El sedentarismo de los grupos humanos en las diferentes zonas
del archipiélago canario viene asignado por la presencia en las proximidades de
los asentamientos de nacientes, fuentes, eres o leres…, estos últimos se
refieren a los charcos impermeables en los cauces de los barrancos.
Hasta entrado la centuria del XX, desde tiempo aborigen,
persistió dicha práctica en numerosos pagos de nuestra geografía insular para
cubrir las necesidades domésticas, usos agrícolas y ganaderos.
El preciado líquido y la forestación desarrollan una simbiosis de tal magnitud, que adquiere una importancia vital, debiéndosele la
capacidad de captación de las nubes que los vientos alisios derraman notablemente
la mayor parte del año. Nuestros montes absuelven el contenido a modo de una
destiladera, que lentamente irá empapando y penetrando en los acuíferos,
proporcionándonos vida, belleza, riqueza, cultura, bienestar, progreso,
etcétera.
La abundancia fluvial y las características del terreno
determinan la existencia de algunos brotes naturales, tan frecuentes en el
antaño, y que saciaron la sed a numerosas generaciones. Todo fue consecuente de
un amplio abanico de posibilidades, generando una vasta red social ligada
íntimamente a la cumbre, que llevaba aparejada un respeto al medio permitiendo
subsistir, trabajar y producir, significando mucho para aquellos que tuvieron
el desempeño de una serie de oficios tradicionales y relacionados con lo que
estamos tratando, que, hoy, casi han desaparecido.
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Los Molinos de Bellido |
El relieve favoreció a la creación de un sistema de
canalización para aumentar la energía hidráulica y transportarla para mover las
piedras de moler en los molinos. Se concentraban en el Barranco del Río, zona
periurbana, llegaron a haber trece, por lo que se llamó “Río de los Molinos”,
concentrándose la mayor parte de ellos y funcionando al unísono durante la
segunda parte del XIX. En sus inicios se usaba la madera de tea y con la
evolución terminaron siendo de argamasa, mortero de cal, arena y agua.
Un ejemplo de lo propuesto es los Molinos de Bellido, cuatro
edificios situados a diferentes alturas, que servían para la molturación
mecánica del grano de cereales que se transformaba en harina panificable y
molienda de gofio y, así, saciar los hábitos alimenticios de la población.
Actualmente están en desusos, siendo un punto turístico y componente de una
ruta de senderismo.
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Molino de Bellido. Detalle |
En líneas generales han sido reemplazados por nuevas
tecnologías, constituyendo un gran patrimonio cultural y de riqueza natural.
Los propietarios eran nobles y burgueses, porque eran los únicos con
posibilidades de sostenimiento debido a la elevada inversión en su construcción
y reparación. Se utilizó el arrendamiento a los molineros, quienes los utilizaban
como un medio de sostenimiento familiar y artesanal, según convenio por ambas
partes.
En la calle Fernández Ferraz nos hallamos con una curiosa y,
al mismo tiempo, ingeniosa obra de ingeniería, depósitos subterráneos o
sucesión de albercas, bajo el nivel del suelo a base de piedra y presentan un
revestimiento de cal y arena, apareciendo cubierta por una bóveda de medio
cañón en ladrillos de barro, destinados al aprovechamiento de la lluvia,
constituyen una forma más de distribución y almacenamiento. Sirviéndose del
desnivel de la vía el rebose de las tanquillas superiores facilitaban el
surtido de las siguientes. De este modo los palmeros convirtieron un obstáculo
orográfico en un recurso para el desarrollo, al hacer fructificar la fuerza de
la gravedad de manera sencilla y funcional. Iban destinados tanto al consumo
privado como mancomunado y estuvieron activos hasta los años cincuenta,
aproximadamente, según consta en el Archivo Municipal por los pagos efectuados
del impuesto local.
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Avenida El Puente |
Otros medios fueron los aljibes, chorros, tanques y otros
sistemas, sin olvidar que su extracción de las entrañas de la tierra se hacía a
través de profundas y largas galerías o túneles y pozos, que se excavaban hasta
encontrar el origen y obtener el objetivo marcado en las denominadas bolsas. En
El Roque, cerca a la urbanización Benahoare, se halla con intereses industriales la explotación
de perforación vertical.
