La placidez de una
alfombra extendida entre llanuras y montañas, cantada por boca de trovadores,
ávidos de pregonar a los cuatro vientos la belleza del almendro en flor. Prados
adormecidos por las caricias de la brisa y del sol, sueñan en conquistar a la
diosa fortuna en dulces flujos de ansiosos néctares, transformados copiosamente
en exquisitos manjares. Febrero de repente amanece envuelto de embrujo, magia y
color jugando, como si se tratara de un cónclave de musas, al misterioso
complejo cromático con nuestros ojos.
Todos los años se
dan cita miles de personas en Puntagorda, venidos de cualquier punto de La
Palma, ensalzando la estampa de la naturaleza a través de muestras de
artesanía, repostería y otras manifestaciones culturales, poesía y la música
folclórica, reviviendo la impronta aparición del cultivo para disfrutar una
celebración popular, que tiene sus orígenes desde aquel instante, muy lejano,
en su papel preponderante en el paisaje local. En décadas pasadas fue el motor
económico de la comarca.
Los productores
reconocen afrontar un año decisivo para conseguir la valorización de su ya
mermada producción del rico fruto. El éxtasis por hacer placer la degustación
de la esencia de un manjar único, que parece un delirio de El Parnaso, nos
lleva de manera conmensurable a la vanidad. Y, no es para menos, cuando se
observa el aporte necesario de la idiosincrasia del pueblo. Así lo canta Adrián
Candelario Martín en los versos siguientes: Que bonito es conocer/ este pueblo
campesino/ andando por su camino/ viendo las flores caer./ Bonito es su
amanecer/ en tiempo de primavera,/ por ti Puntagorda espera/ mientras su
almendro florece/ un regalo que te ofrece/ toda la isla palmera.
Antesala de la
primavera, percibiendo el cambio y aroma de la estación, debido al
florecimiento de los almendros, que pueblan el municipio. La fiesta sirve para
concienciar con un pensamiento ecológico y la necesidad de proteger el paisaje,
que sufre las consecuencias del deterioro y descuido del ser humano. Con el evento se conmemora
las raíces campesinas, tradiciones propias de un ayer, que gracias a esta
efímera fecha se convierte en presente.
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