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domingo, 10 de marzo de 2013

GALATEA

                              La fortuna de conocer a ese buque escuela  de la Armada Española (1922-1982), me supone una dicha recrear con satisfacción una pequeña parte de mi vida. Traigo a la memoria una infancia en torno al puerto capitalino de incesante faenar. No cabe la menor duda hacemos referencia a la mitad del siglo pasado, cuando la penuria económica saboreaba un auge social de cierto nivel.
                             Me ha llegado un correo electrónico con una amplia biografía del mismo, que ha sido un volver a mis primeros años, despertándome sentimientos adormecidos en mí como un profundo bagaje de anécdotas, vivencias, motivos personales y familiares… que trato de transmitir con la intensidad más sencilla y fiel a la historia.
                             El velero de tres mástiles poseía un porte elegante con gran envergadura, capaz de llevar la grandeza y capacidad patriótica de una nación más allá de los límites ultramarinos del mundo. Sería embajador, ante los demás países, de la nobleza de un pueblo en cualquier orilla con el pregón de libertad por el derecho a la amistad de los españoles.
                             En varias ocasiones fue notable su presencia en La Palma en sus singladuras por aguas atlánticas, uniendo el nuevo y viejo continente, siguiendo los mismos derroteros que muchos otros en la Carrera de Indias. Destacaron arriesgados e intrépidos capitanes, admirados marineros, que sobresalieron por la maestría en el dominio del manejo de esos complicados trapos, permitiendo a las naves surcar el anchuroso océano para dar una civilización. En aquellas pretéritas fechas sus vidas se desenvolvieron sobre la inquietante superficie, salpicados de sal y bañados por la caprichosa y blanca espuma.
                             Haciendo mención a su historial y hoja de servicio nos remitimos a un conjunto de datos muy interesantes. Se construyó en Glasgow (Inglaterra) en 1896 con el nombre de “Glenlee”. Dos años más tarde, en 1898, cambió de identidad al pertenecer a un nuevo propietario como “Islamoun”. En 1920 fue vendido a una compañía italiana, denominándose “Claraestrella”. Y, por último, hasta tomar el estado actual, el 8 de marzo de 1922, lo adquirió la marina de guerra española en Triestre por la cantidad de 650.000 pesetas y bautizó, llamándose “Galatea”. Se utilizó, hasta 1928, de buque escuela de guardiamarinas hasta ser relevado por el “Juan Sebastián Elcano”, quedando con la misma misión asignada para las maniobras de aprendices marineros.
                             Con bandera inglesa unía las islas británicas con Australia y Nueva Zelanda, realizando cuatro circunvalaciones y cruzando dieciséis veces el Cabo de Hornos. El primer puerto que llegó, bajo el pabellón español, fue el de Cartagena (Murcia), en diciembre de 1922.
Bahía de Santa Cruz de La Palma. 1931
                             Desde 1930 y hasta el final de la contienda civil se pintó su casco de negro con una franja blanca por debajo de la tapa de regala, hasta que volvió a lucir su fisonomía con el mismo color de la indicada cenefa. Durante la Segunda Guerra Mundial, para mostrar su neutralidad, lucía en sus costados la insignia nacional y de noche navegaba iluminado para no ser atacado por los submarinos pertenecientes a los países en conflicto.
                             El 8 de julio de 1931, fondeó en la bahía de Santa Cruz de La Palma, donde colaboró, su dotación de a bordo, en la extinción de un incendio, que asoló la ciudad, y recibiendo en 1943 la Medalla de Oro.
Puerto palmero. 1950
                             Después de muchas vicisitudes y estancias en distintos lugares, llegó su última singladura el 15 de diciembre de 1959. Sin antes, merecer el reconocimiento del deber cumplido, permaneció inactivo hasta 1985 que se trasladó a Sevilla para ser remodelado y utilizado como reclamo de la EXPO´92. Estando en ese entonces por la capital hispalense y yendo por el río Guadalquivir hacia los astilleros en una embarcación de viajes programados con uno de mis hijos, a lo lejos observé la silueta del mismo, abandonado y casi totalmente desmantelado a la suerte de ocupas y maleantes, según noticias dadas, posteriormente, a la luz pública, acertando y corroborando mi vástago, ya qué, aún, poseía su inscripción en la popa. Con orgullo narro tal anécdota, puesto que desconocía su paradero.
                             En esa fecha efímera fue adquirido por el museo marítimo de Greenwich por ocho millones de pesetas y trasladado a Glasgow, al año siguiente, y ser rebautizado originariamente (glenlee), es visitado en condición de exposición naval para disfrute de niños, jóvenes y mayores.

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