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domingo, 10 de abril de 2016

EL RESUCITADO

                         Sobra la intención de saber el significado de la expresión, porque nos indica una situación puntual después de un hecho real y contundente para la vida de los apóstoles. Procurar a toda prisa hacer algo de un precepto conceptual, sábado de la Vigilia Pascual, y amanecer en domingo con el sepulcro vacío es fundamental para cumplir la profecía.
                              El Resucitado es el compendio del todo aceptado por la fe cristiana. La iglesia católica sienta las bases en la Resurrección de Jesucristo, nacido de María siempre Virgen y por obra del Espíritu Santo, que siendo Maestro y Profeta, Hijo de Dios Padre, haciendo el bien a los pobres y numerosos prodigios a la vista de todos; curando a los enfermos: lisiados, ciegos, leprosos… y resucitando a los muertos, padeció la muerte de cruz por su condición humana y por su divinidad resucitó al tercer día.
                              Es más que un icono, forma el pilar de una celebración refrendada por los relatos evangélicos, fuerza vivificadora e invasora del espíritu de hombre nuevo comprometido a extender por todo el mundo la esencia renovadora de la Buena Noticia.
                              ¡Cristo vive, reina y está con nosotros! Centro espiritual de los siglos, ahora y siempre. Ayer, hoy y en el futuro presente en la Eucaristía convidándonos a la conversión. Pan del camino y de la vida para alimentarnos en nuestra peregrinación por este valle de lágrimas, como decimos en la Salve.
                              “Así estaba escrito: El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén” (Lc 24, 46-47).
                              El Señor, que aparece súbitamente, ajeno a las leyes del espacio se muestra, ahora, palpable con carne y huesos y come delante de sus discípulos. “Soy, les dice, yo mismo” y ellos no acaban de creer, de pura alegría, pero les abre la mente, comprenden la Escritura y se les impone la evidencia, sin que desaparezca la imposición de la nueva doctrina. Les trae la paz como un don imprescindible conseguido con su propio sacrificio cruento.
                              El Sábado de Pascua es el gran día, la Noche Santa, más bella de todas. En ella estamos de vela. Más fuerte que el mal, del pecado que hay en cada uno de nosotros y de todos los poderes injustos. El amor nos abre las puertas a una transformación plena. El Domingo de Resurrección es la fiesta más importante del año, porque adquiere sentido nuestra religión y encontramos la clave de la esperanza.

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