El título de la presente publicación me sugiere abrir el
corazón, maltrecho por la desafortunada noticia llegada a través de la prensa
provincial, al buen amigo Antonio Gutiérrez San Gil (1926-2018). Fue todo un
ejemplo de caballero, nobleza, pundonor y amistad con quienes se relacionaba a
diario. Sencillez caracterizada en la sonrisa socarrona y mirada discreta,
observando a los demás con sutil meticulosidad emitiendo, posteriormente, un
juicio tolerante y comprensivo a la espera y escucha del acompañante de turno.
En silencio acalló los pasos de un extenso peregrinar, que
duró nueve décadas, siendo el umbral del centenario, en este mundo variopinto y
significante vector que nos conduce a la Casa del Padre Celestial entre
interrogantes y promesas fundadas en la Gran Tribulación del final de los
tiempos.
Un bagaje de conocimientos transformados en sabia experiencia,
puesta en práctica y sigilo vital con el buen humor exteriorizado en su
semblante, para enseñarnos a ser diferentes con una conciencia abierta a los
avatares humanos de un encuentro con la despedida y memoria de lo acaecido
entre los mortales.
Es una pérdida muy sentida, porque era una persona
carnavalesca indiscutiblemente presente en el “Lunes de los Indianos” de las
fiestas del Carnaval de Santa Cruz de La Palma con un papel destacado en la
popularización. Sus expresiones filosóficas, en cuanto nos referimos a lo
lingüístico de sus frases, transferidas a los carteles que portaba, nos sirvió
de admiración y comentario como un respetuoso número festivo, no transcrito en
el Programa informativo del evento.
Su fallecimiento el pasado lunes, 28 de mayo, nos dejó
boquiabierto por lo inesperado, en soledad y en la incertidumbre del acongojar
desconsolado. No solo la gente mayor lo quería, sino también los jóvenes, entre
ellos yo, ya que transmitía sinceridad y fácilmente identificable, toda una
enciclopedia abierta. Me quedo con muchos recuerdos y todos buenos. Las amenas
tertulias agrandaban esos lazos de pareceres y motivos personales, que
agrandaban la grandeza y disponibilidad del instante compartido. Pienso y no
con presunción, que ha sido un excelente tertuliano.
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