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domingo, 1 de septiembre de 2024

EL VERBO ELOCUENTE DE LA DEMOCRACIA PALMERA

        Con el título que encabeza este trabajo nos abre las intenciones de presentar a un personaje de grandes rasgos distinguidos dentro y fuera de la sociedad palmera. Digo dentro y fuera, porque el conocimiento no tiene frontera que valga para ver el alcance universal. Es un bregar breve y constante en medios difíciles, aunque grandilocuentes, de caminos pedregosos o sendas estrechas, que no conduce a nada en concreto. Son maneras hostiles de meditar y contemplar desde una posición destacada y, digo bien, ya que fue un relevante y notable periodista reconocido, también, por su oratoria vibrante, elocuente y enardecida. En esta última faceta destacamos una disertación leída en la colocación de una lápida a la memoria del Príncipe benahoarita, Tanausú, el 13 de julio de 1891. Sus emotivas frases dedicadas a la nobleza del Señor Díaz, Manuel Díaz Hernández (1774-1863), en el descubrimiento de su estatua en la plaza de la Constitución, hoy plaza de España, o quizás el que fue su mejor discurso pronunciado en la plaza de toros, Santa Cruz de Tenerife, cuando fue designado por La Palma para asistir a la Asamblea en la capital única de la provincia de Canarias con motivo del incipiente ‘pleito insular’.