fecha

 

sábado, 15 de octubre de 2011

LA ADVOCACIÓN DE SANTA MARÍA DEL ROSARIO

                            Es evidente entre tantos motivos, que esta denominación mariana tomó una gran importancia a través del tiempo por los hechos acontecidos a lo largo y ancho de la Historia de la humanidad en distintos marcos y circunstancias, distantes uno de otro en los años y en el espacio, como, también, cuando y donde se desarrollaron.
                             El gran fervor a Nuestra Señora del Rosario por Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de dominicos o de predicadores, a causa de una visión con que le favoreció la Santísima Bienhechora en 1208 cuando estaba predicando contra los errores de los albigenses que, después, sus frailes la extendieron, conjuntamente con el rezo devocional de la piadosa práctica, entre los fieles. Han pasado siglos y, aún, se mantiene viva la tradición evocándonos a contemplar los misterios de nuestra Redención.
                             ¿Cuál fue el origen del nombre? En el Golfo de Lepanto, Mediterráneo oriental, el 7 de octubre de 1571, perdieron los turcos 224 bajeles, de los que 130 quedaron en poder de los aliados, unos 90 naufragaron y 40 lograron huir. Perecieron 25000 otomanos, entre ellos su jefe Alí-Bajá, quedando cautivos 5000. En el  otro bando se perdieron 15 navíos y 8000 hombres. De ellos 2000 eran españoles, 800 pontificios y los demás venecianos. Lograban la libertad de 12000 prisioneros que llevaban los enemigos como remeros en sus galeras. Se da la circunstancia que Cervantes, autor del Quijote, era cautivo y perdió su mano izquierda “para gloria de su diestra”, por eso se le conoce por “el manco de Lepanto”.
                             Durante la contienda, según la transmisión testimonial, el Papa Pío V invocó la intercesión de la Señora en la lucha naval contra el infiel y se cuenta, que mientras rezaba la santa devoción, tuvo la premonición de la victoria de las armadas de la Santa Liga, lo que unió indisolublemente la advocación referida a la batalla.
                             Las palabras de la Virgen de Fátima a los tres pastorcillos, Lucía dos Santos y sus primos Jacinta y Francisco Martos, el 13 de mayo de 1917, fueron: “Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”.
                             Consta en la mente de los cristianos ganar las indulgencias concedidas por prerrogativas papales en determinadas ocasiones y esta es una de ellas:
              Plenaria. Se da una vez al día al que rece una tercera parte en el templo u oratorio público, familia y en una comunidad religiosa o asociación piadosa.
              Parciales. Por cada una de las Avemarías.
                             Los Pontífices proclaman en términos generales: “El Rosario es el medio más suave y eficaz para evitar todos los males y obtener todas las gracias”.
              León XIII: “¡Es nuestro ardiente deseo que esta devoción retome por todas partes su antiguo puesto de honor! En la ciudad y en los pueblos, en las familias y en los lugares de trabajo, junto a las élites y entre los humildes, sea el Rosario amado y venerado como insigne divisa de la fe cristiana y el auxilio más eficaz para obtener la misericordia divina”. Encíclica Iucunde Semper, 8 de septiembre de 1894.
              San Pío X: “Volvamos, además, a la intercesión potentísima de la Madre divina. Disponemos y confirmamos cuanto Nuestro Predecesor ordenó sobre dedicar el presente mes a la Virgen Augusta, con la recitación pública, en todas las iglesias, del Santo Rosario”. Encíclica E Supremi Apostolatus, 4 de octubre de 1903.
              Benedicto XV: “No obstante, Aquella a quien la Iglesia tiene la costumbre de saludar como Madre de la Gracia y Madre de la Misericordia, se ha revelado siempre como tal, sobre todo cuando se ha recurrido al Santo Rosario y, por ello, los Romanos Pontífices no dejaron pasar ninguna ocasión de exaltar con grandísimos elogios el Rosario de la Santísima Virgen y de enriquecerlo con los tesoros de la Indulgencia Apostólica”. Encíclica Fausto Appetente die, 29 de junio de 1921.
              Pío XI: “El Rosario es un arma potentísima para poner en fuga a los demonios […]. El Rosario mariano, además, no sólo sirve especialmente para debelar a los enemigos  de Dios y de la religión, sino que también aviva las virtudes cristianas, las fomenta y pacifica  los ánimos”. Encíclica Ingravescentibus malis, 29 de septiembre de 1937.
              Pío XII: “En vano, de hecho, se busca llevar remedio a las suertes vacilantes de la vida civil, si la sociedad doméstica, principio y fundamento del consorcio humano, no es diligentemente reconducida a las normas del Evangelio. Para realizar un deber tan arduo, Nos afirmamos que la recitación del Santo Rosario en familia es el medio más eficaz […]. No dudamos, pues, en afirmar de nuevo públicamente que es grande la esperanza colocada por Nos en el Rosario de Nuestra Señora, para sanar los males que afligen nuestros tiempos”. Encíclica Ingruentium malorum, 15 de septiembre de 1951.
              Juan XXIII: “El Rosario, como ejercicio de devoción cristiana entre los fieles del rito latino […] toma su lugar, para los eclesiásticos, después de la Santa Misa y el Breviario, y, para los seglares, después de la participación en los Sacramentos”. Carta Apostólica Il religioso convegno, 29 de septiembre de 1961.
              Pablo VI: “No dejéis de inculcar con todo cuidado la práctica del Santo Rosario, la oración tan querida por la Virgen Madre de Dios y tan recomendada por los Romanos Pontífices, por medio de la cual los fieles están en condiciones de poner en práctica, de la manera más suave y eficaz, el mandato del Divino Maestro: Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; golpead y se os abrirá” Mt 7,7. Encíclica Mense maio, 29 de abril de 1965.
              Juan Pablo II: “El Rosario lentamente recitado y meditado en familia, en comunidad y personalmente os hará penetrar poco a poco en los sentimientos de Cristo y de su Madre, evocando todos los acontecimientos que son la llave de nuestra salvación”. Homilía durante la Misa en Kisangani, 6 de mayo de 1980.
              Benedicto XVI: “El Rosario es una oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la plegaria del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, siguiendo a Jesús, precedido por María”. Castelgandolfo, 5 de octubre de 2006.
                             Como escalafón hay una lista de promesas de la Madre de Dios a nosotros, que a continuación indico detalladamente:
          - Quien me sirva rezando constantemente mi Rosario recibirá cualquier gracia que me pida.
          - Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.
          - El Rosario será un escudo fortísimo contra el infierno, destruirá los vicios, librará de pecados y abatirá la herejía.
          - El alma que se me encomiende con el Rosario no perecerá eternamente.
          - El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada; se convertirá, si es pecador; perseverará en la gracia, si es justo y, en todo caso, será admitido a la vida eterna.
          - Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin el auxilio de la Iglesia.
          - Libraré pronto del Purgatorio a las almas devotas del Rosario.
          - Todo cuanto se pidiere por medio del Rosario se alcanzará prontamente.
          - Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
          - La devoción al Santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la gloria. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario