Causaría una enorme sensación en el mundo si alguien
demostrase que ese deseo de Martín Luther King (1929-1968), hace cincuenta
años, se haya convertido en una realidad total y comprometida para siempre. Se
celebra el aniversario de transmitir universalmente la esperanza en medio de
cambios globales y deshumanizados, aterrorizados por conflictos internacionales.
¿Cuál es la finalidad de esta esperanza? La satisfacción
sería, aunque la realidad a veces es oscura, poder cambiar el mal sobre todo
con nuestra vida. Hay miles de ejemplos, que nos darían inmensas soluciones de
solidaridad con respuestas que alienten, donen ilusión y nuevo vigor en la
senda de reconocimientos.
A media no se puede compartir la usurpación de los derechos.
Hay que superar las divisiones, rivalidades, incomprensiones, egoísmos… Ser
libres no es ninguna barrera inalcanzable, pero, tampoco, no es fácil. La tarea
en pro de la consecución de la libertad, que nos puede producir desaliento ante
las dificultades, se presenta como un desafío para lanzarnos hacia una
humanidad más digna, honrada y tratada con la máxima voluntad de transmitir
amor, igualdad, lealtad, respeto, fidelidad y compromiso.
Superar con admirable serenidad las decepciones es un todo
compacto con el fin de fortalecer unos ideales únicos de comportamiento. La
lucha por unos objetivos comunes en este recién estrenado siglo XXI y milenio
abran nuevos horizontes de paz más cercanos a hombres y mujeres.
“Tengo un sueño”, sigue vigente en la mente de generaciones
tras generaciones con el mismo ímpetu con que fue pronunciado. Se logrará
cuando alumbre la luz del entendimiento y el abrazo fraterno no sea una utopía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario