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domingo, 4 de agosto de 2024

IMPULSOR DEL MAYOR FLORECIMIENTO CULTURAL DE LA PALMA

Antonio Rodríguez López
        La principal tarea pendiente del periodismo es reconectar con la sociedad. Muchas veces, son tantas en nuestra profesión, que no inspira la confianza que debería. Nadie se cree ya nada de nada, aunque se lo pinte de los colores del arcoíris, ni mucho menos el que mira por el interés de los ciudadanos. La sociedad necesita información independiente con valores sociales. Dicho lo anterior y recapacitado lo siguiente a nivel personal para tener los argumentos necesarios y suficientes al relatar la vida de un personaje palmero, importante en Las Letras del Siglo de Oro palmero, con peso y famoso en el legado transmitido de generación en generación con el solo empeño intelectual en el amplio imperio literario de ser un hito en la edad u época victoriana y en el cometido histórico de la ciudad de Santa Cruz de La Palma.

                              Antonio Rodríguez López (1836-1901), es una señal permanente, un impulsor del mayor florecimiento de Canarias y de la isla, sobre todo, de un modo muy especial, como dramaturgo y de otros géneros lingüísticos, fue un escritor hecho a la medida en su tierra, ya que nunca salió de su patria chica, de la isla. Nacido en Santa Cruz de La Palma, en el seno de una familia de clase acomodada y fuertes convicciones católicas, lo cual influyó en los contenidos de su obra, en donde desarrolló hasta el máximo exponente su admirable intelecto. Marcándose unos derroteros únicos y alcanzables, adaptados a las apetencias de su ámbito ambiental, familiar y cultural con sus correligionarios, vecinos y de cuantos amaban el buen hacer.

Calle Antonio Rodríguez López
           Fue profesor de Retórica y Poética, don Antonio, en el Colegio de Segunda Enseñanza Santa Catalina de su ciudad natal. Como periodista, Rodríguez López, muy comedido y sabio en las decisiones tomadas con cautela, desempeñó el cargo de director de ‘El Time’, 1863 hasta 1867, y ‘La Causa Pública’, 1871 hasta 1872, coetáneos, fue poeta y dramaturgo, perdón por la redundancia, dejando una extensa e importante cantidad de obras literarias, ricas en contenidos y de peculiar enseñanza en el mundo habitual, donde se desenvolvió con libertad meridiana y precavida, plenitud de movimientos.

                              Según indica con firmeza e información, el investigador y excronista oficial de la capital isleña, Jaime Pérez García (1930-2009), en su magnífico y laborioso trabajo ‘Fastos Biográficos’, esta fundamental labor humanística jamás conseguida en La Palma, obteniendo así el mayor auge cultural y social de todos los tiempos y de toda la historia.

Caserío y Santuario de Las Nieves
              Comenzamos recordando su ingente publicaciones, que constituyen un inmenso bagaje de sabiduría adquirida por el gran ingenio palmero al igual que el otro de origen manchego, amante de hacer el bien y presto diligente, fiel caballero andante, prototipo de las novelas de caballería, brillante estrella en destacado sitio del Siglo de Oro español, enamorado de su mundo y ejecutor de las acciones, donde lo fue ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha’ a los umbrales de 1605, convertida en la escritura dorada, más destacada, de la literatura española y una de las principales del ámbito universal, cuyo autor fue Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

                              Fue conocido en su isla por Antonio Barroso y recibió una educación poco corriente en su entorno y época, ya que los ensayos de adolescente son adaptaciones de obras francesas traducidas por él mismo. Aprendió francés con su maestro el sacerdote y beneficiado de la parroquia de El Salvador del Mundo, Manuel Díaz Hernández (1774-1863), quien lo había aprendido y practicado con los prisioneros del país galo, procedentes de las guerras napoleónicas depositados en la isla y que se quedaron definitivamente una vez establecida la paz.

                              Era seguidor de las ideas de dicho cura, liberal, personaje reivindicado por la burguesía comercial palmera, la masonería y los primeros republicanos. Por recomendación de su tío, presbítero, José Rodríguez Barroso, que lo tuvo como mentor de estudios, después de pasar ciertos años, le devolvió el favor concedido, deuda cultural, al convertirse en su biógrafo y panegirista.

Salvas a la Nave de María. Barco
    La Palma, se había caracterizado, hasta mediados del XIX, por la carencia de una tradición cultural propia, pues los pocos hombres que le habían dado renombre debían su formación o haberse educado en centros fuera de aquí, y los motivos de su inspiración nada tenían que ver con el sitio de su nacimiento. Seguramente, entre sus manuscritos hay notas en correcto francés, se le educó el gusto y formó el estilo en la lectura de obras francesas, en especial de teatro, como un siglo antes le había sucedido a José de Viera y Clavijo (1731-1813), en la isla de Tenerife.

                              Si dejamos aparte sus ensayos juveniles, que, por lo demás, son en su mayor parte paráfrasis de obras dramáticas francesas, vemos que el primer impreso importante bajo el nombre de Rodríguez López es precisamente un libro con dos piezas teatrales, ‘Los bereberes de Rif’ y ‘Tetuán por España’, publicado en Las Palmas de Gran Canaria, en 1861, cuando su autor, Antonio, tenía veinticinco años. Asimismo, su último trabajo impreso, ‘Espartaco’, Santa Cruz de La Palma, en 1900, es un drama, que lleva una carta-prólogo de Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899). Su afán por las tablas fue constante.

El castillo de la Virgen. Diálogo Lustral
        Su primer éxito teatral lo constituyó la representación, 17 de julio de 1869, de ‘La aurora de la libertad’, por una compañía profesional, se trata de una fantasía dramática en un acto y en verso, con personajes simbólicos. La década de los años setenta vio la representación, en el teatro local de seis obras suyas y se puede afirmar que La Palma no ha vuelto a tener un florecimiento teatral semejante. Se multiplicaba, pues no sólo escribía las mismas, sino que él las dirigía, ensayaba y representaba. Además, cultivaba la pintura y estaba iniciándose en la carpintería artística y ebanistería, a su cargo y de su primo el pintor palmero Aurelio Carmona López (1826-1901), corría igualmente la decoración y montado del escenario. Con grandes programas de mano, impresos y adornados con orlas al gusto de ese entonces, a imitación de los teatros de las grandes capitales, los dramas ‘El anillo nupcial’, estrenado el 1 de marzo de 1874; ‘La rama de roble’, 8 de diciembre de 1874; ‘La pena de muerte’, 4 de noviembre de 1876; ‘El ciprés de la sultana’, 1 de enero de 1877; ‘El oro’, 16 de enero de 1878; ‘La cruz de rubíes’, 4 de febrero de 1893… marcan la culminación de la actividad de Antonio Rodríguez López como dramaturgo. Las amplias reseñas periodísticas de los estrenos y reposiciones de estas obras, verdaderos acontecimientos artísticos en el mundo isleño, llenan los semanarios, especialmente ‘La Palma’ y ‘El Noticiario’.

