquino y del artístico
galeón.
La bandera, signo
de gracia y de pregón, ondeando junto a la vieja ermita confeccionan una postal
con alma marinera y mariana hacia un océano que extiende sus brazos y fortalece
el lazo de unión y fraternidad con los acordes del azul, la brisa y la fe,
frente a un horizonte convergente en la distancia para veneración y gloria de
María. (Domingo Cabrera Pérez).
LA OPINIÓN de Tenerife: viernes, 9 de septiembre de 2005
“Fiestas de San
Telmo”: En el sosiego del mes de septiembre el barrio de San Telmo, en
Santa Cruz de La Palma, celebra sus fiestas patronales con gozo y la algarabía
de siempre. Es un compendio y, al mismo tiempo, un contraste entre lo popular y
religioso, lo tradicional y progresivo, lo pasado y presente… Es un constante
renovar lo viejo por lo nuevo, sin perder el signo de identidad en la
constancia y heredad de los antepasados. La implicación y el amor a lo deseado,
que, nos dejan huellas en el corazón, resurgen en la memoria y en los
sentimientos ancestrales constituyendo el esfuerzo incuestionable de todos los
rincones del entorno.
Durante algunas décadas se ha puesto de
manifiesto el concebible adagio palmero: “ser como la humilde gota del bernegal
que gota a gota horada la piedra, no por su fuerza sino por su constancia”.
Creo que con lo
dicho, se pone en evidencia el espíritu de devoción a unas bellas imágenes que,
año tras año, recorren las estrechas y tortuosas calles de esa zona ciudadana,
perdurando con esplendor en honor de Nuestra Señora de La Luz y San Telmo.
Por último, por la
valiosa colaboración, felicitaciones al sector parroquial y vecinal, mayordomo,
devotos, asociación de vecinos Quisisana, incondicionales y entidades. (Domingo
Cabrera Pérez).
Programa 2006
“María, Madre
de gracia, Madre de misericordia”: Estas bellas grandilocuentes
advocaciones se le dan a la Santísima
Virgen cuando en septiembre celebramos las Fiestas de La Luz y San
Telmo. La fe y la devoción de un barrio llenan cada rincón por donde pasan las veneradas
imágenes de la Madre Divina y del fiel Patrón en su inolvidable Galeón (s.
XVII), cumpliendo la cita anual con los feligreses, parroquianos de El
Salvador. Todo transcurre con júbilo en el entorno del vecindario, ante la
mirada atónita y presencia de un cielo iluminado por la algarabía de los
saludos pirotécnicos. Entonces, la mar se llena de aroma por el agradecimiento
de una tradición centenaria.
Ntra. Sra. de La
Luz, acompañada por San Telmo, navega en los corazones de tantas mujeres y
hombres, gente sencilla, que sienten la necesidad de manifestar el esfuerzo y
el cariño de una celebración para integrarse con su entrega en la historia y
memoria de los antepasados.
Los aledaños de la
Ermita, Pintado, Timibúcar, Tanquito, Galión, Cabo, Navarra, Tres de Mayo… se
convierten en engalanadas sendas, siendo un laborioso trabajo e incondicional
tributo a lo religioso, patrimonial y popular.
Las calles se
adornan y compiten entre sí por la belleza y vistosidad. Se organizan actos
deportivos, culturales y un largo etcétera, aunque el centro de la fiesta son
los consabidos Patrones. (Domingo Cabrera Pérez).
Programa 2007
“Virgen y Madre”:
¿Virgen y Madre? ¡Qué suerte! La entrega alegre y la generosidad abierta a una
fecha del calendario en un barrio para la devoción mariana hace, aún, más denso
el pensamiento e imaginación humana. La virginidad de María está firmemente
avalada por la transmisión evangélica.
Ntra. Sra. de La
Luz, símbolo inseparable de San Telmo, enclavado en un emblemático paraje
ciudadano ha conocido, al paso del tiempo, el progreso cultural y social.
“Nunca hemos
acabado de hablar de María” decían ya de antiguo los teólogos y seguimos
haciéndolo con la muestra de cariño a unas imágenes de candelero. La Virgen fue
esculpida alrededor de 1718 y atribuida a Juan Manuel de Silva Vizcaíno. Y la
otra, el Patrón del sector, posiblemente del s. XVIII y de estilo barroco
canario, posee unas andas portadoras de la nave procesional, realizada en
madera sobredorada y lienzo, que representa un galeón español del s. XVII. Una
réplica del mismo se halla en el Museo Naval de Madrid.
La Madre con su
elección, con su perseverancia mantenida, con su entrega total y su fidelidad a
través de todas las pruebas, continúa su vocación excepcional de primera
creyente, ejemplo de respuesta a la palabra y muestra del camino que nos ayuda
a dar nuestros pasos en la Fe.