Las ordenanzas municipales tenían una finalidad de organizar
la vida en torno a los tanquitos o chorritos en distintos puntos urbanos.
Dichas normas eran trasladadas a los lugares más lejanos de nuestros montes, ya
que en tiempo atrás tuvo relevancia la práctica del pastoreo. Las cabras
pastaban en las alturas, desplazándose a cotas más bajas, dependiendo de las estaciones,
y las abejas, cuyas almenas se asentaban en sus alrededores, obligaban a la
existencia de abrevaderos en distintas zonas pecuarias para que saciaran la sed
de la manada.
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Calle Fernández Ferraz |
Los usos y costumbres encierran sentimientos y recuerdos, en
los que se esconden días de gran dureza y penuria. Se transmitían de una a otra
generación, habiendo numerosos vestigios materiales y una rica toponimia con
referencia a un pretérito no muy lejano. Llegamos al Dornajo, típico en
Canarias, con una bella estampa en medio de un pórtico sobre un balcón o atalaya, recreando una
vista parcial del océano y costa. Parada deseada para el descanso de
caminantes, arrieros y bestias de carga. Posee una pila de cantería negra, a la
vez lavadero y aguadero, con frontón triangular rematado con una pequeña cruz y
con varios chorros. Cerca de él está la Cajita Blanca, haciendo alusión a la
manera de distribuir el contenido hacia el sector sur, dando el broche a lo que
fue el camino real que comunicaba la Capital con las Breñas y la Banda. Aún
existe y su color se debe a la cal empleada para su ornamento.
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Fernández Ferraz. Detalle |
Con el abastecimiento público surgieron sucesivos litigios,
que causó numerosos enfrentamientos con los entes gubernativos, local e
insular, y propietarios de ciertas concesiones del aprovechamiento de sobrantes
de las provenientes de las masas forestales municipales. “Por real cédula de 10
de enero de 1553, disfruta del derecho de las aguas sobrantes de las pilas
públicas de esta ciudad para que las pudiese dar a censo para aumento de sus propios.
Así consta de dicha real cédula que se halla al folio 86 del libro 4º de reales
privilegios del Ayuntamiento de esta ciudad” (*) (p. 13). Lo que dice haber reparto o censo de algunas cantidades como
dueño consistorial para con sus productos atender a los reparos, que había de
hacerse frecuentemente en los medios de conducción como tuberías, canales,
acueductos y cajas. A pesar de estar regentado con criterios adscritos a los
mejores medios vigentes, en ese entonces, se cometieron fraudes e irregularidades
puntuales.
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Calle Ste. Juan D. Pérez Álvarez |
En 1763 su suministro, procedencia y demás asuntos fue motivo
de un expediente enviado al Real y Supremo Consejo de Castilla, según petición
de los regidores perpetuos. En el mismo se hace mención de las reformas a
realizar en los lavaderos de la Marina, San Telmo y en la fuente de la pequeña
plaza del muelle. Por cierto, hablando del puerto se pretendió establecer en el
indicado lugar la concesión de aguada para los barcos, que arribaran y
necesitaran tal servicio, y obtener de esta forma beneficios arancelarios, al
igual que en Santa Cruz de Tenerife, La Orotava y Las Palmas de Gran Canaria,
proveyendo, no obstante, al vecindario de su alrededor, desde la cuesta de Blas
Simón (*) (p. 13). De acuerdo a la real cédula
de 1 de septiembre de 1560 fueron traídas con los fondos de propios, que ya
escaseaban, por lo cual algunos navíos habían dejado de hacer su acostumbrado aprovisionamiento,
con perjuicio del comercio y, por lo tanto, solicitaba licencia para repartir
500 ducados entre los dueños de la tarea mercantil para subastarlas, porque
como eran muchos les tocaría poca cantidad a cada uno (*) (p. 334).
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El Dornajo |
Entre otras cosas es curioso citar algunas circunstancias
atenuantes, que hace más interesante la cuestión de propiedad o atribución de
los derechos de disfrute y administración de ese importante y necesario
elemento. “Parece que el Cabildo de esta isla antes de estar autorizado por la
real cédula de 10 de enero de 1559, para que pudiese disponer de las aguas
sobrantes del abasto público, ya se había apropiado de esta facultad, y así
vemos que en 4 de julio de 1547 remató […] el remanente del agua, poca o mucha,
que hubiese y sobrase después de tomada la que fuere menester para beber el
vecindario y lavadero de ropas, en Jorós” (*) (p.
