Se trata del sacerdote o cura José Pons Comallonga
(1875-1964), Nació en la provincia de Barcelona, concretamente en la localidad
industrial de Manresa, el 20 de febrero en el año referente entre paréntesis.
En su infancia tuvo que ocuparse del sostenimiento del hogar familiar por las
penurias padecidas por la escasez de recursos de primera necesidad en un medio
natural insuficiente e impuesto por causas de salubridad y de equilibrio
económico sostenible. Ocupando las tareas agrícolas y ganaderas, hasta que
manifestó su deseo de ingresar en el Seminario catalán, barcelonés. Después de
mucho empeño logró entrar en el respectivo establecimiento eclesiástico de Vich
e inició estudios de Filosofía, que alternaba con otros trabajos para poder
subsistir.
En 1894, fue reclutado, llamado y asignado a incorporarse a
filas y, posteriormente, fue enviado a la guerra de la isla caribeña de Cuba.
Hospitalizado, en 1898, es repatriado a España un mes después. Una vez retornado
a su patria continúa sus estudios, recibiendo, en 1903, las órdenes mayores y
dos años más tarde se ordenó de presbítero. Esta cruel contienda le dejó
importantes secuelas, que le marcó con un escaso estado de salud, que, por
consejo de amigos y allegados decidió venir a Canarias por lo benigno del clima,
haciéndolo antes de cumplir un año de su nuevo estado religioso.
Una vez llegado al archipiélago de las Islas Canarias, se
incorporó a su primer destino, que fue Alajerò, isla colombina de La Gomera,
siguiendo la comunidad de Santo Domingo, de la Villa de Garafía, en la Isla
Bonita o Verde de La Palma, que le acogió de corazón con cariño y respeto, así
como en Tenerife, donde lo localizamos en diferentes sitios: San Bartolomé de
Tejina, El Sauzal, El Tanque, Valle Guerra, etc.
José Pons, desempeñó una notable labor apostólica en pro a
los demás de un lado u otro de la isla palmera, con ahínco y coherencia
meridiana, haciéndose notar con prontitud y provecho en todo lugar y a
cualquier instante del transcurso de la vida. Hablamos de catequesis, que
impartía tanto en escuelas de primaria como, también, en todas y cada una de
las parroquias en las que estuvo, siendo venerado en todo el territorio
insular, ganándose a pulso un aura de santidad, pocas veces, visto en nuestra
tierra.
Estando internado en el Hospital de Nuestra Señora de los
Dolores, Santa Cruz de La Palma, falleció, el 26 de agosto a mediado de la
década de los años 60 del siglo pasado, y sus restos mortales reposan a la
espera de la resurrección, en la que creyó y espera eternamente, en el cementerio
católico de esta localidad.
Como finalización quisiera relatar una anécdota que,
seguramente habrá cientos de ellas por toda la geografía insular y regional, en
donde se convirtió en santo andariego por los caminos sinuosos para hacer
llegar la Buena Nueva de y entre barrancos y montañas, pendientes cimas y
cerros escarpados sembrando cansancio, paz y austeridad para que lo sembrado
con amor se hiciera fructífero:
El epílogo no puede ser otro, sino el que hago ahora hasta
el final. En edad muy temprana, no me acuerdo cuando me sucedió, aunque, sin
lugar a duda, sería cuando era cura párroco de la Parroquia Matriz de El
Salvador, Félix León del Sacramento Hernández Rodríguez (1878-1963), estando
acogido el cura José Pons en el centro de misericordia, celebraba la
Eucaristía, diariamente, en la pequeña capilla perteneciente a la Congregación
religiosa de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que prestaban
sus servicios espirituales de acogida y mantenimiento de atención al prójimo
con una constancia y entereza sobresaliente. No sé cómo, pero tuvo que ser en
edad de bachiller, primeras horas del día, me propusieron la misión de
samaritano, por decirlo de alguna manera, de ayudar a don José en su tarea de
celebrante y así tenerlo en constante concentración con el desarrollo de la
misma misión, según lo propuesto en el Misal Romano para toda la Iglesia
Católica Universal, debido a los numerosos despistes o lagunas que tenía con
muchísima frecuencia por su avanzada edad y precaria mente en declive.
Igualmente, el año de su muerte ingresó, a propuesta del Excmo. Cabildo Insular de La Palma, en la Orden Civil de Beneficencia con distintivo Blanco y categoría de Cruz de Segunda Clase, premiándose así su acción caritativa.
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