La Virgen de La
Luz y San Telmo, desafiando el rumbo del destino a cada uno y retando a los
vecinos a la veneración en los distintos rincones de la zona, nos ayudan a que
reine la alegría en torno suyo y de la ermita, de la cual se ignora la fecha de
su fundación, aunque debió ser antes de 1551. Las familias benefactoras
contribuyen a enriquecer el recorrido, junto con la algarabía del gentío, los
rezos de los fieles y la salutación pirotécnica, bajo un cielo cómplice del
hermanamiento con los hombres de la mar.
¡Alégrate, Reina
del Cielo! Y, como ella, todos nosotros en la tradición recobrada del gozo de
María y del Santo Siervo que es mensaje y lección en el peregrinaje de la vida.
(Domingo Cabrera Pérez).
LA OPINIÓN de Tenerife (El
Correíllo): domingo, 9 de septiembre de 2007
“San Telmo y su
ayer”: Con la llegada de septiembre celebramos las Fiestas del barrio de
San Telmo, al sur de la capital palmera, que con júbilo rinde pleitesía a las
sagradas imágenes de María, con advocación de La Luz, y de su Patrón. Los
recuerdos me trasladan a un espacio del tiempo en la memoria con ansias de dar
a conocer un ayer repleto de anécdotas. Vivencias alrededor de una ermita,
símbolo señero y pórtico del puerto, y de unos rincones singulares. No sé cómo
relatar aquellos años de unas gentes con afanes cotidianos sencillos y con espíritu volcado en la fe. Lo
haré, simple y llanamente, con buena intención de darlo a conocer. La esperanza
de compartir lo añorado por cientos de vecinos, que, anualmente, aúnan sus
esfuerzos para resaltar sus creencias, me hace feliz. La feligresía se agolpaba
en torno a la Virgen y San Telmito, que paseaban procesionalmente por las
calles estrechas y encaladas. Cada sector manifestaba su fervor con agrandar la
algarabía. Fue un reto a la competitividad entre unos y otros. El tanto ruido
de las abundantes tracas, cohetes (voladores) y ruedas de fuego se completaba
con las bengalas, cuadros plásticos alusivos a pasajes marianos y loas con
coros mixtos-polifónicos. El templo, bello y de determinada factura
arquitectónica o tipología, se engalanaba con gran riqueza floral y colgaduras,
que parecía un edén de abrumadora fragancia. Fue un quehacer obligado a ofrecer
cariño a los fieles, devotos de la Madre y del fiel Titular. En la octava, al
resplandor de la Onomástica, se recorría la calle Real y sus aledaños. La
bandera ondeaba con alma marinera hacia un océano, que extiende sus brazos y
fortalece el lazo de fraternidad. (Domingo Cabrera Pérez).
Programa 2008
“Madre de todos”:
Sed de llegar a todos los hombres y mujeres, sean o no vecinos, con un mensaje
de amor, paz e igualdad. No cabe duda alguna, la ocasión nos enardece el
corazón y surgen los más hondos sentimientos para que nuestros ojos contemplen
la maravillosa visión espiritual como expresión de gozo y devoción por las
calles y rincones del sector.
Nuestra Señora de
La Luz (s. XVIII), atribuida a Juan Manuel de Silva Vizcaíno y en la hornacina
central del retablo mayor (s. XVII), -decorado con temas platerescos pero con
técnica barroca- elegante y radiante en su bello baldaquino dorado y consagrada
en pleno derecho y ejemplaridad en el servicio y la sumisión a la palabra que
nos integra en la fe, llama la atención desde el primer momento que asoma bajo
el umbral de la ermita, la cual presenta una concepción unitaria y una grata
simetría. Sobre las andas procesionales -ejecutadas después de 1681- que
representan un galeón español del siglo XVII, San Telmo, Patrón, surca la mar
evangélica, llamando a María por su nombre: Madre; siempre se refiere a la
Virgen resaltando su maternidad personal de Jesús y prepara la universal de
todos los hijos para cuando nos declaremos hermanos.
De un extremo al
otro del barrio se abren puertas y ventanas para festejar la solemnidad, vibrando los acordes
musicales y voces acompañados de representaciones plásticas sumidas en el
embrujo de una bóveda celeste multicolor, mágicos destellos, fiel reflejo de
bengalas y tracas. Frente al océano bogan los recuerdos e hitos históricos en
torno a unas imágenes centenarias, que son la tradición recobrada del
compromiso a una faceta ancestral y a sentir en nuestra vida. ¡Alégrate, Reina
del cielo! Y con ella, todos nosotros. (Domingo Cabrera Pérez).
Programa 2009
“Cincuentenario
mariano”: Con el sonar de las campanas al vuelo me invitas a ir a ti,
Señor, como lo hizo tu Madre, bajo la advocación de Nuestra Señora de La Luz.
Con ese hermoso nombre entró en la historia de un barrio, dando un paso
decisivo, con aquellas palabras que definen su firmeza de espíritu fuerte y
humilde: Háganse en mí según tu voluntad. Y, en medio de las tormentas del mar
de la vida se halla el santo Patrón, talla anónima y posiblemente del siglo
XVIII, de un corazón manso para regalarnos con la mayor sencillez humana a tu
discípula predilecta y mi mejor maestra.
