fecha

 

domingo, 10 de junio de 2018

BIOGRAFÍA DE JOSÉ FRANCISCO DE ARCE Y ROJAS

Padre José Francisco de Arce
                              Transcurría el año de 1640, cuando llegó a Santa Cruz de La Palma el portugués José de Arce Rojas y Escobar (¿?-1684), natural de Andra, isla Terceira del archipiélago de las Azores, e hijo de Baltasar de Arce, originario de Zamora (España), y de María Rojas, se estableció primero en Garachico (Tenerife), de donde pasó a esta ciudad para residir definitivamente en 1640, según era su intención al emigrar. Devoto de san Francisco Javier y con dos hijos religiosos profesos en la Compañía de Jesús, uno de ellos es el que será biografiado, decidió fundar una ermita en honor de aquel honorable varón de la iglesia católica, jesuita y apóstol de Oriente, en una parte de su casa, solar anexo a su vivienda, previas las autorizaciones eclesiásticas oportunas y que fue bendecida en 1674, que fabricó, dotó y abrió tribuna y puerta de comunicación a través del coro, según licencia del nuncio de su Santidad fechada el 17 de abril de 1677, lo cual trae una curiosa respuesta a favor de sus vástagos religiosos. Celebró enlace con María González de Lima en 1644 (FASTOS BIOGRÁFICOS DE LA PALMA. Jaime Pérez García. 1985).
                              El recién llegado se instaló en la calle O´Daly (Real), cercano al muelle y allí construye al estilo nobiliario canario de ese entonces, compuesta por una fachada de dos plantas, puerta adintelada con ancho marco molturado. La parte alta aparece enmarcada horizontalmente por cornisas y verticalmente por parejas de pilastras sin capiteles, siendo la única con cantería roja en el entorno inmediato.
                              Una vez hecha la introducción pertinente al progenitor y pieza clave de lo relatado anteriormente nos centramos en el Padre José Francisco de Arce y Rojas (1651-1715), nacido en la capital de La Palma, 8 de noviembre, y el segundo de tres hermanos, llamándose los otros dos Juan y Luis. Fue bautizado unos días después en la parroquia de El Salvador, según consta en su partida de bautizo.
Santa Cruz de La Palma. O´Daly
                              El censo poblacional en ese entonces de mediado de las centurias del XVII y XVIII apenas llegaba a los tres mil habitantes y no transcurría con vientos a favor, debido a las muchas plagas y epidemias, por lo que el joven Arce tuvo que superar una peligrosa enfermedad de viruela en octubre de 1959, pereciendo 145 personas, en su mayoría niños.
                              Su infancia transcurre con la tranquilidad y el desahogo de un niño de su status social. Bajo los auspicios de una digna educación esmerada en el cuidado mejor administrado por el celo de su mentor, para guiar sus pasos en un futuro prometedor.
                              Inicia los primeros estudios con los dominicos de Santo Domingo en el convento de San Miguel de las Victorias, poseedores de las cátedras de Gramática, Filosofía y Teología.
Parroquia Matriz de El Salvador
                              Eran tiempos difíciles en el país sumergido en una profunda crisis política, económica y social. El receso demográfico es notorio en circunstancias de frecuentes pestes y guerras. El empobrecimiento y la polarización popular y monetaria entre una minoría de privilegiados y una masa de humildes provocan situaciones muy heterogéneas. Canarias es un espejo fiel de lo que ocurre en el resto de la nación.    
                              Entre la nobleza la influencia de los padres marcaba el destino de los descendientes, desde temprana edad, para desempeñar cargos civiles o ingresar en la carrera religiosa, que fue lo sucedido con el referido José de Arce. Una vez finalizada notablemente la enseñanza superior, contaba con diecisiete años, blanco, alto, pelo castaño con un lunar en el carrillo derecho, se trasladó a Sevilla para estudiar Derecho, acompañado de su hermano mayor.
Vivienda de Arce y Rojas
