Manifiesto la desaparición de la sede donde surgieron emotivos encuentros entre amigos que compartían una misma afición o deporte: las riñas o peleas de gallos. Su derribo es consecuencia de la construcción de un edificio para albergar a 42 familias, que durante años han soportado humedades y viviendo en condiciones de insalubridad en sus actuales ubicaciones. Los sueños recopilados en unas paredes que albergaban historia, viejos tiempos, se ven sin soporte y caen al suelo para ser devorados por las excavadoras y decisiones imperiosas. Es un sentimiento fundado en el reconocimiento a tener en cuenta, ya que la Nueva Gallera encerraba el bagaje de tardes llenas de aplausos y de glorias. La solera de tantas décadas compartiendo amistad y rivalidad de los fines de semana en el recinto del Circo de Marte y, otros tantos, en el Parque de Recreo (recinto del cine de verano) surgen anécdotas de ese entonces, cuando se denominaba el “Partido de Abajo”. Santa Cruz de la Palma, fue una ciudad poseedora de un patrimonio que a todos sus habitantes, jóvenes y mayores, entusiasmaba y su fama traspasó la frontera insular y compitió en otros sitios del Archipiélago.
Adiós, vieja gallera con su vida social que transcurría al cuidado de ejemplares gallos ingleses y de cuidadores, de los que muchos de ellos fueron leyenda. Las huellas de los referidos anteriormente, algunos aún viven, dejadas en el corazón de simpatizantes, que formaron un círculo de artífices en pro del estímulo y elogio a la labor, es encomiable. Con diferentes variedades: gallino (negro, cenizo, cernícalo, pinto…) y semigallo (giro, canabuey, blanco, colorado, melado, bayo…) se hacían las apuestas a los rivales. Bajo el signo de la nobleza se intercambiaban la revancha. Se fue un pasado memorable en un lugar señero, Timibúcar. Sugiero a quienes correspondan tomen la decisión de la constancia para las futuras generaciones.
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