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domingo, 21 de noviembre de 2010

LA EDUCACIÓN SIN HUELGA

                              En una revista de un sindicato a nivel nacional leía, hace algún tiempo, que una huelga es un medio y no un fin. Comparto dicha afirmación por el sentido crítico que guarda. Lo primero es analizar la situación actual de la economía española y actuar consecuentemente. En el marco de la lógica deben existir razones para reprochar al Gobierno los intentos de asentar repetidamente su mala gestión política de recortes y de parches. Y, lo segundo, mejorar la calidad y no argumentar a bombo y platillos que el desaguisado se debe a la crisis.
                              Se debe poner en marcha con urgencia las reformas estructurales, porque las carencias se hacen mayores sí no se sujetan a tiempo. Cuando los regidores miran hacia otro lado y no desean ver la realidad, entonces, la situación se complica y surge lo incomprensible: descontento ciudadano, duplicidad en la administración pública, insensato gasto suntuario, aumento del índice de paro juvenil, absentismo, fracaso, violencia, xenofobia, recorte en comedores, anulación de unidades, insuficiencia de profesorado… que afectan directamente a los resultados del sistema educativo y triplica la media europea. La solución no está en la dimisión, sino ser coherentes con los medios y no hacer demagogia.

                              La educación tiene una papeleta difícil que resolver y bastantes frentes al descubierto. Comienza un curso y otro con complejidad, acusando la inestabilidad, que constituye un reto en el desarrollo global en cuanto hagamos la comparación con una sociedad de cambio de ideas y, teniendo en cuenta la que vivimos generaciones de padres, notaremos la merma de valores, que fueron fundamentales y que hoy brillan por su ausencia. El respeto a la participación democrática es un derecho constitucional y que, jamás, debe de ser coaccionado por nada, ni por nadie. Por último, sigamos refrendando el deber de alcanzar un bien común con esperanza y con nuevo brío y la credibilidad del profesor y maestro en los centros, que nunca debió perderse.

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