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domingo, 12 de junio de 2011

TRADICIÓN MACENSE

                              Al compás de las brisas, provenientes del azul Atlántico para confundirse con la lluvia y la espesa bruma, que suben ladera arriba con los bríos renovadores de un milenio recién estrenado, en Mazo, una vez más, se celebra el Corpus Christi. Aparte de tener éste importancia en el calendario litúrgico, hay que admirar a los macenses en su obra titánica de los maravillosos arcos, alfombras, pasillos, descansos… culminando con el tapiz de su plaza mayor, Pérez Díaz, que transforman al pintoresco pueblo en una exposición monumental de arte al aire libre, con ese gusto delicado y exquisito, tan comentado por miles de visitantes que no se cansan de elogiar el grandioso homenaje que tributa al Santísimo Sacramento.      

                        Con la impronta habitual en el vecindario, sorprenden con la confección de su trabajo. Magnífico por su ardua elaboración y las horas convertidas en animosas charlas en el encuentro con los demás.

                              Desde Cumbre Vieja nuestras pupilas se recrean con los roques de Nambroque o el de Niquiomo, testigos fieles del volcanismo imperante, la parra y el sacrificio a obtener el fruto de la tierra, heredada de los aborígenes, en el presente con orgullo y talante de épocas difíciles, pero no hay mejor fórmula para afrontarlos que la unión y el abrazo colectivo, fervor y esperanza.

                              “Plenitud primaveral. Los campos se visten de flores. Tierra y cielo parecen sonreír en un maravilloso alarde de majestad triunfadora. El optimismo crece en los hogares. La vida sigue su curso, sin que los sinsabores disminuyan el esplendor de su reinado. Hoy, como ayer; mañana, como hoy. Ante la indiferencia de los menos, la confianza de los más”. Palabras de Félix Duarte Pérez (1895-1990), natural y cronista de Breña Baja, allá por el 4 de junio de 1960, cita hecha por el pregonero de turno.

                              Las estampas pretéritas del acontecimiento eucarístico y los documentos periodísticos nos trasladan a una Canarias que, también, es la de ahora, asociada con el esfuerzo y el afán de superación de la buena gente, la que se vio forzada al desafío desaforado de la emigración, la que en la actualidad planta cara a la adversidad y admite el penoso drama de la inmigración de cientos de seres procedentes de países lejanos como lo fue nuestra Isla, con la mirada bien alta al igual que han de ser recorridas las calles de este tesoro urbano y rural, con presencia de ánimo para ascender, con el cansancio hecho deleite, por las calzadas empedradas y por el laberinto de sueños embrujados en los encantos de unos paisajes reveladores y sempiternos de la memoria, bagaje ancestral y recursos innovadores, de los antepasados. Conceden una extraña y reconfortante sensación de pertenencia, que llaman a la reflexión serena y a la búsqueda de la paz con uno mismo. Son rincones que protegen e inspiran a vates, pintores, artistas…, están justo a nuestro lado, sólo hay que dejarse atrapar por ellos, pregonando libertad a los cuatro vientos, de las montañas a la mar y de Monte de Breña a Monte de Luna, pasando por el centro neurálgico administrativo del municipio, a 500 metros de altitud, en donde se halla el templo principal de San Blas, catalogado como la mejor iglesia palmera después de la Parroquia Matriz de El Salvador de Santa Cruz de La Palma.

                              Esta original muestra floral conjuga el sabio conocimiento de la flora local, la denodada creación artesana y la plasticidad que alcanzan la virtud de disfrazar de esencia joven la fe cristiana. Dando pie a una recíproca comunión entre la madre naturaleza y la creencia religiosa, donde la primera se alimenta de la grandeza del espíritu de la última, mientras ésta se nutre de la efectiva belleza de aquella. Una relación en la que intercede la inventiva humana.

                              En cada edición la Fiesta se ve recompensada por la sensibilidad artística, que emana del hombre y de la percepción sensorial de todo cuanto le rodea. Por dondequiera, se percibe el tacto en la experta toma de contacto con el material vegetal, en su manera para recolectarlo, en el tratamiento que se le da en su picado, en el modo en que debe ser pegado y en el orden que se toma para su enrame. Al mismo tiempo, se hace palpable en el corte de la madera y el modelado del hierro, que forman el esqueleto de los erguidos armazones y moldes. El foráneo en su visita es empujado a mirar al suelo y a lo alto, para descubrir lo extraordinario inherente en la autenticidad de la sustancia empleada. En un sentido estético el gusto concierne a la agudeza en el diseño de las composiciones, que suponen una novedad de una vez para otra.

                              En cada paso dado por el engalanado paseo se despierta el olfato ante la intensa fragancia, que se propaga. Un crisol perfumado rebosando de líquenes y musgos, cálices y pétalos, semillas y espigas, comulgando entre sí para esparcir sus efluvios en este particular hallazgo de amor al sigilo divino. Ambiente de ensueño que se verá transgredido por la marcha parsimoniosa del séquito representativo que acompaña a la Custodia, que con su lento avance va dejando una estela vaporosa de incienso difuminado con el humo y olor a pólvora, desprendido por el aplauso pirotécnico.

                              La semblanza sobre la envoltura hermosa del momento aludido discurría en ocasiones bajo las reglas un tanto estereotipadas del costumbrismo. En otras, se aventuraba en los inciertos páramos de la poesía, con creaciones ex profeso, o con referencias a los grandes de las letras. “Dios que palpita en el rubio plumero de las espigas”, que escribiera Félix Rubén García Sarmiento (1867-1916), conocido como Rubén Darío, nicaragüense, y retomara Antonio Jesús Trujillo Armas (1937-1967), gomero, para una crónica de 1962. Evocadora palabra, símbolo de la fecundidad de la tierra muy cercano a un evento cuya fama trasciende las fronteras.

                              En 1965 se reclamó por medio del poeta breñusco mencionado la declaración de Interés Turístico Nacional, que tardaría dos décadas en hacerse realidad. La espera se hizo corta cuando se está disfrutando de la esencia de un premio merecido y reconocido a nivel nacional e internacional. El 2011 sea la salida de nuevos horizontes prometedores para el futuro de la Villa. Las imágenes, ayer en blanco y negro, ahora en colores, se codean con los vídeos e internet, engrosando las páginas de la Historia, que acompañan para el adecuado reflejo de este prodigio.

                              “He visto, he creído en el milagro de Mazo, […]. ¿Cómo no creer, también hoy, en esta buena gente? Porque, en el presente como en el pasado, en la víspera de Corpus no duerme nadie. Hay que terminar el pasillo y la alfombra. En ellas serpentean los brillantes coloridos de las flores de campo. Nadie los pisa antes del paso de la procesión. Después, ya no tiene valor. ¡No importa! Es el trabajo de un mes, con todo esmero, para que el Santísimo Sacramento se pose en el descanso. Un mes para unos minutos de oración en común de todo un pueblo. Grandioso, ¿no?”.

                              En definitiva, una concurrencia más con el Amor de los Amores para consumar la pasión de poder rendir pleitesía al misterio de la transustanciación del Pan y el Vino con los honores ofrecidos.

CITAS DOCUMENTALES

               -PROGRAMA. Corpus Christi 2009. Villa de Mazo. 
               -PREGÓN: El Corpus en las palabras de otros. Juan Manuel Bethencourt Padrón. 2009.
               -MUNICIPIOS CANARIOS. Geografía, Historia y Costumbres. Canarias 7. 1991.

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