14). En igual sentido hay otra real cédula del emperador Carlos V, respecto a
las perdidas en el mar, de 7 de mayo de 1548. Y, no se comprende como dicha
entidad poseyendo la misma recurriese a la anterior (*) (p. 334).
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Cajita Blanca |
El manantial o manantiales procedían del barranco del Río y
se utilizaban para regar las huertas urbanas y en el servicio de viviendas de
hacendados pobladores, poseyendo caños de hierro y de plomo, que la extraía de
depósitos. Para evitar las posibles manipulaciones fraudulentas, se
construyeron las cajas de reparto por medio de fieles para satisfacción de los
vecinos, con una medición muy especial de ½, ¾, 1... paja. Por el
siglo decimonónico se formó una sociedad denominada Sociedad Hidráulica de la
Dehesa de la Encarnación, que tenía por objeto aprovechar y explotar las que se
desperdiciaban. “Dicha empresa se comprometió a entregar en los puntos
denominados Huerta Nueva y Pasitos la cantidad de […] cañones de ánsar que
constituyen la dotación de esta ciudad. […], el sobrante de aguas de la
dotación de esta ciudad se dedica desde entonces al riego de la Dehesa de la
Encarnación, terreno inculto y de muy pobre vegetación y que, debido a este
fertilizante líquido y a los muchos y dispendiosos trabajos que allí se han
hecho, es en la actualidad un campo ameno y productivo con una rica vegetación.
En los años abundantes en lluvias se calcula en (en blanco) cañones el sobrante
que va para la Dehesa, la que se reparte en 100 acciones, y en junto hacen un
total de (en blanco) cañones de ánsar próximamente” (*) (pp. 14 y 15).
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Plaza de España |
Por último, indicamos la causa seguida contra los regidores
perpetuos por defender, de que la casa de Vandewalle trajo el caudal acuífero a
la capital a su costa, por cuya razón disfrutaba sin gravamen alguno para su
empleo de convivencia. A consecuencia del conflicto suscitado don Ambrosio
Staford redactó un sugerente escrito, que transcribimos distintos párrafos:
“Que no pudiendo ignorar el mismo Ayuntamiento la real facultad que llevo
presentada, se atrevieron a asegurar que la casa de Vandewalle, Montserrat y
Santa Cruz, reducida hoy casi a una, la habían traído a sus expensas por cuya
razón la tenían en sus casas sin pensión a los propios, y que dichas familias
habían dado el pan y el agua a esta isla. Esta que es una exageración supuesta
y por lo mismo punible; es menester que oigan los mismos que la hicieron que lo
que ha sucedido es haberles quitado el pan y el agua dichas casas a los mismos
naturales. Prueba este pensamiento el consumo de propios, su mala versación,
como se dirá en su ramo, la usurpación de terrenos públicos, pósitos, el
crecido caudal del arca de tres llaves, y, en este mismo ramo, el agua, todo lo
cual han aniquilado los que supusieron tal representación de ninguna verdad.
[…] Pero quizás hubiesen sentado dicha proposición por que Juan Vandewalle Bellido para hacer
dos molinos, los más inmediatos a esta ciudad, prometió entrar el agua por
canales, […] pero en realidad esto fue solo conveniente para dicho Vandewalle y
no utilidad para los propios, […] venían en lo antiguo la acequia vieja cubierta,
con que se prueba lo anticuado del agua, y que a costa de propios fue conducida
a esta ciudad. […] En parte se hizo con el caudal de propios para que se
utilizase con sus molinos, […] sobre no haber cumplido con lo estipulado el
dicho Vandewalle, pretendiendo aún que el Cabildo le diese más dinero. De aquí
conocerán los regidores perpetuos el engañoso procedimiento en cuyo descubierto
se ven, pues no harán constar cuales tres dichas casas costearon tal agua…” (**) (p. 101).
(*) Noticias para la historia de La Palma. Juan Bautista Lorenzo Rodríguez.
Tomo I (3ª edición).
(**) Noticias para la
historia de La Palma. Juan Bautista Lorenzo Rodríguez.
Tomo IV (1ª edición).
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