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sábado, 26 de noviembre de 2011

BARRIO DE SAN TELMO, HISTORIA Y DEVOCIÓN (IV)

11.- Pregones y columnas:
              Programa 2000
                             “Luz de una noche en septiembre”: Cuántos recuerdos de mi niñez se agolpan ante tu templo cada vez que paso por esa plaza que es mirador de lejanas ilusiones que se pierden en el horizonte… Todo un barrio a tus plantas Señora se postra, conocedor de que eres Tú quien alumbra su caminar a cada paso. No en vano, ante Ti, Luminaria de nuestras vidas, se desarrolla el devenir del barrio de San Telmo, el mismo que bendices cada septiembre con tu soberana presencia en sus calles.
                             Una de tantas veces que, divagando entre mis proyectos, paseaba por los aledaños de tu morada, fui testigo de un hecho sorprendente…
                             Aquella noche un resplandor inusitado traspasaba los umbrales de San Telmo, y asombrados, los vecinos veían como sus blancas fachadas se tornaban de un color más vivo que las claras del nuevo día…
                             De pronto, el silencio fue roto por repicar de campanas que, con sones de alborozo, guiaban el faenar de los barquitos de la bahía; las recoletas plazas, las bulliciosas barriadas, y hasta los cipreses del camposanto se preguntaban qué era aquello que sobresaltaba de tal manera la paz de un barrio acostumbrado a vivir en el sopor de tiempos pretéritos, de hombres de mar, y artesanos del buen hacer… fue entonces cuando, desde lo más alto del lugar, una voz exclamó:
                             “Engalana tus calles, San Telmo orgulloso… muestra tu alegría emocionado, que entre acordes musicales, y cornetas de ilusión ya sale de su ermita la Vecina más querida de este barrio, la que con su semblante arranca las penas del alma y siembra esperanzas de amor. Aquella que es Nave de la Iglesia y Dulce Madre del Mesías, la que entre nubes de tul te guía, bajo el nombre de La Luz…”.
                             A partir de ese preciso instante, la vida del barrio se detuvo, y un galeón se abrió paso por sus calles anunciando que, precedida del Santo Patrón, Nuestra Señora de La Luz comenzaba su discurrir procesional por entre los ilusionados corazones de sus vecinos.
                             Un año más, había llegado septiembre a las calles de San Telmo… (Domingo José Cabrera Benítez).
              EL DÍA: jueves, 7 de septiembre de 2000
                             “El barrio de San Telmo y su Fiesta de septiembre”: Con la mirada perdida a un océano, que me cautiva y me llena de nostalgia, y al susurro de la brisa fresca que va y viene al vaivén de las olas, se acrecienta en mí el deseo de hablar de la devoción de San Telmo a su Virgen de La Luz y a su Patrón.
                             Con un acento único se desvela la emoción de una gente para liberarse de la laboriosidad cotidiana y tomar un breve respiro en un paréntesis, no menos importante, que les transporta a una dimensión esperada con ansiedad para sentirse protagonistas durante unos días.
                             Los cohetes estallan en aplausos pirotécnicos y las campanas esparcen el júbilo incontenible, que rompe el más profundo de los silencios petrificados en la faz del viento y, también, el prolongado parangón en sus gargantas metálicas.
                             Además se retorna a la fúlgida armonía, con el suave aleteo del corazón y bajo la bóveda celeste para llenarse las calles de luces, cirios, cánticos y rezos.
                             Como agitado batir de alas, en esos momentos vividos, mi afán se enriquecía del resonar de melodías en torno a un barrio devoto y fiel guardián de su Fe y de sus imágenes.
                             Frente a la bahía se divisa la ermita, al igual que la proa del bello galeón, que sirve de andas procesionales de la imagen de San Telmo, y es el pórtico de un barrio costero y mariano.
                             La ciudad de Santa Cruz de La Palma muestra la serenidad de un trozo de sus entrañas, que con maestría y con cierta peculiaridad se alza en pétreo coloso.
                             Siento la añoranza al recordar los años de mi infancia y juventud transcurridos en los aledaños del risco y que, aún, transformo en lánguidas contemplaciones por no vivir en él, desde hace algún tiempo.