                              Pasado un tiempo, lo encontramos en 1668 en el prestigioso colegio de san Hermenegildo, regentado por los seguidores de san Ignacio de Loyola. Un año después abandona sus estudios e ingresa el 30 de julio de 1669 en el homólogo de san Ambrosio, noviciado de Villagarcía de Campos (Valladolid).
                              Sus dotes intelectuales, carácter vivo, disciplina y fácil elocuencia le confieren una reputación como novicio, educador y orador en los diversos lugares (Sevilla, Valencia, Valladolid y Salamanca) que desempeñó sus labores ministeriales con la eficacia en él depositada por sus superiores. Tras acabar Filosofía y Artes continuó su formación en la Universidad salmantina.
Placa conmemorativa. Detalle
                               Emitió sus votos de obediencia en las casas y colegio de aprobación de san Luis, en donde realizó su preparación de admisión. Renunciando a su patrimonio a favor de la mencionada entidad colegial, que fue refrendado por el Padre Provincial de la Compañía de Jesús de la provincia de Castilla la Vieja, ante el escribano José de Ulloa el 8 de octubre de 1671.
                              Sólo tenía en mente una concepción nueva de las misiones en el continente americano. Sus ardorosos deseos le hacen solicitar, en más de una vez, ser enviado a los enclaves misioneros de Indias, que con un conjunto de cualidades y fortaleza física y mental le acredite y sea capaz de superar las duras condiciones de vida en las selvas amazónicas.
Ex-ermita de los Arce y Rojas
                              La llegada a la localidad hispalense del Padre Cristóbal Altamirano, Procurador General de la provincia del Paraguay, fue un hecho satisfactorio, que le dio un giro de trescientos sesenta grados, aprovechado por el interesado para enrolarse en la expedición a tierras guaraníes, preparándose y concediéndose por Real Cédula del 20 de octubre de 1672. Por tal motivo llegó de Medina del Campo el 3 de diciembre de ese año, junto a cinco novicios para preparar el ansiado viaje. Al año siguiente, 16 de septiembre, lo hallamos en comparecencia ante el tesorero José de Veitia Linaje, solucionando un trámite necesario de traslado a expensas de la Real Hacienda, por lo que la espera se alargó un año y, por fin, se concretó la salida de la embarcación Nuestra Señora de Lubeque, 15 de diciembre, capitaneada por el maestre Mateo Lozano con escala en Buenos Aires, sin descartar la posibilidad de haberlo hecho en otros puertos como pudiera ser el de Canarias. La lista de expedicionarios, según el archivo de Indias, la componían 35 varones, en la que su nombre figuraba en segundo lugar, entre ellos un americano, un norteafricano, cuatro europeos y veintinueve españoles. El palmero, estudiante y filósofo a los tres meses de navegación llega a su destino final, Argentina, el 15 de marzo de 1674.
Estatua en bronce. Lemus
                              Desde este momento comienza una etapa distinta en una parcela casi desconocida y apenas sin evangelizar. Un terreno propicio para abonar la semilla del cristianismo y tentador para la gran misión católica de los jesuitas, que asentaron cimientes sobre los surcos ya iniciados de los frailes franciscanos, agustinos y predicadores.
                              En la prolífera Córdoba sudamericana termina su formación de Teología y es ordenado sacerdote, un día antes de cumplir 26, el 7 de noviembre de 1677. Se inició en el aprendizaje de una novedosa teología etnológica, la de las lenguas indígenas y sus culturas, hablando hasta cinco de ellas. Dedicó bastante tiempo a conocer la realidad local y la organización de la Compañía.
                              La labor en el Nuevo Continente fue asombrosa. Fundaron colegios y residencias, propagaron la enseñanza secundaria y superior y desde ellos extendieron labores de evangelización, ya que los nativos escaseaban de medios y recursos esenciales de subsistencia en el marco social, religioso, agrícola, educativo, enseñanza de la doctrina cristiana…
