Los orígenes de esta festividad litúrgica se remontan a la
institución hecha, después de muchísimas controversias y vicisitudes hostiles
acabadas en herejía, por el Papa Urbano IV (1195-1264) en 1264, para mayor
gloria y adoración externa de la Sagrada Forma, que por medio de la
Transubstanciación del pan y vino en Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor
Jesucristo durante la Consagración eucarística, se pudo iniciar por los
primeros pobladores después de la conquista. Revistió una gran importancia este
culto a Su Divina Majestad (S.D.M.) entre las familias palmeras siguiendo lo propuesto
por el Reino de Castilla a todos los pueblos y ciudades de España.