En silencio, bajo las alas de los ángeles, a puntillas en
medio de la callada sintonía celestial, se ha marchado para siempre Roberto
Rodríguez del Castillo (1932-2016) en busca del encuentro cósmico, eco en total
acorde con los reflejos del alma de un gran palmero de raíz, en la más pura
extensión del término. Un hombre universal, culto y asentado en una formación
personal, social y cultural de enormes proyecciones de futuro y brillantez en
sus actitudes artísticas.