Arce y Rojas
                              Durante un periodo más o menos continuado estuvo dando clases en la universidad cordobesa de referencia y atento a la actitud de las misiones. Llegó a escribir un vocabulario y una doctrina cristiana en lengua chiquita, siendo el primer texto, junto con otros similares, con los que enseñó a leer y escribir a los chiquitanos. Se desplazó a muchos colegios de su orden y a varias reducciones guaraníes, que en una de ellas, san Ignacio Guazú, el 15 de agosto de 1686, profesó sus últimos votos.
                              Una vez repuesto de tisis se encomendó a la intercesión del titular de la ermita desacralizada, fundada por su padre, como agradecimiento de su recuperada salud y desde ese entonces empezó a firmar con Francisco.
                              El intrépido joven entra en acción al ser destinado a las constituciones de los nativos chiriguanos, que eran tribus inquietas y complicadas.
Lápida de mármol
                              En 1688 lo volvemos a ver recorriendo los ríos Bermejo y Pilcomayo con la esperanza de crear alguna obra. Recorrió la cordillera y fue el primero que descubrió una ruta de comunicación entre Tarija y Santa Cruz. Fue nombrado superior, junto a Francisco Bazán. Asimismo llevó consigo a un grupo de guaraníes que contaba con un coro polifónico rico en variedad de instrumentos. La música era el mejor atractivo que podía ofrecerse a los indios.
                              Con suma habilidad logró un gran respeto al mediar para alcanzar una paz duradera entre algunos de los grupos que se hacían la guerra constantemente. Era un hombre emprendedor, caminante incansable y siempre dispuesto a acometer nuevas empresas, por muy peligrosas que fueran, con el fin de llevar adelante sus ideales evangelizadores. Fue siempre bien recibido por ser hombre de mucho amor.
                              Contribuyó al conocimiento de la geografía, zoología, botánica, lengua y las costumbres de esos pueblos, gracias a una excepcional labor antropológica.
Iglesia de san Javier.  Chiquitos
                              La jornada de un misionero cualquiera se iniciaba una hora antes de la salida del sol para celebrar la misa, catequesis, visita a enfermos, recorrido por los diferentes talleres, control del trabajo agrícola y administración de sacramentos. Al caer la tarde las campanas llamaban nuevamente a los fieles a la iglesia para rezar el rosario y otras devociones. El toque de queda era rígidamente respetado.
                              La fama que alcanzó el padre llegó a las demás parroquias de los alrededores de Santa Cruz de La Sierra, aumentando el número de feligreses. De tanto esfuerzo llegó a enfermarse. Todas las mañanas se juntaban muchos niños a escuchar las explicaciones de la doctrina cristiana y centenares eran bautizados. Día y noche se afanaba en la instrucción de los oriundos.
                              Los avatares y conflictos fueron frecuentes y más de una vez costó algunos disgustos, que se agrandaron al paso del tiempo, los ardores del desaliento, hombrunas, escasez de agua, rudos inviernos, enfermedades, falta de recursos humanos e intereses partidistas, que le envolvieron por el celo pastoral propuesto siempre hacia los pobres y necesitados nativos.
                              Hay numerosos documentos y datos acerca de su santo quehacer en los primeros lustros del XVIII. Se sabe que en 1706 ejercía de cura párroco en el poblado de San Miguel en Paraguay y que en 1708 intentó, una vez más, otra expedición. Al cabo de cinco años después, localizamos indicios de él en la localidad de referencia anteriormente, o sea que se prodigó en las tareas evangelizadoras entre los guaraníes.
Alusión al martirio de Arce
