Fue una
institución popular en el marco adoquinado de la Calle Real de Santa Cruz de La
Palma, que una vez trazó la distancia máxima fronteriza con el mar. Calle Mayor
por excelencia y el reencuentro de paisanos y forasteros, aunque para algunos
sea la primera vez. Amigo de sus convecinos se prestaba a la tertulia y a la
simple presencia caracterizada por su semblante. Amante de lo anecdótico con la
grandeza de ser sencillo en lo cotidiano y personal.
Con Antonio Méndez
Pérez (1938-2013) se marchó la curiosidad de haberlo conocido y tratado. Fruto
consecuente de la sorpresa y del soslayado trato caminó entre los suyos
recurriendo a la cortesía, traducida en satisfacción. Hacer comentarios sobre
la capital es conducir la pasión de los palmeros de antes y de ahora, yo diría
de siempre, a clamar que con él se nos iría un pedacito de historia.
Los años,
lamentablemente, se renuevan unos tras otros irreversiblemente, pero las
huellas de cada uno de nosotros quedan imborrables para ser bagaje de la
nostalgia y sentimientos. La complicidad de los Reyes Magos suplantaría la
triste noticia del óbito. A su modo y manera consiguió alcanzar una meta en el
anverso y reverso de las cosas sin imaginarlo y, mucho menos, soñarlo. Con su
empeño propio, peculiaridad y sentido común pertenece por derecho a esa pléyade
distinguida de ilustres, rindiendo culto a la memoria.
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