Manuel Díaz Hernández. Monumento civil
        Pero si bien el aludido, Rodríguez López, se sintió preferentemente seducido por el teatro, hay en su vida otra faceta de gran interés, que a veces se expresó, también, en forma teatral, aunque en ocasiones revistió caracteres polémicos, cuyos ecos se dejaron oír en toda Canarias. Esta misión fue la que le dictó su profundo catolicismo, al que subordinaba todo y fuera del cual no veía sino confusión y desorden. En efecto, su primer opúsculo impreso, ‘Escena lírico-dramática’, aparecido en Santa Cruz de Tenerife, en 1855, cuando su autor apenas tenía diecinueve años, es una especie de auto sacramental para ser representado, sobre un carro por las calles de Santa Cruz de La Palma, con motivo de la Bajada de la Virgen Nuestra Señora de Las Nieves de dicho año. Y, durante cuarenta y cinco, hasta 1900, en que apareció su libro ‘Trilogía sacra’, con los autos de 1895 y 1900, los diez carros para las Fiestas Lustrales en honor de la Patrona de La Palma, circularon impresos. No obstante, su obra más sobresaliente a este respecto es la titulada ‘Democracia sin partido’. Impresa en la capital palmera en 1866, en la que propugna un orden político que tuviera como base la doctrina de la iglesia y ataca la proliferación de partidos políticos. Nunca se había hecho en las islas un ataque contra los partidos políticos y los hombres responsables de la política, especialmente los republicanos y liberales de Tenerife y La Palma. Entonces, se dejó oír las reacciones en contra de nuestro paisano como los opúsculos de Juan Fernández Ferraz (1849-1904) y Miguel Villalba Hervás (1837-1899), ambos publicados en la capital provincial occidental. En esta misma línea están, impresas, ‘Manifestación de la inteligencia divina en el desarrollo del Universo’, en 1871; ‘Consideraciones sobre el darvinismo’, en 1881; ‘Objeciones a la hipótesis espiritista’, en 1882; ‘Notas al folleto Dios de Francisco Suñer Capdevila`, en 1882, etc.

Publicación literaria. Obra
           Estas dos grandes posturas de su vocación, la posteridad ha conservado su nombre como el del literato más insigne de Santa Cruz de La Palma hasta su tiempo y, así, más que su obra teatral y su obra religiosa, perduran sus leyendas, como ‘La Trompa de caza’, en 1857; ‘La Virgen del Risco de la Playa’, en 1859; ‘Juan Gutenberg’, en 1862; ‘¡Vacaguaré!’, en 1863, fue incluido como introducción a la obra del mismo título del activista nacionalista y libertario Secundino Delgado Rodríguez (1867-1912), quien llegó a usar incluso el nombre de Antonio Rodríguez López como pseudónimo; ‘Los dos brezos’, en 1863, años después reeditada; ‘Apuntes biográficos de don Manuel Díaz’, en 1868; ‘La aurora de la libertad’, en 1869; ‘La Cruz de azabache’, en 1870; ‘La corona nupcial’, en 1870; ‘Hermosilla’, en 1871; ‘La mamá de roble’, en 1874; ‘Aysuraguan’, en 1881; ‘La Peña de los Enamorados’, en 1881, etc. y, sobre todo, sus libros de poemas, ‘Poesías’, en 1873, y ‘Borrascas’, 1880, obras que le valieron el sobrenombre de Cantor de Benahoare. Por lo demás, su novela de ambiente regional ‘Amor y lágrimas’, en 1864; su zarzuela ‘La choza del tío Martín’, en 1864, así como algunos pasos lírico-cómicos, tienen hoy sólo un valor arqueológico. Con todo, su obra poética de mayor ambición, ‘La Palma’. ‘Poema’, quedó inconclusa e inédita, aunque la introducción apareció en su citado volumen ‘Poesías’ y la reprodujo en parte Elías Mujica García (1853-1926) en su antología ‘Poetas canarios’, Santa Cruz de Tenerife, en 1878, y ‘El Canto I’, que circuló en copias manuscritas en vida del autor.

Notable leyenda (1863)
            Igualmente publicó, aparte de los aparecidos en la Prensa de la época poemas, obteniendo la Lira de Oro por su poema ‘El progreso en La Palma’, en el certamen organizado por la Sociedad La Unión y otros escritos como ‘Democracia sin partido’, en 1866, ‘Reflexiones sobre la unidad religiosa’, en 1869, entre otros muchos.

        Su reconocimiento más notable fue con ocasión de las Fiestas Lustrales de 1900, donde fue coronado como Cantor de Benahoares, ciñéndole la cabeza con una corona de flores silvestres.

