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domingo, 26 de enero de 2014

DESPUÉS DE 63 AÑOS

                              Después de tantos años, sigue viva la memoria del naufragio de la falúa o motovelero Quisisana, de catorce toneladas de carga general, que fue un hecho luctuoso lamentable para los palmeros. Alcanzó tal magnitud en los confines de la Isla que jamás se mermó su intensidad en el recuerdo, ya que el paso del tiempo no ha servido de consuelo y final de algo relegado al olvido. Los testimonios se transmitieron a través de generaciones.
                              Mis padres y vecinos lo comentaban con suma reiteración, que caló profundamente en mi alma y me sirvió para aumentar la intriga de investigar lo acaecido. Recopilando todo cuanto ha salido en la Prensa, testimonios personales de unos y otros y valiéndome de mi propia experiencia, viendo el desembarco de los cadáveres rescatados, tengo un material celosamente guardado en mi archivo documental.
                              La enorme consternación se apoderó de la población, siendo multitudinarias las manifestaciones de duelo en cada una de las honras fúnebres. Días de luto por las víctimas con banderas a media asta en distintas sociedades deportivas y privadas, C.D. Mensajero y Sociedad Urcéolo Obrero.
                              En total eran diez personas, componiendo siete de ellas la marinería y tres pasajeros con destino a Garafía. Entre los tres últimos, naturales de dicha zona norteña y con varios hijos, había una mujer. Fallecieron todos y, sólo, se hallaron cinco y restos de la embarcación en los límites que, supuestamente, sucedió lo que la oscuridad de la noche silenció. La tripulación, compuesta por casados con familias numerosas y jóvenes solteros, que su mayoría residían en el barrio de San Telmo, de donde soy. Algunos eran tío y sobrinos y propietarios.
                              Superada la situación adversa del mar, habiendo estado inactivo casi todo diciembre, puso rumbo al lugar de destino con diversas mercancías, artículos de primera necesidad, porque no había otra comunicación, en la madrugada del sábado, 13 de enero de 1951. Más tarde, la bravura de las olas y la reinante niebla, acabaron con tantos esfuerzos, ilusiones y, sobre todo, con el sustento de la desamparada prole.
                              Siempre que estoy en la Fajana de Barlovento y frente a aquella costa escarpada y abrupta, cercana al faro de Punta Cumplida, me quedo absorto en situación de meditación y me pregunto: ¿qué pudo pasar? La distancia del ayer y hoy se fundió en la inauguración de la plaza con la misma denominación en 2001, junto a la Casa de la Cultura. Detrás de todo esto hay una historia de sacrificios, lágrimas y sufrimientos.

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