En la primavera de 2014, en una plaza de San Pedro de Roma
(Italia), completamente abarrotada de católicos, corría de boca en boca de
algunos de los asistentes que estábamos ante un papa tocado por la Divina
Gracia, cientos de feligreses esperaban al Papa Francisco coreando su nombre,
porque su figura era y es un referente e
importante fuente de sabiduría y corremos el riesgo de manifestar su presencia
y ausencia solo por contornos políticos y resaltar su implicación con lo social
desde una perspectiva estrictamente mundana con efectos directos sobre la
realidad que nos toca vivir.