                              Fue un paladín de todas las causas nobles, como la abolición de la esclavitud, la abolición de la pena de muerte, la prohibición del duelo, la exaltación social de la mujer, la difusión de los bienes de la cultura y del progreso, la defensa del arbolado, etc., dejó una obra impresa que abarca cuarenta y cuatro títulos, mientras sus manuscritos inéditos superan este número. Estos hechos, unidos a que su letra para el ‘Diálogo entre el Castillo y la Nave’ se repite cada cinco años, terminados en 0 y 5, en la Bajada de la Virgen, desde hace casi un siglo, y que algunos de sus autos sacramentales han sido repuestos e impresos en 1905, 1910, 1915 y 1935, como carros de las Fiestas Lustrales, todo ello ha contribuido a dar el valor de clásico insular, apelativo con el que es conocido y repetidamente citado.

Cruz del Tercero. Signo de exaltación 
           Una obra como la presente bastaría para justificar la extensión que hemos dado a esta en cuestión. La índole obtenida hace que todavía consignemos la carrera de honores de Antonio Rodríguez López, que continuó prestando su apoyo de colaborador y de mentor periodístico a distintas publicaciones posteriores, al ser designado secretario del ayuntamiento de su ciudad natal, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento. También, fue secretario general de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Palma y en calidad de tal tuvo a su cargo el discurso conmemorativo de su centenario en 1876, que se conserva impreso, representante de las homólogas de Granada y Cádiz y, también, el homólogo cargo, secretario, de la Junta Central de la Cruz Roja de la isla al constituirse ésta. Ambas corporaciones lo nombraron, posteriormente, socio de mérito. Tuvo la categoría de socio fundador de la Real Sociedad La Cosmológica y de mérito, además, de la Unión, de El Amparo del Obrero, etc., siendo cónsul del Reino de Grecia, representante de la Sociedad de Escritores y Artistas de Madrid, miembro de la Sociedad de literatos de Lisboa, etc.

                              Al transcurrir los años, el Cantor de Benahoare, logró ser considerado el autor más prolífero, destacado y representativo que había tenido la isla hasta ahora.

                              Perteneció a una generación emprendedora, de talante progresista, que marcó la vida cultural y política de la segunda mitad del Ochocientos en la isla de La Palma. Junto a su amigo Faustino Méndez Cabezola (1836-1880), fundó el periódico El Time del que fue su primer director, como hemos dicho más arriba. Las ideas y las iniciativas políticas, culturales, educativas y periodísticas patrocinadas por sí mismo influyeron en las generaciones de liberales, republicanos y marxistas, que se sucedieron en la escena política palmera hasta la Guerra Civil española.

                              Como broche de oro, escalafón sublime de un final glorioso, transcribimos lo significativo ocurrido en la vida de Rodríguez López. En la tarde del siguiente día, 6 de abril de 1863, de la fatídica muerte del señor Díaz, fue conducido el cadáver al camposanto capitalino y el pueblo palmero convirtió en apoteosis el entierro, cuya muerte fue un acontecimiento tristísimo y una pérdida irreparable.

                              El 12 de julio de 1863, en el número uno del periódico El Time, Antonio Rodríguez López, escribía lo siguiente:

La Alameda. Tributando el homenaje
        ‘Hace pocos meses que La Palma tuvo que lamentar una pérdida irreparable y, en medio de la tristeza, que aquella le produjera, y aún en esa misma tristeza, existía un motivo de complacencia y entusiasmo, que debían naturalmente despertarse al ver a un pueblo demostrar tan claramente los más delicados sentimientos que nuestro corazón abriga, tributando el homenaje de su admiración a la memoria de un gran hombre’.

                              Con el anterior párrafo y otros, se guarda en la Real Sociedad La Cosmológica una biografía, ya citada, titulada ‘Apuntes biográficos de don Manuel Díaz’, en 1868, escrita por el indicado e insigne escritor.