                             De pronto, un 8 de septiembre, el barrio de San Telmo despierta de su letargo y por arte de magia el jolgorio se traduce en arte popular.
                             La Virgen de La Luz, talla de madera policromada y de vestir, atribuida a Juan Manuel de Silva Vizcaíno (siglo XVIII), es paseada en un baldaquino, que realza la belleza de una imagen recién restaurada, y es la devoción del barrio.
                             Asimismo, a través de las calles engalanadas, es acompañada por la imagen de San Telmo, policromada y de vestir, de autor anónimo (siglo XVIII), restaurada un año antes que la de la Virgen, en un artístico galeón (siglo XVII), de Bernardo Manuel de Silva, restaurado en el taller de restauración del Excmo. Cabildo Insular de La Palma.
                             La mirada, sin límite, a un mar de luceros de quienes poseen unos ojos marineros es la única forma perfecta de amor. Es un lenguaje roto entre distintas maneras de ver las cosas y concebir un mundo abierto a la unión de una fe y de un constante latido de trinquetes y sirenas, de jarcias y timones…
                             Escribo, sin lugar a dudas, sobre el inagotable hálito de un barrio en transmitir una huella de amor.
                             La verdad, no es otra, que descifrar en ese día de la Onomástica que grande es ser testigo del testimonio cierto que aún no he acertado a transcribir, como tantas otras cosas.
                             La proximidad de la mar es el encuentro de dos manifestaciones muy simples y desnudas que se funden.
                             Comprendo que corto es el tiempo para saber, que no es bastante el testimonio transmitido por mí, como testigo.
                             La Virgen de La Luz, junto a San Telmo, y el mar se hallan unidos de las manos en los lazos de amor fraternal, que es un fragmento de la mística unión entre la Madre y los hombres de la mar. (Domingo Cabrera Pérez).
              Programa 2001
                             “Cuatro varales”: Son pocos los que sienten la llamada de María al paso de su bendita imagen por nuestras calles y plazas, ya que entre el gentío, el ronco pregón de los tambores y la algarabía del barrio sumergido en fiestas, hay que estar prestos a captar el mudo diálogo que se establece desde su baldaquino hasta los recónditos confines de nuestra alma. Sin embargo, a cada paso de la procesión la Virgen de La Luz nos dirige palabras de consuelo y aliento que nos reconfortan en los momentos difíciles, y que sólo Ella conoce.
                             Cuando el cansancio ha huido por los oscuros caminos de la noche, y su mirada nos envuelve en un hálito de pureza virginal, un año más su sonrisa parece decirnos:
                             “Soy María de La Luz, su Madre, Señora de este lugar, y guardiana de la fe de mis hijos. Desde un altar contemplo la majestad del puerto y la sencillez de mi barrio, compendio de ilusiones y esperanzas en un mañana prometedor de venturas y alegrías. Es por eso que conozco bien sus pesares y afanes, y cada mes de septiembre, desde hace ya muchos lustros, salgo a colmar de amor divino sus calles.
                             Escucha… confía… alégrate… cada volador que surca la espesura de la noche es una saeta clavada directamente en la tristeza del emigrante, convirtiéndola en añoranzas que lo harán regresar a nuestro lado; cada bengala, una luminaria de fe que alumbra vuestro sombrío caminar por el lodazal de los egoísmos humanos, y cada “descanso” una oportunidad para la reflexión y el sosiego. Las flores que desparramadas a mis pies festejan mi gloria constituyen una alfombra de plegarias contenidas en este largo año de espera, y que yo deposito ante la bondad de mi Hijo.
                             Sé que faltan muchos buenos vecinos de otras fiestas, pero también sé que se han preocupado de engalanar sus almas con la dicha de los justos, y de ese modo hacer brillar aún más la noche más bella de este barrio”.
                             La Virgen pasa ante nuestras puertas y balcones, y una vez vividas las fiestas patronales podremos decir sin lugar a dudas que, al igual que los mástiles del Galeón sostienen las velas de la embarcación dominica y la inocente espadaña muestra orgullosa sus campanas al viento, es en estas jornadas gozosas de sabor mariano cuando la fe, la Devoción, el Cariño y la Gratitud de mi pueblo se convierten en los cuatro varales que sostienen el cielo de oro y rosas bajo el cual resplandece la Estrella más hermosa de mi viejo San Telmo… (Domingo José Cabrera Benítez).