El aroma del
incienso, la fragancia de las flores, el murmullo ferviente del rezo, el
aplauso pirotécnico, los acordes de la Banda de Música, el acompañamiento de cornetas
y tambores… transportan a la memoria de los convecinos una fecha, 8 de
septiembre, y el recuerdo de cientos de anécdotas de cuando comenzaron las
devotas imágenes de candelero a recorrer procesionalmente Timibúcar y la nueva
zona de viviendas unifamiliares adosadas construidas entre las calles de San
Telmo y Tres de Mayo. Han transcurrido cinco décadas de traqueteo de las
jarcias, trinquetes, pólvora y jolgorio del gentío desde aquel comienzo de doña
Lola de las Casas Pérez, mayordoma, con la colaboración de su sobrino don Pedro
Manuel Francisco al frente de la vieja ermita, cuya fundación debió ser antes
de 1551. El acontecer de los momentos lejanos nos invita retenerlos y
someternos a la protección divina de una Virgen (1718), esculpida por Juan Manuel
de Silva Vizcaíno, en su dorado baldaquino y a la admiración de un artístico
galeón de finales del XVII y atribuido a Bernardo Manuel de Silva. (Domingo
Cabrera Pérez).
Programa
2010
“Reina de la
paz”: Qué hermoso nombre para la Virgen de La Luz, Señora y símbolo de los
que viven su fe. En este año de Bajada se han unido en silencio, ante los ojos
de María, los sentimientos maternales y filiales en la vieja ermita, atalaya
firme, añeja de tradición y de valerosas vivencias, nexo del azul celeste y
oceánico, reivindicando el abrazo con tantos hombres de la mar, que supieron
responder al amor incondicional con la simplicidad y elocuencia de una frase:
“Causa de nuestra alegría”.
Las constantes
muestras de cariño por unas veneradas imágenes se manifiestan en septiembre con
la Fiesta del barrio capitalino de San Telmo. Junto al Patrón (Beato Pedro
González), que la devoción popular ha elevado al podio de la santidad, se
celebra el cumpleaños de la Madre de Dios y nuestra, elegida por el mismo
Jesucristo mientras moría clavado en el madero, y que es la mujer más grande de
la historia. Su nacimiento alegra el universo, por ser la estrella que anuncia
un tiempo nuevo de salvación. Plena de gracia desde el primer instante de su
concepción es la síntesis de la hermosura contemplada. La juventud y cualquier
otra persona del siglo XXI deberían ver en Ella el mejor ejemplo para su vida
cristiana.
En medio de un sol
radiante, una luna plateada y un baldaquino dorado como modelo de pureza se
pasea, en los recorridos procesionales, por las calles adoquinadas y
variopintas del entorno vecinal junto al galeón portador del santo dominico,
protector de mareantes y pescadores, a hombros de fervorosos cofrades inmersos
en la melodía musical de emotivas loas, cuadros plásticos, partituras,
cornetas, tambores y del sonido, luz y color de las tracas transformadas en
fuegos artificiales. (Domingo Cabrera Pérez).
Programa
y El Bernegal 2011 (http: www.domingocabreraperez.blogspot.com)
“Azul marinero”:
La mirada amorosa de la Madre, cual refulgencia venida del cielo, se hermana
con el mar y es el lucero que guía el sendero de los hijos fervorosos, clamando
su clemencia por ser portadora del mensaje redentor de Jesús en medio de la
serena noche septembrina. Se iluminan los aledaños de la vieja e histórica
ermita y aparece la Dama vestida de azul turquesa, bella, junto al santo
Patrón, repartiendo dulzura, esperanza y bendición a raudales en los rincones
del barrio de San Telmo.
Nuestra Señora de
La Luz es santuario y faro de muchos marinos, que con audacia cruzaron las
inmensas aguas del Atlántico de una a otra orilla, todos capitanes de altura o
de la carrera de Indias. Vaya el emocionado recuerdo a ellos y a los que
constituyeron la tripulación de la flota isleña, dando auge a la economía de La
Palma. Fueron seres caracterizados por su sencillez, responsabilidad y por su
admirable dominio del manejo de aquellos complicados trapos que permitían a las
naves surcar el anchuroso océano y dar al mundo una civilización. Su existencia
transcurrió, en esas lejanas fechas, sobre la movediza superficie “azul
turquesa”, salpicados de sal y bañados por la caprichosa y blanca espuma.
A la luz del
resplandor divino, no sólo podremos interpretar los acontecimientos de esta
vida con la verdadera visión de la fe, sino que esperamos la eternidad con la
garantía de que el amor de la Virgen no puede defraudarnos. El día de hoy,
Fiesta de la Natividad de María, es de gozo y de gratitud. Lo primero, por el
nacimiento y, lo segundo, porque Dios hizo obras grandes en Ella. Su cumpleaños
alegra el universo por ser la Estrella que anuncia un tiempo nuevo de salvación
para los hombres. (Domingo Cabrera Pérez).
No hay comentarios:
Publicar un comentario