Las distintas iglesias en el Archipiélago contienen auténticas obras de arte, que no pasan desapercibidas por los feligreses ni, tampoco, a los ojos del investigador o historiador de nuestro patrimonio artístico-religioso. La brillantez de todas ellas es elogiada en gran parte como un legado de nuestros antepasados o, también, como un enriquecimiento de nuestros templos por motivos de solemnidad y de ampliación en los pasos procesionales, pertenecientes a diferentes cofradías y hermandades.
Antes de seguir quisiera hacer presente el pensamiento de Antonio Castillo Lastrucci, que dice así: “La mañana, la tarde, la noche… y muchas madrugadas. Para el artista no debe sonar la campana del reloj. El buril es un puñal que se hunde en las entrañas de la madera; hacer poesía el cedro, con el ciprés: dar la medida justa a lo que llevamos dentro…”.
La imaginería es un campo bastante amplio en el área del arte y complejo en la valoración de piezas, que con profundo sentido religioso y popular han salido del ingenio de un imaginero. Las Islas Canarias, con gran esplendor, han tenido en todos los tiempos sus propias escuelas en tal ramo, que no podemos olvidar nombres de gran valía en el patrimonio histórico-artístico, aunque, tengamos que lamentar en gran parte, la existencia de tantas obras anónimas con caracteres extraordinarios.