              EL DÍA: sábado, 8 de septiembre de 2001
                             “Inflamados de amor”: Como el fulgor del relámpago, brilla en mí el ansia de narrar la tradición de un barrio que con devoción celebra la onomástica de su Virgen Ntra. Sra. de La Luz y su patrón San Telmo.
                             Las calles con sabor ancestral, renovadas por el tinte del tiempo, comparten el aroma del incienso y el murmullo del rezo.
                             La alegría de su gente, que es el sincero saludo de su corazón, se mezcla en el apoteósico aplauso pirotécnico.
                             La Madre y su Guía, cual luceros relucientes en una noche iluminada por la fe, parecen ser reverenciados por las demás estrellas del firmamento, que es la bóveda que envuelve el abrazo marinero del barrio.
                             Traduciendo los sentimientos transmitidos revivimos los recuerdos de una infancia transcurrida en los aledaños del templo, en torno a la memoria de los antepasados que rememoramos en silencio año tras año.
                             A la esperanza que irradia María se une el fervor de unos hijos que en septiembre mágico e inolvidable embellecen los más recónditos rincones para recrearse en la mirada de la Estrella de la mañana.
                             Para gloria de Dios y de su Reina concebida sin mancha original, el sublime marinero (San Telmo) va marcando la ruta hacia el arrepentimiento y el idílico amor, resplandor de navegantes.
                             El continuado acto de fe, esperanza y amor, de adoración y reparación constituyen la esencia de unos moradores laboriosos en constante renovación.
                             En el barrio de San Telmo se conjuga lo viejo, mostrando lo pintoresco y patrimonial, y lo nuevo con espíritu de modernidad y crecimiento de la ciudad, reflejando el temple de los pilares que sostienen la idiosincrasia de una realidad socioeconómica, cultural y religiosa en la reciente andadura por el tercer milenio.
                             El gran día de María y de San Telmo está lleno de gracias y de bendiciones divinas para el barrio y sus vecinos y que, humildemente, pronunciando el nombre de Ella nos consolará en la hora de la muerte, que muy dulce es para sus devotos durante la vida.
                             Al igual que San Bernardo, contemplando a su buena Madre, enamorados diremos: “¡Oh excelsa, oh piadosa, oh digna de toda alabanza Santísima Virgen María, tu nombre es tan dulce y amable, que no se puede nombrar sin que el que lo nombra no se inflame de amor a ti y a Dios; y sólo con pensar en él, los que te aman se sienten más consolados y más inflamados en ansias de amarte!” (Las Glorias de María. San Alfonso María de Liborio). (Domingo Cabrera Pérez).
              EL DÍA: sábado, 7 de septiembre de 2002
                             “San Telmo y su fiesta”: Un año más estamos ya a las puertas del día de la Virgen de La Luz y San Telmo. Con cientos de convecinos esparcidos por lugares distintos al nuestro. Es, sin duda, el acontecimiento central del barrio para hallarnos unidos, ofreciendo el único sentido a la vida de cada uno de sus hijos. Sin otras pretensiones que sea una ocasión siempre rica para la meditación, la contemplación y la celebración.
                             Llega el mes de septiembre y con él se enciende el fervor de los vecinos para celebrar su anual fiesta con devoción popular, que contagia e invita al reencuentro de viejas tradiciones con las innovaciones que la pauta del tiempo nos impone. El ambiente familiar y sosegado de esta zona de la ciudad, tan peculiar, cuando se va acercando la celebración de la Natividad de María, se transforma en bullanguero, revelando el sentimiento alegre y laborioso con el religioso y ancestral.
                             La gente con fe y con ese ímpetu de manifestar su creencia y confianza renovará una vez más su amor a las bellas y valiosas imágenes de la Virgen y de San Telmo con su galeón de incalculable representación artística de la época. Desde siempre, el barrio ha sabido expresar su propia herencia, dotándola de un carácter especial y singular. Participa con sensibilidad y convicción en su patrimonio religioso más importante.
