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domingo, 1 de septiembre de 2024

EL VERBO ELOCUENTE DE LA DEMOCRACIA PALMERA

        Con el título que encabeza este trabajo nos abre las intenciones de presentar a un personaje de grandes rasgos distinguidos dentro y fuera de la sociedad palmera. Digo dentro y fuera, porque el conocimiento no tiene frontera que valga para ver el alcance universal. Es un bregar breve y constante en medios difíciles, aunque grandilocuentes, de caminos pedregosos o sendas estrechas, que no conduce a nada en concreto. Son maneras hostiles de meditar y contemplar desde una posición destacada y, digo bien, ya que fue un relevante y notable periodista reconocido, también, por su oratoria vibrante, elocuente y enardecida. En esta última faceta destacamos una disertación leída en la colocación de una lápida a la memoria del Príncipe benahoarita, Tanausú, el 13 de julio de 1891. Sus emotivas frases dedicadas a la nobleza del Señor Díaz, Manuel Díaz Hernández (1774-1863), en el descubrimiento de su estatua en la plaza de la Constitución, hoy plaza de España, o quizás el que fue su mejor discurso pronunciado en la plaza de toros, Santa Cruz de Tenerife, cuando fue designado por La Palma para asistir a la Asamblea en la capital única de la provincia de Canarias con motivo del incipiente ‘pleito insular’.

                              Sin dilatar más el tiempo de espera, pasamos a transcribir las últimas palabras pronunciadas al homenajeado, sacerdote y Beneficiado de la parroquia Matriz de El Salvador, ilustrado, humanista y polifacético, 18 de abril de 1897, en el descubrimiento de la estatua, alusiva a dicho insigne palmero, el día de su inauguración, siendo a primeras horas de la mañana su comienzo, a partir de las nueve horas, por tal eminente figura del saber insular de finales del XIX y principios del XX, Hermenegildo José Rodríguez Méndez (1870-1922), conocido vulgarmente por don Gildo, en su elocuente intervención, que dice:

       ‘Esta fama no puede alimentarse y para esto sobran monumentos. La estatua es necesaria a La Palma, no al Sacerdote. ¿Para qué la necesita el Señor Díaz? Digamos, imitando a un escritor ilustre, que nada pueden el mármol y el bronce donde está la gloria y que la estatua que el Señor Díaz se ha levantado a si mismo sobre el pedestal de su virtud y de su talento vale más que ningún otro monumento. Díaz no necesita pirámide, tiene su vida.

                              Pero La Palma necesita levantar un monumento al palmero ilustre, al sacerdote ejemplar y La Palma, que había construido para la estatua del Beneficiado Díaz, un magnífico pedestal, no podía dejar este vacío.

                              El monumento está ya terminado: el bronce, transformado por el arte en estatua, descansa, ya sobre aquel pedestal’.

                              Nació el 13 de abril de 1870, en Santa Cruz de La Palma. Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal y, posteriormente, ingresó en el colegio de segunda enseñanza de Santa Catalina, obteniendo en las asignaturas que constituían el bachillerato notas sobresalientes y matrículas de honor. Bautizado, el 7 de mayo de 1870, en esta misma ciudad.

                              Hijo de Antonio Rodríguez López (1836-1901), que murió a la edad de 65 años, impulsor del mayor florecimiento cultural de La Palma, y de Lina Antonia del Sacramento Méndez Cabezola (1840 ¿?), nacida en la capital de la isla, hermana de Faustino Méndez Cabezola (1836-1880), persona más extraordinaria en la isla en ese entonces, habiendo celebrado matrimonio, 1 de febrero de 1866, en la referida anteriormente capital de La Palma.

   Hermenegildo José Rodríguez casó con Leonor Pérez Pérez (1880-1924), también, en Santa Cruz de La Palma, falleciendo a la edad de 44 años. El enlace matrimonial se celebró en la ciudad de Los Llanos de Aridane, el 14 de marzo de 1903, dejando tres hijos, Antonio (1904 ¿?), 9 de enero, en la capital palmera; Enriqueta Ermelinda (1906 ¿?), 7 de diciembre, en el mismo sitio que el anterior y Hermenegildo Rodríguez Pérez (1913 ¿?), 14 de agosto, en Pinos Puente, Granada.

                              De profundas ideas liberales, tuvo una gran influencia en sus alumnos, ya que ejerció como profesor de enseñanza primaria.

                              Como destacado periodista dirigió a lo largo de su carrera los periódicos ‘Heraldo de La Palma’, ‘Germinal’, ’El Heraldo’, ‘El Pueblo’ y ‘Diario de La Palma’.

                              Con motivo de su sentida muerte el partido republicano de su isla natal hizo esta elocuente alocución:

                              ‘Ayer falleció en esta ciudad don Hermenegildo Rodríguez Méndez, el verbo elocuente de la democracia palmera, el patriota honrado y sincero que puso su palabra y su pluma al servicio de La Palma, que por su engrandecimiento sostuvo rudas batallas y vivió siempre combatiendo por el amor al terruño y a los altos ideales de verdad, justicia y libertad’.

                              El excelentísimo ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma ha perpetuado su memoria, dando su nombre a una de las calles del municipio, paralela a José López y entre las homónimas del Doctor Santos Abreu, antigua Jorós, y la avenida El Puente.

     Igualmente, en el edificio, número 61, de la calle principal de Pérez de Brito, cerca de la popular Cuatro Esquinas, desde donde parte la otra de Baltasar Martín, anteriormente Los Molinos, fue colocada una placa de mármol blanco, en 1993, señalando el solar donde existió la vivienda en la que nació tan insigne personaje, que dice:

                              ‘EN ESTA CASA NACIÓ Y VIVIÓ EL CIUDADANO/DON HERMENEGILDO RODRÍGUEZ MÉNDEZ/13 DE ABRIL DE 1870 – 5 DE OCTUBRE DE 1992/FUE ORADOR ELOCUENTE PERIODISTA NOTABLE/DEMÓCRATA FERVOROSO Y HOMBRE EJEMPLAR/RECUERDO DE SUS AMIGOS Y ADMIRADORES/PATRONATO MUNICIPAL Y CENTENARIO/FUNDACIÓN DE SANTA CRUZ DE LA PALMA ABRIL 1993’.

                              Amante de su patria chica, responde a todas las necesidades de una ciudadanía oprimida por la clase gobernante, ansiosa de libertad y de los altos ideales comunes, libres de manipulación, objeto de formas adversas a los intereses generales.

                              Es la mirada de algo, cargado de sentimientos, sucediéndose uno tras otro, lo que da valor a la vida de todos y a la suya. Una fuente continua de asombros. Su capacidad para lo inesperado, reuniendo pequeñas ocasiones sin medida, resolviéndolas a lo grande.

                              Devuelve al poder lo suyo y a nosotros nos integra dentro del organigrama competitivo de manifestarnos en contra de la adversa situación social, cultural y política.

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