¿Cómo lo hacemos? Tomando mucho líquido como agua,
refrescos… buscando la anhelada sombra o en donde corra la brisa, que se
agradece mucho.
Así que me imagino el romance de verano de dos personas
desconocidas y sin saber nada de nada una de la otra, el roce casual de manos
en esas caminatas de vuelta a casa haciendo tiempo hasta que refresque el medio
o bajen los grados del termómetro, los primeros bailes en las fiestas o
verbenas con el sudor resbalando por la frente y el corazón latiendo
aceleradamente, a mil pulsaciones por hora, los secretos susurrados al oído,
las miradas perdidas en el no sé qué, inalcanzable, temperatura que no baja de
los veinte grados… el mundo sigue siendo un lugar frágil, lleno de
incertidumbre, pero de manera diferente y por un instante olvidamos que,
probablemente, en unos años estaremos peleándonos con los vecinos por el último
cubo de agua de una tierra inhóspita. Mientras el termómetro no para de subir
en medio de un mundo al borde del colapso.
El verano, con el sol y el calor, el agua de la piscina, la
arena… pone a prueba la salud ocular. Es un periodo en el que hay que extremar
las precauciones y estar atentos a pequeños detalles que son importantes.
Los factores externos ejercen una influencia significativa
en la salud de los ojos. A menudo, no solo es la causa directa de ciertas
afecciones oculares, sino que también pueden aumentar la susceptibilidad a
enfermarse y acelerar el desarrollo de problemas visuales. Por ejemplo, aunque
la miopía es una condición ocular, la exposición excesiva a pantallas y el
esfuerzo visual prolongado pueden incrementar su incidencia o precipitar su
aparición en edades más tempranas.
Existen otros factores que pueden poner en peligro los ojos
y para los que debemos tomar ciertas medidas para evitar males mayores: aire
acondicionado, cloro de las piscinas, arena, mala higiene de manos y sol.
Cómo tratar una quemadura solar es algo muy esencial, por lo
que recomendamos los modos siguientes:
‘Cuando estamos expuestos al sol, la melanina entra en
acción para protegernos de los daños solares, especialmente de los rayos UVB.
Para lograr esta protección, el cuerpo aumenta la producción de melanina, lo
que produce el bronceado de la piel.
El tiempo durante el que la piel puede defenderse varía
según varios factores, siendo el principal el de cada persona’.
‘Las quemaduras solares leves se caracterizan por la piel
enrojecida, a menudo acompañada de picazón, sensación de ardor y calor. Las
quemaduras solares conducen a un aumento del riesgo de cáncer de piel, ya que
provocan daños en el ADN.
En casos más graves, las quemaduras pueden causar ampollas.
Y si la quemadura abarca una gran área de la piel, pueden presentarse otros
síntomas, como fiebre, malestar general, vómitos o dolor
de cabeza’.
Después, toca el turno de la hidratación. Es
aconsejable utilizar cremas emolientes con activos calmantes y reparadores,
como el aloe o la urea.
También, puedes aplicarte gasas húmedas con manzanilla. Lo
que no está aconsejado es aplicar otros productos, como mantequilla o pasta de
dientes. No aportan beneficios y sí aumentan la posibilidad de infección o de
resecar, aún, más la piel y empeorar la situación.
Naturalmente, es importantísimo no tomar el sol hasta que la
piel se recupere. Ni con la crema con la protección más alta, la piel no debe
exponerse al sol en un mínimo de 72 horas.
Por supuesto, tampoco debes retirar las pieles muertas, por mucho que creas que eso ayuda al proceso. Y tampoco abrir las ampollas. La reparación llevará su tiempo y no intentar acelerarla puede ser la única posibilidad de evitar males mayores y marcas en el futuro’ (Salud & bienestar. María García).
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