                             La fiesta de Ntra. Sra. de La Luz y del santo Patrón es tiempo de esperanza para dar testimonio constante de su solidaridad y preocupación por las causas sociales, y afrontar con humanidad la vida cotidiana. El Tanquito, calle de San Telmo, el Cabo, Timibúcar, el Galión, calle Navarra… nos habla de un pasado y nos relata la identidad del sector en el tiempo, que se proyecta hacia un futuro divulgador dentro de un marco abierto y dinámico.
                             En medio de tan digna mención sobresale la ermita con su especial encanto, que se adorna en el interior para mostrar la armonía de la construcción y el marco incomparable de la onomástica. Y en el exterior, se patentiza la algarabía de los concurrentes con los acordes de la banda de música, cornetas y tambores y los fuegos artificiales que son una magnífica y explosiva exhibición.
                             Un sencillo gesto personal compartido en muchas horas durante años es el mejor regalo que le podemos dar a María, Madre de gracia, Madre de misericordia, que saciará nuestra sed espiritual y colmará de bendiciones nuestro arrepentimiento. Y, por último, implorar a Dios Omnipotente, Uno y Trino, para que alcancemos más fácilmente sus gracias siguiendo el ejemplo de la vida de oración y de penitencia de su siervo San Telmo, quien recibió los dones celestiales desde su tierna infancia, llegando a transmitir una huella de amor a los hombres de la mar. (Domingo Cabrera Pérez).                 
              Programa 2003
                             “Recuerdos de un pasado memorable”: Constituye una gran satisfacción para mí poder contar con el apoyo del frágil recuerdo de mi contumaz memoria para hablar de un pasado memorable del barrio de San Telmo, ligado a la veneración de las imágenes de Nuestra Señora de La Luz y de su Patrón.
                             Su Fiesta de septiembre es un acontecer repleto de entusiasmo, trabajo, colaboración y de tantas manifestaciones por sus calles y rincones, quedándonos atónitos ante el derroche de muchos sacrificios convertidos en auténticos vítores a la Madre de Dios.
                             Sin olvidar ser parte integrante del pasado y presente vigente vinculado a la pauta del tiempo, nos adentramos en la historia de un antaño que ha dejado un rico legado.
                             Imprescindibles y de gran interés son los testimonios transmitidos de los mayordomos habidos en la ermita, a partir del umbral de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, como don Gabriel Gómez, doña Josefa (Morita), doña Lola de Las Casas Pérez… y otros más que, aún, perviven como fuente inexcusable.
                             La colectividad nos reclama extraer los nombres de don Félix Hernández Rodríguez, inolvidable párroco de El Salvador; don Felipe López, que con su quehacer musical estrenó su  Loa a la Virgen de La Luz (1966); don Manuel Pérez Páiz y los innumerables colaboradores, todavía vivos o difuntos como los anteriores, que hicieron posible el esplendor del evento anual relacionado con la intensa actividad ciudadana, teniendo una relevante importancia en algunos aspectos fundamentales del enclave.
                             El jolgorio y la algarabía forman un lazo entre los sentimientos y la devoción para que el gentío disfrute y contemple el apego de los convecinos durante el recorrido procesional en una noche mágica, siendo elogiable la labor de las familias y de los estimables incondicionales, artífices de tal realidad, con un afán desinteresado y emprendedor. (Domingo Cabrera Pérez).
              Programa 2004
                             “La Fiesta de La Luz”: A los sones de los acordes de cornetas y tambores amanece un barrio, como si se despertara de un letargo. Algo que surge del silencio adormecido por el acontecer diario de uno al otro septiembre. El cielo se viste de gala en una fecha, única y singular, de las celebraciones marianas. A todos contagia por la explosión de color y sonido, que se transforma en perlas y diamantes, en ágatas y rubíes, en esmeraldas y olivinos… Desprende la esencia de la pólvora para enlazarse con el fragante mensaje de las rosas y claveles.
                             La algarabía se contagia con el encantador marco de balcones, ventanas, plazas, rincones y calles engalanadas con la humana intención de los mortales. Suspiros llenos de sentimientos por la Virgen, Reina y Señora, y por su santo Patrón, San Telmo.
