Al abrir un libro solo se observa lo imaginable, que se
transformará en latidos de un corazón vegetal que con ansias nos invita a la
curiosidad de averiguar qué ocurre. ¿Qué persona curiosa podría resistirse a
semejante desafío? No sé que responder, pero, sí es cierto, que es un amigo
fiel y comunicador. Hay un proverbio hindú, que dice: “Que un libro abierto es
un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que
perdona; destruido, un corazón que llora”.
Abundan numerosos adjetivos que nos indican el momento actual
de su divulgación y comportamiento literario del mismo. El calificativo sobra
si el lector se entrega en sus páginas con la firme condición de no abandonarlo
hasta el final. Es incierto si lo recuerda y lo transmite a los demás, si no es
así podría suceder su muerte súbita sin saber el porqué.
En la celebración del Día del Libro, 23 de abril, se hace
coincidir con la muerte de grandes genios de la Literatura universal como
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), William Shakespeare (1564-1616) y el
Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), aunque muchos discrepan en el día de sus
óbitos por circunstancias que no tienen interés alguno, pero si están de
acuerdo en el año acaecido. No cerraremos nuestro seguimiento de las Letras sin
aludir a otros insignes escritores como Maurice Druon (1918-2009), Halldor
Kiljan Laxness (1902-1998), Vladimir Nabokov (1899-1977), Josep Pla
(1897-1981), Manuel Mejía Vallejo (1923-1998) y al poeta y escritor canario
Félix Francisco Casanova Martín (1956-1976) entre otros.
Es una conmemoración a nivel mundial con el objetivo de
fomentar la lectura. La celebración se remonta a principios del siglo XX,
concretamente a 1926, para rendir homenaje a la obra y sus autores, y alentar a
los más jóvenes a descubrir el placer de hacerlo y respetar la irreemplazable
contribución de los creadores al progreso social y cultural, colaborando y
ayudando a difundir su acceso.
Transcribo el interesante manifiesto, que dice: “Ventana
abierta a la diversidad de las culturas y puente tendido entre las
civilizaciones, vector de valores, de saberes, del sentido estético y de la
imaginación, el libro es ante todo obra de la inteligencia, la creatividad y la
cultura humana: por ello enriquece el patrimonio inmaterial de la humanidad…”
(Koïchizo Matsuura. Director General de la UNESCO).
“Después de leer un libro uno no vuelve a ser el mismo”. ¿Cuántas
veces habremos oído esa frase? La Literatura es capaz de abrirnos nuevos
horizontes, permitirnos viajar fuera de nuestras fronteras y hacer volar la
imaginación más allá de unas simples hojas de papel.
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