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jueves, 29 de septiembre de 2011

VILLA Y PUERTO DE TAZACORTE

                             Es todo un ejemplo de fervor y tradición el acontecimiento que dio origen al nombre de la Isla. El municipio de Tazacorte, que se constituyó independiente como tal en 1925, siendo el penúltimo más joven de Canarias, aunque solicitado desde 1898, lleva consigo el blasón de la conquista y la elección de la primera construcción religiosa en honor del Arcángel San Miguel, llegando a ser parroquia en 1922. Merece ser visitado y contemplar las bellas mansiones que, aún, se conservan con un pasado memorable en los archivos históricos del mismo. Conjuntamente con otras edificaciones han afrontado el paso del tiempo con características de la arquitectura insular. En la villa se conjuga lo antiguo con lo contemporáneo, el progreso con la modernidad, el pasado insustituible con el presente lleno de encanto y solemnidad… abriendo la ventana al mar, que le trajo desconocidos flujos de civilización con nuevo horizonte de economía y bienestar colectivo y familiar. En él se extiende un único camino como si fueran los brazos abiertos del lugareño, que por un extremo te reciben con el carisma natural del terruño y por el otro te despide con el afán vanguardista de mejorar las comunicaciones con los demás.
                             Los Reyes Católicos por su real cédula expedida en Burgos, 15 de noviembre de 1496, dieron poder al Adelantado para repartir entre los conquistadores y pobladores las tierras, montes y aguas. En virtud de esa facultad otorgada por sus Altezas, don Alonso Luis Fernández de Lugo, fallecido el 20 de mayo de 1525 en la ciudad de La Laguna, dio a su sobrino Juan Fernández de Lugo Señorino, Teniente Gobernador de La Palma, que le acompañó en la contienda, el valle de Tazacorte, que había empezado a cultivar y tenía un ingenio para azúcar, casas… con toda su extensión territorial y acuíferos desde la Caldera de Taburiente hasta el puerto, según escritura otorgada el 8 de julio de 1502 ante el escribano público Fernández de Gálvez.
                             El prehispánico, anterior a la conquista, se hallaba en plena cultura neolítica. Desconocía los metales, se cubría con pieles y collares, utilizaba lanzas de madera y vivía en cuevas o cabañas cubiertas de ramas. Esta descripción de los guanches aparece en varias publicaciones como resumen de los años anteriores a la llegada de los españoles (castellanos).
                             El 29 de septiembre de 1492 dos navíos y una fragata de transporte al mando del mencionado capitán arriban a las costas occidentales. Componen la expedición novecientos soldados entre canarios y europeos, cuando la Iglesia celebraba la festividad reseñada.
                             El rey Tazo sucumbe en la defensa de su reino y Fray Gaspar Frutuoso (1522-1591) escribe: “Ganado este lugar de Tazacorte llamado antes corte del rey Tazo, ya sea por el nombre del rey ya por hechura del lugar, o ambas cosas, los españoles le dieron el nombre que tiene”.
                             Entre otras cosas destacamos el lazo, que ata lo acontecido en la pauta del tiempo y el futuro prometedor en enriquecer un bagaje histórico y transmitido de una a otra generación. El templo mayor y la ermita de Nuestra Señora de las Angustias se hallan íntimamente relacionados con los Mártires, ya que aquí celebraron la eucaristía en vísperas de su martirio a manos de los hugonotes.
                             La agricultura es la esencialidad del sostenimiento, que ha sido así desde sus inicios por su gran feracidad. Carlos I concedió estas tierras a sus banqueros alemanes, los Welser, como pago de sus deudas. La caña de azúcar fue su primer cultivo, a pesar de su decadencia se conservó hasta el XIX dando paso a las plataneras. La pesca es la otra actividad que por su peculiar capacidad amarra una importante flota de barcos, que con sus jarcias, trinquetes y artes artesanales afrontan una fundamental gastronomía a la sombra del acantilado sobre la marina variopinta en constante incremento.
                             Coincidiendo con la fiesta de septiembre y con el sabor del tipismo y la variedad de actos cívicos y religiosos se disfruta del arraigado espectáculo de los “Caballos Fufos”, que se elaboran de cañas y papeles de colores. Son portados por unos jinetes que bailan a los acordes de divertidos pasacalles al ritmo de la banda de música. Fueron una prodigiosa invención de un emigrante, oriundo del pueblo, que retornó de la isla antillana de Cuba en los años veinte del siglo XX. Supone una original manifestación folclórica en la que una veintena de equinos se dejan conducir por una jirafa.
                             No podemos finalizar sin señalar que en donde existe una producción determinante no haya influencia en la cocina local, porque en su recetario culinario ocupan un lugar excelente “los polines”, plátanos verdes sancochados con su cáscara, que se comen de acompañamiento y bañados con mojo. En el ámbito casero se destila los licores como el de café y la mistela.

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