                             La onomástica es una proclamación de fe en medio de un inmenso trasiego de fervor y de identidad. La elevación al cielo de las plegarias gira en torno al amor de María, nuestra Madre, en su advocación de La Luz.
                             Cuando nuestros corazones sirven de guía para encontrarnos con las tradiciones, valorando extraordinariamente lo que poseemos, la calma reina entre los sufrimientos y cuantas adversidades tengamos en la vida. Lo mismo sucede en el ánimo de los moradores del entorno de la ermita al llegar los festejos. El latir acompasado se apresura a contemplar las bellas reliquias desfilando por sus estrechas y remozadas calles. (Domingo Cabrera Pérez).
              Programa 2005
                             “Resplandor y fe”: Llegar a septiembre es hallarnos obligados a cumplir la cita con las fiestas del barrio de San Telmo. Nos encontramos comprometidos a la alegría y devoción de unas bellas imágenes que recorren las estrechas y tortuosas calles del entorno en busca de sus esperanzados creyentes.
                             Ntra. Sra. de La Luz es más que un símbolo de devoción y espiritual. Constituye el resplandor de la confesión cristiana avalada con el calor de una herencia católica y de un esfuerzo consciente a una labor sin recompensa. Sólo, tiene la gratitud eterna de un Dios Omnipotente, Uno y Trino a los que aman a su Santísima Madre.
                             En el cielo se dibujan multicolores siluetas al paso del Patrón y de la Virgen para hacer realidad los sueños ilusionados del recuerdo a un pasado y a un presente en armonía a la fiel tradición de los vecinos de un extremo al otro de este sector ciudadano: El Cabo, Timibúcar, Tanquito, Navarra, Tres de Mayo, Galión,… En la memoria se encuentran los nombres de aquellos difuntos y ausentes para ayudarnos a sostener los varales del virginal baldaquino y del artístico galeón.
                             La bandera, signo de gracia y de pregón, ondeando junto a la vieja ermita confeccionan una postal con alma marinera y mariana hacia un océano que extiende sus brazos y fortalece el lazo de unión y fraternidad con los acordes del azul, la brisa y la fe, frente a un horizonte convergente en la distancia para veneración y gloria de María. (Domingo Cabrera Pérez).
              LA OPINIÓN de Tenerife: viernes, 9 de septiembre de 2005
                             “Fiestas de San Telmo”: En el sosiego del mes de septiembre el barrio de San Telmo, en Santa Cruz de La Palma, celebra sus fiestas patronales con gozo y la algarabía de siempre. Es un compendio y, al mismo tiempo, un contraste entre lo popular y religioso, lo tradicional y progresivo, lo pasado y presente… Es un constante renovar lo viejo por lo nuevo, sin perder el signo de identidad en la constancia y heredad de los antepasados. La implicación y el amor a lo deseado, que, nos dejan huellas en el corazón, resurgen en la memoria y en los sentimientos ancestrales constituyendo el esfuerzo incuestionable de todos los rincones del entorno.
                             Durante algunas décadas se ha puesto de manifiesto el concebible adagio palmero: “ser como la humilde gota del bernegal que gota a gota horada la piedra, no por su fuerza sino por su constancia”.
                             Creo que con lo dicho, se pone en evidencia el espíritu de devoción a unas bellas imágenes que, año tras año, recorren las estrechas y tortuosas calles de esa zona ciudadana, perdurando con esplendor en honor de Nuestra Señora de La Luz y San Telmo.
                             Por último, por la valiosa colaboración, felicitaciones al sector parroquial y vecinal, mayordomo, devotos, asociación de vecinos Quisisana, incondicionales y entidades. (Domingo Cabrera Pérez).
              Programa 2006
                             “María, Madre de gracia, Madre de misericordia”: Estas bellas grandilocuentes advocaciones se le dan a la Santísima  Virgen cuando en septiembre celebramos las Fiestas de La Luz y San Telmo. La fe y la devoción de un barrio llenan cada rincón por donde pasan las veneradas imágenes de la Madre Divina y del fiel Patrón en su inolvidable Galeón (s. XVII), cumpliendo la cita anual con los feligreses, parroquianos de El Salvador. Todo transcurre con júbilo en el entorno del vecindario, ante la mirada atónita y presencia de un cielo iluminado por la algarabía de los saludos pirotécnicos. Entonces, la mar se llena de aroma por el agradecimiento de una tradición centenaria.
