Para muchos es una suerte que haya llegada el verano, porque
los días crecen de forma literal y real, las ilusiones eclosionan de alegría y
supersticiones con una cara de fantasía. La piel se broncea bajo el flujo de un
sol de justicia y las llamas candentes y rojas de las hogueras de junio o de
San Juan incineran los malos augurios de aquellos, que se consideran poseídos
de espíritus negativos, y alejan cualquier mal que se interponga entre sujetos
de aquí o de allí, raza o religión, costumbres o creencias ancestrales y
populares… Ha llegado el solsticio de verano con todas sus peculiaridades,
condicionando todo lo relativo al tiempo, temperatura y estado general de
humedad, calor y comportamiento del fenómeno atmosférico de luz y placidez
anímica mental, emocional, física y cuántas otras influencias queramos y
podamos agregar a unas disconformes circunstancias, que año tras año, nos
visita y nos presenta su tarjeta de identificación.