Desde un rincón de mi balcón te veo allá
lejos
muy sola pensando en
soledad cautiva,
memoria de horas y
acontecimientos.
Misteriosa tranquilidad indescifrable e
incomprensible,
azul intenso y profundo
inmerso en debilidades,
lentos desvaríos y
acompasados.
Las olas rompen en las orillas del
acantilado
como yo deshago con mis
manos el ser
que se escapa entre
fragmentos de esperanza,
sostenido con dedos
encorvados del peso de una vana ilusión.
Circula en mis venas hinchadas miradas de
mis retinas
mientras te alejas y me
susurra alejándote en el horizonte.
Estoy frustrado de no poder abrazar tus
aguas
turbias o cristalinas,
acariciando tu piel.
Las proas trazan filigranas en periplos de
concreta decisión,
rasgando en tiras tu superficie
de espumas blancas.
Tus entrañas guardan secretos fuera de mi
alcance,
se arremolinan entre la
arena y las rocas
y conforman un todo en
la paz de un abismo,
perenne y oscuro en tu
interior sorprendente.
Aligera tu furia, protagoniza tu hegemonía
en medios hostiles,
muestra tus bellezas de
aureolas
sobre fuertes pilares de
admiración.
Puestas de sol encumbradas,
rayos que se debilitan
antes y después de un giro
del terráqueo suspiro
invariable e insólito.
Gritos de libertad se propagan con tus
mareas preñadas
de salitre y de vida
abundante en tu seno fecundo,
en tu placenta se
alberga la nostalgia de mi presencia
y la ausencia de surcar
la distancia de mis sueños.