                             Ntra. Sra. de La Luz, acompañada por San Telmo, navega en los corazones de tantas mujeres y hombres, gente sencilla, que sienten la necesidad de manifestar el esfuerzo y el cariño de una celebración para integrarse con su entrega en la historia y memoria de los antepasados.
                             Los aledaños de la Ermita, Pintado, Timibúcar, Tanquito, Galión, Cabo, Navarra, Tres de Mayo… se convierten en engalanadas sendas, siendo un laborioso trabajo e incondicional tributo a lo religioso, patrimonial y popular.
                             Las calles se adornan y compiten entre sí por la belleza y vistosidad. Se organizan actos deportivos, culturales y un largo etcétera, aunque el centro de la fiesta son los consabidos Patrones. (Domingo Cabrera Pérez).
              Programa 2007
                             “Virgen y Madre”: ¿Virgen y Madre? ¡Qué suerte! La entrega alegre y la generosidad abierta a una fecha del calendario en un barrio para la devoción mariana hace, aún, más denso el pensamiento e imaginación humana. La virginidad de María está firmemente avalada por la transmisión evangélica.
                             Ntra. Sra. de La Luz, símbolo inseparable de San Telmo, enclavado en un emblemático paraje ciudadano ha conocido, al paso del tiempo, el progreso cultural y social.
                             “Nunca hemos acabado de hablar de María” decían ya de antiguo los teólogos y seguimos haciéndolo con la muestra de cariño a unas imágenes de candelero. La Virgen fue esculpida alrededor de 1718 y atribuida a Juan Manuel de Silva Vizcaíno. Y la otra, el Patrón del sector, posiblemente del s. XVIII y de estilo barroco canario, posee unas andas portadoras de la nave procesional, realizada en madera sobredorada y lienzo, que representa un galeón español del s. XVII. Una réplica del mismo se halla en el Museo Naval de Madrid.
                             La Madre con su elección, con su perseverancia mantenida, con su entrega total y su fidelidad a través de todas las pruebas, continúa su vocación excepcional de primera creyente, ejemplo de respuesta a la palabra y muestra del camino que nos ayuda a dar nuestros pasos en la Fe.
                             La Virgen de La Luz y San Telmo, desafiando el rumbo del destino a cada uno y retando a los vecinos a la veneración en los distintos rincones de la zona, nos ayudan a que reine la alegría en torno suyo y de la ermita, de la cual se ignora la fecha de su fundación, aunque debió ser antes de 1551. Las familias benefactoras contribuyen a enriquecer el recorrido, junto con la algarabía del gentío, los rezos de los fieles y la salutación pirotécnica, bajo un cielo cómplice del hermanamiento con los hombres de la mar.
                             ¡Alégrate, Reina del Cielo! Y, como ella, todos nosotros en la tradición recobrada del gozo de María y del Santo Siervo que es mensaje y lección en el peregrinaje de la vida. (Domingo Cabrera Pérez).
