Nos invitas a ser apóstoles, mensajeros y testigos del
Evangelio de la vida y de la paz. Tu rostro nos hace ver la luz, para poder
iluminar a los demás con el resplandor de la fe. María, Madre de la Iglesia,
primera discípula, tu sonrisa y maternidad nos acompañan en el gozo de ser hijos
tuyos y hermanos de Jesucristo.