Cuando quedan lejanos aquellos días en los que las calles de
nuestra ciudad se hallaban repletas de fieles expectantes por ver unas
procesiones de Semana Santa envueltas en fervor y olorosas nubes de incienso,
el sonido solemne de los motetes y chirimías se colaban por cualquier esquina y
nuestras imágenes recorrían todos y cada uno de los principales templos del
casco urbano, es necesario hacer una reflexión.