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La leyenda de San Borondón. Una isla imaginaria y fascinadora |
Los contornos de una isla imaginaria, la mítica San
Borondón, siempre me ha fascinado. Por eso estoy escribiendo para socavar
de mis pensamientos algo de ella, cuanto sepa o me imagine. La isla que aparece
o desaparece, una y tantas veces, decimos haberla visto, incluso algunos
manifiestan haber pisado su orilla y contemplado un vergel de belleza, poblado
de animales asilvestrados, serviles al hombre, quienes compartían compañía y
convivencia doméstica.
Se ha realizado un estudio de la cartografía sobre
este misterioso territorio a lo largo y ancho de la historia, representado en
decenas de mapas, incluido uno del ingeniero italiano Leonardo Torriani
(1560-1628), en 1592.
Esta isla, según los investigadores, conforma uno de los
paisajes más cautivadores de nuestra historia y de nuestra geografía y, por
supuesto, ha penetrado en el universo cultural de los isleños, que encuentran
en la escurridiza roca una seña común de identidad.
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El misterio de San Borondón |
Entre las leyendas y mitos de las islas
canarias, existen bastantes misterios que desentrañar o considerarlos falsos
reflejos de nuestro inconsciente, ilusiones producidas por fenómenos
atmosféricos.
“Pero, ¿cuál no sería su asombro cuando conocieron que la
que habían tenido por una verdadera isla no había sido, en la realidad, sino
una monstruosa ballena que desapareció al instante?
Este extraño
suceso, que no es menester creer, dio sin duda, todo el fundamento para que a
nuestra isla incógnita se le aplicase el título de San Borondón, […]”,
(citando un texto antiguo).
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El enigma de la isla fantasma |
Escribo para combatir la tiranía de lo cotidiano. Para
bostezar ante el aburrimiento. Para entrometerme en el laberinto de la soledad
o en busca de la fascinación de la serenidad vital. Sabe que la palabra es la
expresión de lo pensado, el vehículo de la comunicación. El testimonio de vida.
Y el distingo de los seres superiores. Se escribe para manifestar lo que se posee
dentro, lo que corre por las venas, lo que alimenta y excreta el cerebro.
Y sabe que, el juego de la inteligencia, es el juego más
objetivo de todos los juegos. La utilización de la mente para el
desenvolvimiento propio y ajeno, sin duda, el mejor recurso, para mantener la
comunicación consigo mismo, para verse reflejado, reflexionado en un espejo, en
el espejo del papel garabateado.
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El contorno de la isla errante |
Bombardeado por estímulos, que se infiltran por los
sentidos, que se entrecruzan en los caminos más divergentes, que se funden y se
repelen, para que al final converjan, construye nuevos materiales para el
pensamiento. Somete al objeto y al sujeto al veredicto de la interpretación. Al
juicio favorable de la verosimilitud o a la sentencia condenatoria del error. Y
el error es la regla. La verdad es percance del error. La verdad histórica no
existe. Existe la verdad imaginada, la verdad poética, la verdad humana. La
verdad criatura de la oscuridad de mi mente, de la tuya. La verdad que yo
imagino que es verdad. Pensar por pensar, sin meta y sin premio. Al fin de
cuenta, la meta es inalcanzable y el premio intocable. Es una isla mítica,
imaginaria, como ya dije al principio de éste, pero a la que se le ha puesto
contorno y se le ha situado en los mapas. A lo largo del tiempo ha sido un
rompecabezas o una pieza de un puzle perdida en el infinito ilimitado, que
nunca se encuentra ubicada, en el sitio donde tiene que encajar o de estar para
formar un todo, ansiosamente buscado por navegantes e intrépidos marinos con la
piel curtida de sal y quemada por el furibundo astro solar.
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Vista desde la lejanía inaccible |
“La existencia en Canarias del mito de San Borondón se
sustenta en tres pilares básicos. Por un lado, las leyendas de la Antigüedad
clásica que hablaban de la existencia de las Islas Afortunadas. En tiempos de
los romanos se incluyera, a través de los primeros geógrafos como Claudio
Ptolomeo en el siglo II d. C., una isla denominada Aprositus, que literalmente
significa inaccesible. Por otro, la aparición periódica de un efecto
óptico atmosférico, que hace que, en determinadas ocasiones meteorológicas, los
habitantes canarios vean en distintos puntos del horizonte algo que pueden
identificar como una ínsula más. En la época de los descubrimientos geográficos
esta aparición se consideraba un indicio de que quedaban tierras por descubrir
en el océano Atlántico. El tercer pilar del mito es la historia del monje
irlandés Brendan de Clonfert, San Borondón, que vivió entre el V y VI. Este
santo es conocido, sobre todo, por unos manuscritos datados en el IX y X, que
dan cuenta de la Navigatio Sancti Brandani, un periplo oceánico, que el
monje hizo en compañía de otros clérigos y que le llevó a una serie de escalas
fabulosas, entre las que se encuentra un gigantesco pez que confundieron con
tierra firme y en cuyo lomo celebraron una misa de Pascua”.
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San Borondón. Ojos curiosos |
Después de tantas vicisitudes de quererla ubicar, aunque se
hace cerca de Terranova, que será una de las posiciones más frecuentes en los
mapas posteriores, pero en este caso es particularmente interesante, porque
incluye una ilustración de un barco de monjes cristianos anclado en la ballena
borondoniana y unos personajes sobre el lomo del animal.
“En esos mares del norte permanecerá la isla errante para
los cartógrafos europeos, pero en nuestro archipiélago seguían considerando que
San Borondón es una isla canaria y, era tal, el convencimiento de su
existencia, que acabaron por cartografiarla algunos personajes destacados en
tales menesteres. De esa forma se avivaba el interés por descubrir, de una vez
por todas, el misterio de esta isla inaccesible, y de hecho fueron muchas las
expediciones que se organizaron para descubrirla. La fuerza de la San Borondón
canaria fue tal que los cartógrafos de Europa acabaron devolviendo la isla a
nuestras costas”.
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La fuerza de San Borondón canaria |
Mientras nos niegan su existencia, sin embargo, San Borondón
sigue estando en Canarias, al menos en forma de isla mítica conformadora de uno
de los pasajes más cautivadores de nuestra historia y de nuestra etnografía.
Por último, Poggio y Regueira, también, realizaron algunas
aportaciones en este campo en el libro La isla perdida, publicado en
2009, en el que señalan que “el mito de San Borondón es patrimonio de todo
el archipiélago. En no pocas ocasiones en esta tierra se ha dejado ver desde
las otras atalayas canarias, penetrando su recuerdo en la etnografía, la
literatura, la toponimia y, sobre todo, en el universo cultural de los isleños,
que hallan en la escurridiza roca una seña común de identidad. Si San Borondón
tiene un significado simbólico, este seguramente estará relacionado con el
placer de descubrir lo intangible más allá de lo que la razón nos enseña”.
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