En esta tercera y última parte trataremos sobre la restauración de los retablos, como parte fundamental del arte ornamental en los templos. Nacieron de una evolución en el arte de decorar y ennoblecer los altares, preocupación que se inicia desde los tiempos de los primeros cristianos.
El cometido en cada uno de ellos es distinto por aquellos detalles destacados a conservar. Es esencial poseer unas normas generales para llevar a un acabado idóneo la labor emprendida. Se supone que el deterioro ha de ser muy acusado por el paso del tiempo o alguna transformación hecha en épocas anteriores por diversas causas, que no reviste interés el enunciarlas.