              LA OPINIÓN de Tenerife (El Correíllo): domingo, 9 de septiembre de 2007
                             “San Telmo y su ayer”: Con la llegada de septiembre celebramos las Fiestas del barrio de San Telmo, al sur de la capital palmera, que con júbilo rinde pleitesía a las sagradas imágenes de María, con advocación de La Luz, y de su Patrón. Los recuerdos me trasladan a un espacio del tiempo en la memoria con ansias de dar a conocer un ayer repleto de anécdotas. Vivencias alrededor de una ermita, símbolo señero y pórtico del puerto, y de unos rincones singulares. No sé cómo relatar aquellos años de unas gentes con afanes cotidianos  sencillos y con espíritu volcado en la fe. Lo haré, simple y llanamente, con buena intención de darlo a conocer. La esperanza de compartir lo añorado por cientos de vecinos, que, anualmente, aúnan sus esfuerzos para resaltar sus creencias, me hace feliz. La feligresía se agolpaba en torno a la Virgen y San Telmito, que paseaban procesionalmente por las calles estrechas y encaladas. Cada sector manifestaba su fervor con agrandar la algarabía. Fue un reto a la competitividad entre unos y otros. El tanto ruido de las abundantes tracas, cohetes (voladores) y ruedas de fuego se completaba con las bengalas, cuadros plásticos alusivos a pasajes marianos y loas con coros mixtos-polifónicos. El templo, bello y de determinada factura arquitectónica o tipología, se engalanaba con gran riqueza floral y colgaduras, que parecía un edén de abrumadora fragancia. Fue un quehacer obligado a ofrecer cariño a los fieles, devotos de la Madre y del fiel Titular. En la octava, al resplandor de la Onomástica, se recorría la calle Real y sus aledaños. La bandera ondeaba con alma marinera hacia un océano, que extiende sus brazos y fortalece el lazo de fraternidad. (Domingo Cabrera Pérez).
              Programa 2008
                             “Madre de todos”: Sed de llegar a todos los hombres y mujeres, sean o no vecinos, con un mensaje de amor, paz e igualdad. No cabe duda alguna, la ocasión nos enardece el corazón y surgen los más hondos sentimientos para que nuestros ojos contemplen la maravillosa visión espiritual como expresión de gozo y devoción por las calles y rincones del sector.
                             Nuestra Señora de La Luz (s. XVIII), atribuida a Juan Manuel de Silva Vizcaíno y en la hornacina central del retablo mayor (s. XVII), -decorado con temas platerescos pero con técnica barroca- elegante y radiante en su bello baldaquino dorado y consagrada en pleno derecho y ejemplaridad en el servicio y la sumisión a la palabra que nos integra en la fe, llama la atención desde el primer momento que asoma bajo el umbral de la ermita, la cual presenta una concepción unitaria y una grata simetría. Sobre las andas procesionales -ejecutadas después de 1681- que representan un galeón español del siglo XVII, San Telmo, Patrón, surca la mar evangélica, llamando a María por su nombre: Madre; siempre se refiere a la Virgen resaltando su maternidad personal de Jesús y prepara la universal de todos los hijos para cuando nos declaremos hermanos.
                             De un extremo al otro del barrio se abren puertas y ventanas para  festejar la solemnidad, vibrando los acordes musicales y voces acompañados de representaciones plásticas sumidas en el embrujo de una bóveda celeste multicolor, mágicos destellos, fiel reflejo de bengalas y tracas. Frente al océano bogan los recuerdos e hitos históricos en torno a unas imágenes centenarias, que son la tradición recobrada del compromiso a una faceta ancestral y a sentir en nuestra vida. ¡Alégrate, Reina del cielo! Y con ella, todos nosotros. (Domingo Cabrera Pérez).   
              Programa 2009
                             “Cincuentenario mariano”: Con el sonar de las campanas al vuelo me invitas a ir a ti, Señor, como lo hizo tu Madre, bajo la advocación de Nuestra Señora de La Luz. Con ese hermoso nombre entró en la historia de un barrio, dando un paso decisivo, con aquellas palabras que definen su firmeza de espíritu fuerte y humilde: Háganse en mí según tu voluntad. Y, en medio de las tormentas del mar de la vida se halla el santo Patrón, talla anónima y posiblemente del siglo XVIII, de un corazón manso para regalarnos con la mayor sencillez humana a tu discípula predilecta y mi mejor maestra.
                             El aroma del incienso, la fragancia de las flores, el murmullo ferviente del rezo, el aplauso pirotécnico, los acordes de la Banda de Música, el acompañamiento de cornetas y tambores… transportan a la memoria de los convecinos una fecha, 8 de septiembre, y el recuerdo de cientos de anécdotas de cuando comenzaron las devotas imágenes de candelero a recorrer procesionalmente Timibúcar y la nueva zona de viviendas unifamiliares adosadas construidas entre las calles de San Telmo y Tres de Mayo. Han transcurrido cinco décadas de traqueteo de las jarcias, trinquetes, pólvora y jolgorio del gentío desde aquel comienzo de doña Lola de las Casas Pérez, mayordoma, con la colaboración de su sobrino don Pedro Manuel Francisco al frente de la vieja ermita, cuya fundación debió ser antes de 1551. El acontecer de los momentos lejanos nos invita retenerlos y someternos a la protección divina de una Virgen (1718), esculpida por Juan Manuel de Silva Vizcaíno, en su dorado baldaquino y a la admiración de un artístico galeón de finales del XVII y atribuido a Bernardo Manuel de Silva. (Domingo Cabrera Pérez).
