A lo lejos, por el horizonte, se ven unas velas, que se
acercan cautelosamente, no deprisa, pero cada vez están más próximas, cercando
a la ciudad fronteriza de Santa Cruz de La Palma. Se sabe por las enseñas
enarboladas en sus mástiles, que son enemigos y amantes de rapiñas. Se observan
extraños movimientos de desplazamientos y desembarco, como si fuera un ataque
por sorpresa que, ocasionado por la casi nula defensa, la población ribereña
quiso repeler audazmente e inmediatamente por el tono avasallador de los
intrusos, de forma gallarda sin más armas, que la decisión unánime de persuadir
tal vil atropello a nuestro patrimonio ciudadano, religioso y cultural.