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domingo, 30 de abril de 2017

LAS COFRADÍAS Y SUS COFRADES

                              Cuando quedan lejanos aquellos días en los que las calles de nuestra ciudad se hallaban repletas de fieles expectantes por ver unas procesiones de Semana Santa envueltas en fervor y olorosas nubes de incienso, el sonido solemne de los motetes y chirimías se colaban por cualquier esquina y nuestras imágenes recorrían todos y cada uno de los principales templos del casco urbano, es necesario hacer una reflexión.
                              No es de extrañar que actualmente la creciente secularización de la sociedad haya motivado una pérdida de importancia social a la iglesia católica, principalmente en la emergente juventud. Es por ello que las hermandades y cofradías presentan un papel fundamental en la estructuración del pensamiento cristiano de nuestros tiempos, y por consiguiente de la relación entre una y otra.
                              En aquellos lugares donde estas formaciones religiosas tienen una mayor presencia, un porcentaje más elevado de individuos se profesan practicantes de la fe, aunque sólo sea una vez al año. Las cofradías son un amplio puente entre lo manifestante y el pueblo, puesto que están lo suficientemente cercanas al carácter popular, a la vez que forman parte indisoluble del organigrama eclesiástico.
                              Desde hace algún tiempo dichas formaciones han aportado un mayor ornato y fastuosidad a los desfiles procesionales, consiguiendo resaltar aún más el mensaje último de nuestra Semana Mayor, manifestando una exaltación de creencia a través de los signos externos.
                              Dentro del rico patrimonio cofrade hay dos aspectos bien distintos. Por un lado la restauración de los enseres que ya poseen y, por otro, la adquisición de nuevas obras para el culto público. En cuanto nos referimos a lo primero es algo delicado y máxime cuando este se compone en su mayor parte de elementos expuestos al culto.
                              En el caso de la imaginería el problema se agudiza, puesto que ésta ha de ser contemplada en todos sus ángulos y perspectivas uniendo las diferentes tonalidades lumínicas y demás peculiaridades expresivas que la acompañan en todo su recorrido.
                              Su conservación es evidentemente necesaria para conseguir una ausencia de humedad en equilibrio perfecto con un ambiente relativo y ausencia de agentes externos nocivos. No siempre son adecuadas las condiciones en que se encuentran los templos. Lo más adecuado sería recomendar un seguimiento de la pieza en la observación, detección y contacto con un profesional.
                              Otro apartado, no quepa la menor duda, es la manipulación inadecuada por manos inexpertas, bien sea por su extrema juventud, ignorancia o carencia de cualquier conocimiento artístico o, simplemente, devocional.
                              Y, por último, los cultos en las vías urbanas, que constituye el fin más popular, porque la obra de arte está expuesta a los agentes atmosféricos. Mucho se ha hablado de la lluvia por su acción directa, perjudicando las policromías, estofados en oro y penetración en la madera. Otro punto sería la conveniencia de evitar los movimientos bruscos de las piezas.
                              Quizás uno de los aspectos más apasionantes del mundo cofrade es la aportación de nuevos objetos de culto que a la larga se transformarán en un contingente artístico para futuras generaciones, que se transforman en simbología.
                              Anualmente se renuevan con nuevos miembros, hombres y mujeres, niños y niñas, jóvenes y adultos, implicados en el compromiso de sus estatutos, para que sea una garantía de continuidad. No podemos defraudar a los que con tanto amor y dedicación supieron en tiempos pretéritos recoger el testigo para trasladárnoslo. Tiene que dar testimonio y una vez salir para mostrar su fe.
                              La Pascua que celebramos no es un final, sino el principio de una vida nueva. No nos quedemos indiferentes ante esta notable información y que no sea un espacio, sólo, para el descanso o la evasión. Cada uno tiene que propagar esta buena noticia si vivimos en una sociedad coherente. La vida cristiana y la alegría son dos realidades íntimamente unidas. La fe, devoción y emoción manifestadas serán la forma más hermosa en el marco de esta ciudad maravillosa.

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