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domingo, 9 de noviembre de 2014

SOLEDAD OTOÑAL

   Está lloviznando
y la baranda del balcón está mojada,
también la calle
con olor a tierra mojada de las primeras aguas.
   A ponerme más ropa
y por la noche a abrigarme
bajo la sábana soñolienta
que me acaricia.
   Salgo y en mis mejillas siento
el rocío, aún reciente con nostalgia
de no ser visto desde los edificios
de una ciudad que se despierta
y de un sol que irradia venganza
de no querer ocultarse tras las nubes grises.
   Frotando las manos oigo
los pasos de alguien que se acerca,
me mira, entonces lo saludo
y me quedo solo, solo en el umbral de la puerta
esperándote…
   Sin más ni más nos alejamos uno del otro,
silenciosamente nos despedimos
con miradas lánguidas
en una mañana fría y oscura.
   Hojas caídas se tornan amarillas
formando alfombras, pasillos, cuál grande belleza.
   En contornos se apilan y aromas despiden
húmedas damas luciendo vestidos,
que suaves brisas arrastran
por colinas y valles, senderos y montes
en medio de valses, sonoros compases.
   Hojarascas que juegan a la rueda… rueda
y al escondite de aquí para allá,
alegres se abrazan y pregonan aprisa:
¡Ha llegado el otoño y el invierno vendrá!