              Programa 2010
                             “Reina de la paz”: Qué hermoso nombre para la Virgen de La Luz, Señora y símbolo de los que viven su fe. En este año de Bajada se han unido en silencio, ante los ojos de María, los sentimientos maternales y filiales en la vieja ermita, atalaya firme, añeja de tradición y de valerosas vivencias, nexo del azul celeste y oceánico, reivindicando el abrazo con tantos hombres de la mar, que supieron responder al amor incondicional con la simplicidad y elocuencia de una frase: “Causa de nuestra alegría”.
                             Las constantes muestras de cariño por unas veneradas imágenes se manifiestan en septiembre con la Fiesta del barrio capitalino de San Telmo. Junto al Patrón (Beato Pedro González), que la devoción popular ha elevado al podio de la santidad, se celebra el cumpleaños de la Madre de Dios y nuestra, elegida por el mismo Jesucristo mientras moría clavado en el madero, y que es la mujer más grande de la historia. Su nacimiento alegra el universo, por ser la estrella que anuncia un tiempo nuevo de salvación. Plena de gracia desde el primer instante de su concepción es la síntesis de la hermosura contemplada. La juventud y cualquier otra persona del siglo XXI deberían ver en Ella el mejor ejemplo para su vida cristiana.
                             En medio de un sol radiante, una luna plateada y un baldaquino dorado como modelo de pureza se pasea, en los recorridos procesionales, por las calles adoquinadas y variopintas del entorno vecinal junto al galeón portador del santo dominico, protector de mareantes y pescadores, a hombros de fervorosos cofrades inmersos en la melodía musical de emotivas loas, cuadros plásticos, partituras, cornetas, tambores y del sonido, luz y color de las tracas transformadas en fuegos artificiales. (Domingo Cabrera Pérez).
              Programa y El Bernegal 2011 (http: www.domingocabreraperez.blogspot.com)
                             “Azul marinero”: La mirada amorosa de la Madre, cual refulgencia venida del cielo, se hermana con el mar y es el lucero que guía el sendero de los hijos fervorosos, clamando su clemencia por ser portadora del mensaje redentor de Jesús en medio de la serena noche septembrina. Se iluminan los aledaños de la vieja e histórica ermita y aparece la Dama vestida de azul turquesa, bella, junto al santo Patrón, repartiendo dulzura, esperanza y bendición a raudales en los rincones del barrio de San Telmo.
                             Nuestra Señora de La Luz es santuario y faro de muchos marinos, que con audacia cruzaron las inmensas aguas del Atlántico de una a otra orilla, todos capitanes de altura o de la carrera de Indias. Vaya el emocionado recuerdo a ellos y a los que constituyeron la tripulación de la flota isleña, dando auge a la economía de La Palma. Fueron seres caracterizados por su sencillez, responsabilidad y por su admirable dominio del manejo de aquellos complicados trapos que permitían a las naves surcar el anchuroso océano y dar al mundo una civilización. Su existencia transcurrió, en esas lejanas fechas, sobre la movediza superficie “azul turquesa”, salpicados de sal y bañados por la caprichosa y blanca espuma.
                             A la luz del resplandor divino, no sólo podremos interpretar los acontecimientos de esta vida con la verdadera visión de la fe, sino que esperamos la eternidad con la garantía de que el amor de la Virgen no puede defraudarnos. El día de hoy, Fiesta de la Natividad de María, es de gozo y de gratitud. Lo primero, por el nacimiento y, lo segundo, porque Dios hizo obras grandes en Ella. Su cumpleaños alegra el universo por ser la Estrella que anuncia un tiempo nuevo de salvación para los hombres. (Domingo Cabrera Pérez).

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