                              En 1715 y por indicación del Viceprovincial, Luis de La Roca, se le encarga por ser la persona idónea y experimentada la arriesgada empresa de hallar la ruta desde Asunción hasta las concentraciones de Chiquitos por el río Paraguay. Partieron, Arce y algunos más, de Asunción con sesenta indios y varias embarcaciones llenas de provisiones, después de un solemne acto eucarístico en la catedral y de ser despedidos por la multitud. No le faltaron contratiempos por parte de los grupos de payaguás y con los guaycurus, violentos y nada hostiles al intentar impedir la entrada en sus tierras a intrusos y extraños.
                              Transcurría diciembre de 1715, cuando los primeros lo apresaron y lo llevaron a la orilla, desvalijando la canoa y dándole muerte con un golpe seco en la cabeza, sin poder decir otra cosa, que: “Hijos míos, muy amados ¿por qué hacéis esto?”. A reglón siguiente llevaron el cuerpo al otro lado del río y lo entregaron a los otros, sus cómplices. Tomaron el cadáver y lo maltrataron, ataron a una cruz y lo lanzaron a la corriente. Falleció mártir, siendo un hombre docto de su tiempo, que entregó la vida por los demás durante 64 años, 45 dedicados a la disciplina jesuita y 41 con las misiones paraguayas.
                              Verdadero apóstol de la iglesia en la antigua provincia del Paraguay, su nombre quedó grabado en la lista de mármol de los mártires que se encuentra en la capilla de Los Mártires en el colegio Cristo Rey de Asunción, en el que es considerado como venerable. Fue hombre de gran espíritu, coraje y convicción que contribuyó a extender la cultura cristiana y a estimar al indígena mediante la defensa de sus valores humanos.
Titular de la ex-ermita
                              Las reducciones fueron, por aquel entonces, un hálito de bienestar, una calma en la tormenta política imperialista, un desahogo económico, un rayo de luz en el espíritu de los indios, paz y una ventana a la esperanza, rodeada de una inmensa alborada y un oasis de prosperidad.
                              Los jesuitas construyeron en el laberinto colonial una de las utopías de la historia y la legaron a la posteridad en sus escritos del exilio imperdonable para su época, entre los pobres, sin asesinatos, basada en el cambio del corazón por la fuerza del cristiano, que supo conjugar la tecnología, organización, educación, poder y libertad, en fin, que sea la única posible.
                              El proyecto misional, se inscribe dentro de lo llamado la visión profética de Jesús y de la Iglesia, defendiendo a los propios un espacio alternativo y utópico, acercándose un poco al Reino de Dios en la tierra, consiguieron crear y mantener una colectividad próspera, humana y pacífica entre 1610 y 1768.
Exposición abierta al público
                              No hay mejor epílogo a una existencia y a una idea, que reconocer los méritos del Padre José Francisco de Arce y Rojas, sacerdote jesuita, en defensa de los indios. En la calle Lemus de Santa Cruz de La Palma, su ciudad natal, se erigió una estatua de bronce, que a sus pies hay una lápida y una leyenda: “Hijos míos, muy amados ¿por qué hacéis esto?-Tomaron el cadáver y lo maltrataron, lo ataron a una cruz y lo empujaron río abajo, era diciembre de 1715. Falleció martirizado un hombre docto de su tiempo, un palmero que entregó la vida por los demás durante 64 años, 45 dedicados a la vida religiosa en la Compañía de Jesús y 41 con las misiones paraguayas en defensa  de los indios”.
                              Y, por último, en la fachada de su vivienda, sobre la puerta adintelada, se colocó una placa, que dice: “En esta casa nació el Padre José de Arce y Rojas S.J. el 8 de noviembre de 1651-(1715). Apóstol del Paraguay 1492. V centenario-1993 de la evangelización de esta isla. La parroquia del Salvador a su memoria. 30-05-1993.

               BIBLIOGRAFÍA: -BIOGRAFÍA DE P. JOSÉ DE ARCE Y ROJAS, S.J. (1651-1715). Miguel Ángel Martín González. Edita: Parroquia de El Salvador. Santa Cruz de La Palma. Colabora: Cabildo Insular de La Palma.
               -Otros medios de obtención informativos.                         

No hay comentarios:

Publicar un comentario