En estas pasadas fechas hemos estado más de una vez sentados
en torno a una mesa familiar, compartiendo los mejores momentos de nuestra
vida, con mayor o menor fortuna, pudimos lograr revivir la magnífica
experiencia de hallarnos amado por los demás, sentarnos juntos a personas a las
que queremos y nos quieren incondicionalmente. Siguen teniendo un fuerte
componente de tradición, sentimiento y nostalgia echando de menos a los que ya
no están.
Nos reconvertimos en niños con la ilusión de recibir un
regalo, despertando brillo en la mirada, no es otro su sentido y su valor. Si
no nos ayudan a superar los esquemas estructurales y los localismos pobres,
sean materiales o espirituales, no servirá para nada.
Queda el tiempo en suspenso. ¿Cómo?, no lo sé. Con toda
probabilidad lo sabrán las generaciones
futuras. Me parece que el aumento vertiginoso de los trastornos sicológicos en
niños tiene que ver con haber perdido el sentido profundo del paso del mismo,
que nos deja el monstruo de esta sociedad derrochadora. Dejar de comprender
esto, solo, nos empuja a la angustia, lo que nos hace humanos es el proceso de
construcción de nosotros.
Solemos hacer un recuento de lo que hemos hecho durante el
año. Además, es una ocasión para plantearnos, si queremos que sea mejor
abriendo la puerta del 2014. ¿Cómo será el nuevo paréntesis, que empieza? ¿Quieres
sentir que diriges tus relaciones mejor, que hasta ahora? ¿Quieres encontrarte
bien contigo mismo? ¿Qué puedes realizar para conseguirlo?... Hay que intentar
convertir en realidad la parte posible de los sueños y aprender a distinguir lo
imposible.
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