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domingo, 17 de septiembre de 2023

PALOMAS MENSAJERAS

             Con serenidad y santa paciencia hago fluir a la mente retales de mi memoria, sobre lo que va a transcurrir en este escrito en cuestión y que de una u otra forma me ha fascinado toda mi vida por desarrollarse a lo largo de mi longeva edad. No dilato más el tiempo ni, tampoco, malgasto un espacio de lo necesario para ubicarme en el balcón de mi vivienda y observar un inhóspito paraje, por una parte, desolador y, por otra, lleno de coches, poblado de edificios blancos o colores claros, componiendo una visual variopinta integrada en el urbanismo de ciudad con verdes y exuberantes palmeras. Salpicados aquí y allá, aparece a lo lejos un bando de palomas que han abatido su vuelo para apagar su sed en las aguas de una pelada roca, ‘a cuyos pies tuercen éstas su curso y en cuya cima se notan aún remotos vestigios de construcción’, como pudiera decir de la misma manera en sus ‘Leyendas’ Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1878), fantasmagóricamente en cualquier ocasión como la presente, con énfasis y delicadeza en mi trabajo de matizado interés.

                              Me surgen los recuerdos de la infancia, cuando en mi casa familiar, frente a una plaza de bastante solera, se criaban palomas por el afán, simple y entusiasta, de tenerlas y disfrutar de una afición y entretenimiento merecido al final de la jornada, acompañado de un hermoso palomar en donde ellas tenían la mayor libertad del mundo, sus horas de vuelo, su trato esmerado en medio de la limpieza e higiene adecuada, además, gozaban de los accesorios necesarios para su mejor acomodamiento, reproducción, bebederos, comederos… En sitio aparte las crías o pichones crecían hasta hacerse adultos.

           Siguiendo la referencia a Bécquer, ‘yo no sé si esto es una historia que parece cuento o un cuento que parece historia: lo que puedo decir es que en su fondo hay una verdad, una verdad muy…’.

                              La blanca paloma de ‘La Paz’ es un simbolismo, que repetimos cada 30 de enero, aunque el color no importa, para ser mensajera de un mundo sin guerra, ni odio, ni genocidio, ni racismo, ni violencia, ni nada de nada de lo que acarrea la inestabilidad del amor, del diálogo y de la convivencia como hermanas y hermanos sin condición humana, raza, cultura o estatus social. Las sueltas de palomas por motivos festivos o conmemorativos me hacen entrar en un trance de reflexión por conseguir una ‘tierra prometida’ sin frontera, ‘arcoíris’ sin límite, ‘praderas’ sin final y ‘azules’ inmensos e intensos.

                              Hago mención a lo que el Parlamento de Canarias ha aprobado, el fomento de la colombofilia canaria y protección de la paloma mensajera de la Comunidad Autónoma de Canarias, con lo que establece el artículo 12.8 del Estatuto de Autonomía. En concreto, otorga a las administraciones públicas canarias la obligación de velar y promover la recuperación, mantenimiento y desarrollo de los juegos y deportes autóctonos y tradicionales.

                              Cualquier actividad deportiva constituye un instrumento de relación social, potenciando el equilibrio y la integración del hombre con su entorno, contribuyendo al desarrollo integral de la persona y a facilitar una relación de igualdad con los demás. Por ello, el deporte forma parte de la actividad humana desde la infancia o desde temprana edad.

         ‘La colombofilia es el arte de criar y entrenar palomas mensajeras’. Su finalidad principal es deportiva, selección y perfección genético-morfológica de los ejemplares, mediante el entrenamiento, la competición y una adecuada nutrición e higiene. Se valora el instinto natural para orientarse y regresar a su palomar. Tiene que haber una buena relación entre el colombófilo, propietario y entrenador, y la paloma mensajera, ya que es una raza especial. En todo caso, el uso de ejemplares con fines de competición como lo conocemos hoy en día, se remonta a mediado del XIX, donde Bélgica, a partir de cruces de palomas silvestres, se crean dos prototipos, uno en Amberes y otro en Lieja, ambas ciudades belgas. El primero, para vuelo corto y rápido, velocidad, y, el segundo, para mayor distancia y resistencia, fondo y gran fondo, con el tiempo, el cruce de estos ejemplares, han perfeccionado la genética de los mismos y su aptitud para la competición.

           En 1879, en España se introducen estas palomas, por vez primera, en un palomar militar en Guadalajara y, en 1884, Alonso de Nava y Grimón (1757-1832), VIII marqués, las introduce en su residencia, palacio de Nava y Grimón, situado en la plaza del Adelantado, ciudad de San Cristóbal de La Laguna, procedente de Lieja (Bélgica), fundándose en 1900, en Las Palmas de Gran Canaria, la Real Sociedad Colombófila de Gran Canaria, para dos años después, 1902, crearse en Santa Cruz de Tenerife la homóloga, clubes decanos, existentes en la actualidad.

                              Si bien, la naturaleza de la paloma mensajera es la de vuelo sobre tierra, lo que facilita su descanso y orientación, a lo largo de los más de cien años de historia de la colombofilia en las islas, una serie de ejemplares y cruces, en sucesivas generaciones, que han dado lugar a un genotipo de ellos, singulares en Canarias, con características propias, gran vitalidad y capacidad de lucha y sacrificio, que la hacen especialmente apta para orientarse y volar sobre el mar.

      Se exige un tratamiento y una clasificación diversa y, a veces, no bien definida en nuestro país, clasificándose estas aves en el ámbito militar y de las telecomunicaciones, como paloma de correos o bien como de competición, o de carreras en el ámbito deportivo y tradicional canario y ave de concurso, consecuencia de su fenotipo y exposición o de su actividad deportiva, vinculada a la excelente genética de los ejemplares expuestos, dándole incluso consideración administrativa de especie ganadera, cuando es claro que la razón de ser de la paloma mensajera, en el momento presente, es la competición y no la producción de huevos, carne o pluma. Al ser un ave su dueño tiene que cumplir con un conjunto de requisitos higiénico-sanitarios, al objeto de evitar que puedan enfermar y no puedan competir o transmisoras de enfermedad a otras aves o personas.

                              Desde el principio de la creación, se habla de las aves, concretamente de la paloma como emisora de mensaje. Abrimos ‘La Biblia’ y buscamos la narración del arca de Noé en el discurrir del Diluvio Terrenal o universal, que nos dice: ‘[…] También envió una paloma, pero ésta, al ver que no tenía donde posarse, regresó al arca.

         Siete días después volvió a enviar la paloma, la cual regresó trayendo una rama de olivo en el pico, dando a entender a Noé que la vida renacía en la tierra y que el suelo seco había emergido. Noé entonces esperó otros siete días y volvió a soltar a la paloma, la cual ya no regresó […]’.

               El protagonismo de las palomas mensajeras se manifestó en los clásicos bélicos del séptimo arte o cinematografía, con escenas de la Guerra Mundial, también, con aire de romanticismo, de un modo u otro reflejaba lo acertado de su cometido, a enviarlas a grandes distancias salvando la zona de conflicto para llegar a su destino. Han sido heroínas del espacio aéreo con creces, meritorias de premios y condecoraciones, dignas metáforas de amor en páginas escritas por grandes maestros de ‘Las Letras’, traducidas a todas las lenguas del mundo, pretendiendo ser el instrumento que salvaguarde este espíritu de defensa de las mismas en estado de apogeo y celebridad.

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