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domingo, 20 de diciembre de 2015

LA NAVIDAD ES UN SIGNO DE AMOR

                               Cuando se aproximan las fechas de Navidad nos acongojamos en el corazón  por sentir cerca, de manera evasiva, la alegría del reencuentro con aquellos familiares y amigos, que están lejos por circunstancias ajenas a ellos mismos, y la nostalgia de quienes no están con nosotros. Las ciudades del orbe cristiano adornan sus calles y plazas con luminarias u otros motivos ambientales para envolvernos en una red social de consumo. La gente compra en los grandes almacenes, tiendas pequeñas y en cadenas comerciales diversos artículos demandados, la mayoría, por los anuncios en medios públicos de comunicación.   
                          La Nochebuena con el encanto de tener Fe en un misterio, celebrado hace más de dos mil años en un lejano lugar de Palestina, nos mueve al igual que aquellos pastores a encontrarnos con Dios en la sencillez de una cena al calor de unos manjares exquisitos, pero sí hermanados con quienes sufren y padecen abandono.   
                               No importa cómo surgió y cómo ha sido objeto de transformación a transcurrir el tiempo. Lo importante es que se convierta en un signo de amor para todos, sin tener en cuenta ninguna confesión religiosa, ni condición humana, que nos pueda separar de un solo principio. La felicitación sea un fichar nuestra tarjeta de identidad en la mirada cómplice de felicidad y el saludo un apretón de manos en el compromiso incondicional.
                              La muerte y desolación, el desamparo y miseria, hambre y atentados suicidas,… que nos dejan con facturas de cientos de víctimas inocentes, mientras, los demás despilfarran millones de euros, seamos personas y no números. Quisiera convertirme, junto con todos los de buena voluntad en el planeta, en fragmento de un puzle, inaugurando una vida escrita desde un coloquialismo cotidiano, definido como un diminuto punto de salida a la esperanza de un mundo mejor, menos materialista y más solidario.

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