Madre de Dios y nuestra en las tribulaciones y alegrías
protégenos en la vida y en la muerte ahora y siempre. Virgen del Carmelo,
bendito y alabado sea tu Nombre impregnado por el amor del Niño, que tu
inmaculado vientre guardó y sostienes en esos maternales brazos, muéstranos a
Jesús como Luz y Pastor: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por
las ovejas… que conozco a las mías, y las mías me conocen…” (Jn 10, 11-18).