De pronto renace la esperanza
perdida en añoranzas
de vaivenes sin sentido,
oliendo añejo y rancio
con sabor a no se qué
ignorada en promesas rotas,
carcomida por pensamientos
entrelazados en viejas historias.
Historias de soldados y batallas,
de humeantes campos desolados,
de barcos y marinos en cubierta
abrazados al insólito destino
maniatado por el mar y la hombría.
Castillos de naipes
que se caen abatidos.
Granos de arena desparramados
cansados de tantas pisadas,
inseguros e ingrávidos,
sobre un horizonte sin fin.
Amanezco y me pierdo
en la soledad de un compás
que se abre para marcar
el rumbo de una vida.
Una vida en solitario
a merced del tic-tac
de un viejo reloj
y de un baúl lleno de polvo
arrinconado en la oscuridad.