Hay algo
inexplicable, según la óptica que usemos. Estoy, aún, aturdido por el
fallecimiento de Antonio Luis Concepción Medina. Parece ser un sueño que se
desvanece súbitamente. Imposible creer la pérdida de un amigo tan querido en
temprana edad. No es fácil encajar el dolor en el corazón, ni en los rincones
frecuentados por él, día a día, aunque el tiempo irá cicatrizando la herida
abierta subsanada con la fe y la reflexión. Recuerdo anécdotas, que me hacen
deleitar las agradables tertulias en incondicionales momentos de eterna
gratitud.