Con los primeros pasos del verano nos hallamos con fuerza,
como si hubiéramos superado una terrible catástrofe o despertado de una
pesadilla insoportable, y es que… así ha sido. De repente salimos a la calle y
apreciamos nuevos hábitos o comportamientos entre la gente. Las caras con las
que nos cruzamos nos resultan conocidas o familiares, aunque con cierta
dificultad por el uso de mascarillas y guantes de látex. Respiramos hermandad,
como si hubiéramos superado juntos un deber inexorable. Una lucha contra un
enemigo común, pero invisible, el Coronavirus (Covid-19), en la que nuestra
única manera de combatir para vencerlo era la pasividad, prudencia y el
quedarnos en casa en cuarentena por medio del Estado de Alarma, decretado por
el Gobierno Central a través de sucesivas prórrogas de confinación aplicadas a
las distintas Comunidades Autonómicas (CA).