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domingo, 30 de enero de 2011

EL RETABLO DEL PLANTO

                              Bello lugar repleto de paz cuando las escuelas, que existen al otro lado de su plaza, están sin niños. En él se respira armonía y se goza de una panorámica sensacional que muere en la inmensidad azul del océano, limitando el territorio firme con la blanca y bulliciosa espuma. Claro está que estoy hablando de El Planto, donde se enclava la ermita del Santo Cristo del mismo nombre, considerada como una de las de Campo, que con su silueta alargada, espadaña central y balcón se halla vigilante hacia un punto cardinal pletórico de llanos interrumpidos por profundas gargantas. A su espalda discurre el camino real de La Dehesa, nexo con la Encarnación, que cada lustro se convierte en un punto de referencia. El templo en el transcurso del tiempo fue conocido por las advocaciones de La Soledad, Nuestra Señora del Planto y de El Calvario, siendo esta última alusión por haber existido uno del siglo XVI, que hoy, aún, recuerdan tres cruces de tea en el exterior al ser destruida la primitiva construcción, que lo albergaba.