Con el título que encabeza este trabajo nos abre las
intenciones de presentar a un personaje de grandes rasgos distinguidos dentro y
fuera de la sociedad palmera. Digo dentro y fuera, porque el conocimiento no
tiene frontera que valga para ver el alcance universal. Es un bregar breve y
constante en medios difíciles, aunque grandilocuentes, de caminos pedregosos o
sendas estrechas, que no conduce a nada en concreto. Son maneras hostiles de
meditar y contemplar desde una posición destacada y, digo bien, ya que fue un
relevante y notable periodista reconocido, también, por su oratoria vibrante,
elocuente y enardecida. En esta última faceta destacamos una disertación leída
en la colocación de una lápida a la memoria del Príncipe benahoarita, Tanausú,
el 13 de julio de 1891. Sus emotivas frases dedicadas a la nobleza del Señor
Díaz, Manuel Díaz Hernández (1774-1863), en el descubrimiento de su estatua en
la plaza de la Constitución, hoy plaza de España, o quizás el que fue su mejor
discurso pronunciado en la plaza de toros, Santa Cruz de Tenerife, cuando fue
designado por La Palma para asistir a la Asamblea en la capital única de la
provincia de Canarias con motivo del incipiente ‘pleito insular’.