La ciudad de Roma. Sabor de la Italia clásica. Vista aérea
Las palabras que formarán parte de la presente crónica de un
viaje, que hice por el año 2001, a la Ciudad
Eterna (Cittá Eterna), sede del catolicismo y símbolo de la cristiandad, es
fruto de un ansia personal del otro lado del mar. Fue mi voz que naufragó para
siempre en la erupción del corazón, como se diría en metáfora. Ahora comprendo
que me encontraba en el epicentro de una ebullición social muy peculiar,
distinta al resto del mundo occidental y fuente religiosa fundamental para la
Europa naciente de conflictos étnicos, cambios culturales y movimientos socio-económicos.
A donde todos los caminos nos conducen, según indica el decir cotidiano del
pueblo llano, y que para el católico es un constante éxtasis poseído por un
lenguaje universal.