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domingo, 29 de octubre de 2017

DOS GENIOS PARA UNA SOLA ISLA

Günter Wilheim
                              La Palma antigua, tranquila y silenciosa acoge a dos grandes genios alemanes del siglo XX, uno pintor y el otro escritor, relevantes en sus respectivas facetas artísticas en el entorno europeo, que encontraron un rincón del cual se enamoraron profundamente de los encantos naturales, paisajísticos y de su gente. Convivieron en medio de ellos, compartiendo las costumbres bajo el auspicio de la amistad en un círculo selecto. Fraguado en un compromiso crítico con el mundo que les tocó vivir en la defensa y promoción de los derechos humanos.
                              A cada uno, merecedores de un extenso reconocimiento, hay que tener en cuenta sus méritos y participación en vida pública. Ambos marcados por unas circunstancias adversas se refugiaron en sí mismo para emerger de lo surgido en el auge de los totalitarismos, horrores de la Segunda Guerra Mundial, reconstrucción del Viejo Continente y llegada de la Democracia.
                              No dudo que, Bruno Brandt Pardo (1863-1962) y Günter Wilheim Grass (1927-2015), fueron víctimas de la incomprensión de su país de origen. Los sufrimientos injustos trazaron en ellos una soledad y una mirada melancólica, reflejadas en sus pardas pupilas para retratar lo personal en un marco familiar original, con la sonrisa y compañía, anonimato de un pueblo, que los acogió con discreción. La inspiración en sus paisajes sirvió de bálsamo y admiración para la expansión del alma. Fueron muchos los puntos convergentes, aunque sus presencias fueron invisibles como sus estancias.
Bruno Brandt
                              El primero fue un acuarelista presente en la lejanía del recuerdo. Un hombre de escuela, de tendencia expresionista, que ejerció una gran influencia sobre artistas canarios. Su técnica no contaminada por la vulgaridad o el detalle, sobresalía como conviniera, porque su mancha era amplia, segura, directa y sus cuadros siguen válidos en el destello de la inocencia violenta de un gran pintor, que fue sincero en su momento con su época y con su terrible carga personal, representando la internacionalidad, aventura extrema y deambular perpetuo. En el Museo Insular se expone permanentemente una excelente colección de obras de procedencia privada y de instituciones públicas.
                              Y, para finalizar con cierta nostalgia literaria y pictórica, hacemos alusión al Premio Nobel de Literatura y Príncipe de Asturias de las Letras en 1999. Se dispuso a vivir hacia adentro, detrás de las ventanas o en la calle la magia de estar en un territorio en el que nadie le molestaba.                    

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