                              Con la colocación de un monumento en la vida pública civil a tan ilustre persona. Efigie en bronce y en la plaza de España, surgieron las sentidas palabras de Antonio Rodríguez López:

                              ‘He ahí ya el bronce eternizando su gloria.

                              Los sacerdotes cristianos pueden venir a inspirarse en su escultura.

                              El bronce, si se le pregunta, palpita y responde.

                              Nosotros, creyentes, pasamos descubiertos admirando la personalidad que el arte ha hecho trasmigrar al monumento.

                              Aquella personalidad convertida en estatua tiene un sé qué de misteriosa:

                              Por boca de los antiguos oráculos creía el paganismo que hablaban los dioses de la Mitología.

                              La estatua del levita católico parece repetir la sublime doctrina de Cristo.

                              Es el Evangelio en bronce.

                              El oráculo eterno.

                              La ciudad de Santa Cruz de La Palma, levantando esa estatua, tiene la suprema grandeza de una sagrada Pitonisa’.

Rótulo del Cantor de Benahoare 
          Y, así, no de otra manera, transcribimos la letra del Diálogo entre el Castillo y la Nave, desde hace bastante tiempo hasta hoy, se hace el domingo de cada Bajada de Nuestra Señora de Las Nieves, Entrada Triunfal a la ciudad de Santa Cruz de La Palma, la imagen mariana con todos los honores de Capitana, Reina y Madre de los palmeros residentes y ausentes en un reencuentro inolvidable, que dice:

                              ‘CASTILLO/Silencio… Silencio… Silencio…/El mar y el viento/suspenda a mi voz/su eterno acento…/(pausa)/Velera Nave, que la mar surcando/a este fuerte te vienes acercando./No prosigas tu rápido camino/sin decirme tu nombre y tu destino./NAVE/Castillo altivo: detener no quiera/mi rumbo hacia el Oriente tu voz fiera./A ella, mi marcha sin parar, respondo:/Qué altos misterios en mi viaje esconde,/y que a mi bordo una DONCELLA PURA/conduzco de simpática hermosura,/en cuyo corazón sacro y divino/de la raza de Adán nació el destino./CASTILLO/No son palabras sin sentido y vagas,/mi intimidación severa satisfagas./Tu nombre di, bajel desconocido,/y por tu derrotero comprendido/o te hundiré en la mar junto a ese cayo/de mis cañones el certero rayo./NAVE/Tu furia enfrena, y de tus broncos rudos/conviértanse los rayos en saludos./Y porque el rumbo de mi viaje amparas,/yo me llamo la Estrella de los Mares./Vengo de aquellos sacros litorales/donde reinan las Nieves inmortales,/cuya helada región alumbra y dora/nueva celeste boreal aurora./Traigo a mi bordo al puerto palmesano/un tesoro sagrado y soberano./Traigo de Jericó la Pura Rosa,/de Palestina la Azucena Hermosa;/traigo el Cedro en el Líbano arraigado/y el olivo pacífico y sagrado./Traigo el Alto Ciprés, la Vid Pomposa/de la región de Engadi deliciosa;/la oriental Perla, el arabesco aroma/y de Sión la Cándida Paloma;/cuyo Tesoro el cielo me confía,/pues soy la sacra NAVE DE MARÍA./CASTILLO/¡Salve, Nave Feliz!, surque tu quilla/el mar que baña la palmesana orilla,/y mensajera de sin par ventura/el áncora en tus playas asegura…/Mientras mi pabellón rinde homenaje/(bájese a medio palo la bandera)/a tu grandeza y deseado viaje,/y el eco de mi fuerte artillería/hace salvas a la NAVE DE MARÍA’.

                              Este Diálogo es original del poeta romántico, estrenado, según José Pérez Vidal (1907-1990), en 1885, sin embargo, existe otra fuente documental, atestiguándonos, otra letra escrita por él, en 1880.

                              El excelentísimo ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma ha perpetuado su memoria, denominando a una de sus calles, calle del Tanque, con su nombre.

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