Al celebrar la
festividad en la comunidad parroquial de El Salvador de Santa Cruz de La Palma,
desde la iglesia de Santo Domingo (s. XVII), antiguo cenobio dominico del
exconvento de San Miguel de las Victorias, hasta el templo Matriz rezando el
Santo Rosario y portando una vela encendida como pequeña antorcha fue un
acontecimiento religioso devocional, poseyendo un gran arraigo y tradición en
el mundo católico. La manifestación de fe tuvo la acogida externa de hombres y
mujeres creyentes a los designios de Dios.
Pasado unos días
observo, junto a la imagen en el lugar de ubicación parroquial, depositadas
abundantes flores. Inmediatamente me sedujo pensar que dicha advocación de la
Señora del Rosario de Fátima siempre levanta pasiones en el corazón de los
fieles, como ocurrió en aquellas legendarias apariciones, teniendo sus orígenes
en 1917, en lo alto de una encina y en la Cova da Iría (Portugal), en
castellano Cueva de Irene, nombre de una antigua santa local, a los tres
pastores, vecinos de la localidad de Fátima, Lucía dos Santos (1907-2005),
prima de los otros dos hermanos, Francisco (1908-1919) y Jacinta Marto
(1910-1920).
En el albor de la
década de los noventa visité el lugar de raíces marianas y quedé maravillado de
su esplendor. La Basílica destaca en un marco único de silencio y recogimiento
ante lo que fue testigo presencial de la Virgen, rodeado de cirios reveladores
del mensaje salvador, esperanza y fuente de misericordia. Mi pecho latía de
satisfacción por estar en un punto neurálgico de peregrinaje cristiano.
Habiendo hecho un
viaje a Roma me encontré en esas fechas, miércoles de Ceniza, 28 de febrero de 2001, a
las 12 horas y diez minutos del mediodía por la plaza de San Pedro del Vaticano
la talla de la Madre Peregrina en brazos de los Caballeros del Nuevo Milenio,
que en esa mañana había sido coronada por su S. S. Beato Juan Pablo II durante
las habituales audiencias públicas de dichas jornadas semanales.
Continuando con
nuevas pinceladas de fechas efímeras, relatamos las del monumento en San
Nicolás de Bari (Las Manchas). A causa de lo ocurrido a la ermita por la
erupción volcánica de 1949, volcán de San Juan o Cumbre Vieja, se concretó el
proyecto de un monumento conmemorativo, siendo elogiado por el palmero Blas
Pérez González (1898-1978), Ministro de la Gobernación, en una visita
ministerial a la Isla. Se encargó, dos años después, 1951, una efigie de
granito, un poco inferior al tamaño natural, a Pontevedra (Galicia), que fue
bendecida por el arzobispo y cardenal Fernando Quiroga Palacios (1900-1971) en
Santiago de Compostela (A Coruña) en 1952. Llegó en ese mismo periodo anual,
pero, sin embargo, no pudo ser consagrada en su nuevo entorno hasta el 24 de
junio de 1960 por no estar finalizadas las obras pertinentes, que se
reiniciaron en 1958. En 2009 fue restaurada por Domingo José Cabrera Benítez
(1971) y Nieves Luisa Cabrera Castro (1972). Junto a la base en una placa de
bronce se lee la inscripción siguiente: “Imagen de Nuestra Señora de Fátima
labrada con devoción y entusiasmo en los talleres del constructor pontevedrés
don Raymundo Vázquez Fernández por encargo del Excmo. Sr. don José Fariña
Ferrer-año de 1951-”.
Y, por último,
hacemos mención de la llegada, 28 de mayo de 1954, a la capital de una réplica
exacta a la original, esculpida por el mismo autor de la primera, venerada en
la Capelinha (capilla) de las Apariciones, siendo bendecida por el Obispo de
Leiría (Fátima) y enviada a Madrid, a través del puesto fronterizo de Tuy
(Vigo). En el Hogar Canario madrileño se custodió hasta trasladarla al
aeropuerto de Los Rodeos (Tenerife) y de ahí al puerto marítimo de La Palma en
un buque hermosamente engalanado. El entusiasmo popular se desbordó en la
multitudinaria acogida.
Una vez agotada su
estancia por los distintos sectores capitalinos y municipios, que duró un mes y
medio, se celebró la concentración insular, 11 de julio, en la avenida de El
Puente, mediante un solemne acto de despedida, precedido por el Prelado
nivariense, Domingo Pérez Cáceres (1882-1961), desde donde se inició el traslado
hasta su destino, que finalizó el 18 del mismo mes, una vez recorrido los
barrios de la localidad de El Paso, se colocó en el altar mayor de la parroquia
de Nuestra Señora de Bonanza, que ante el antiguo solar sacro se firmó el acta
de la entrega a la jurisdicción municipal por autoridades civiles y religiosas.
En la actualidad cuenta con retablo propio y con un peculiar diseño artístico, realizado por Wilfredo Ramos Hernández (1935), Cronista Oficial local.
La anécdota de las palomas merece un
punto y aparte como lo estoy haciendo. Sucedió de forma fortuita en el
transcurso del recorrido procesional en uno de los parajes del contorno
ciudadano. Ante la mirada atónita del gentío y a pesar del estruendo producido
por el saludo pirotécnico tres de esas aves se posaron a los pies de la Blanca Flor,
milagrosa y aclamada por miles de seguidores. Carlos Miguel Padrón Pérez (1939),
testigo del prodigio, narraba aquellos instantes de admiración de esta manera:
“El silencio que cayó sobre la multitud es, por denso y electrizante, el más
impactante que recuerdo. Todos nos quedamos mudos y paralizados, como clavados
al lugar en que estábamos. No sé cuántos segundos permanecimos así, pero estaba
claro que lo que quiera que nos había paralizado iba en aumento dentro de todos
nosotros y explotaría también como los voladores, pero sin resultados
previsibles, pues de pronto comenzó como un extraño murmullo que fue tomando
cuerpo… y entonces surgió la salvadora veteranía del Padre Generoso que echando
mano del megáfono gritó: ¡Adelante! ¡Esto no es un milagro!, ¡he visto muchas
veces este fenómeno! ¡Adelante! Y comenzó a cantar a todo pulmón el trece de mayo…, acompañándose con
ampulosos movimientos de su brazo para forzar a la gente a que lo imitara…”.
Unos días después retornaron a su palomar y sin más comentarios.
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