Mi ciudad, capital palmesana,
se prepara y se engalana
con gran pomposidad,
para recibir a la Señora,
pequeña y morena,
bonita como ninguna,
Santa Madre de Dios.
Minué, danza y alegoría
componen la trascendencia
de unas lustrales fiestas
de añoranza, reencuentro
y entrañable grandeza.
Bajada de la Virgen morena,
Reina de los palmesanos,
desde lo alto del monte
hasta el litoral ciudadano.
Entras triunfalmente,
¡oh Virgen Soberana!,
a la Ciudad que te recibe
con honores de Capitana.